OCHO SIGLOS DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA: EL LIBERALISMO NACIÓ EN ESPAÑA

Ocho siglos de la Universidad de Salamanca: el liberalismo nació en España

Los doctores de la Escuela de Salamanca miraban la regulación del precio por parte del Estado con la mayor desaprobación.

Publicado originalmente en Libertad Digital
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Doctor en Ingeniería Industrial, académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, presidente durante más de una década del Banco Popular, máximo responsable de la Asociación Española de Banca entre 1977 y 1990, profesor y presidente de honor de IESE… Rafael Termes fue, sin lugar a dudas, una de las figuras más importantes del «milagro económico» español.
Este 2018 se cumplen cien años de su nacimiento. Con motivo de la efeméride, el Centro Diego de Covarrubias ha editado un libro-homenaje que recopila algunos de los mejores ensayos firmados por Rafael Termes, muchos de los cuales habían permanecido inéditos hasta ahora. La obra, que empezó a gestarse en 2011, incluye un interesante capítulo en el que el autor explora las raíces hispanas del pensamiento liberal.
Termes arranca su reflexión alabando el constitucionalismo liberal que dio pie a la independencia de Estados Unidos y preguntándose «de dónde surgió la genial inspiración que llevó a unos cuantos colonos a desarrollar una teoría política como aquella». Al respecto, el banquero recuerda que «está generalmente admitido que el clérigo puritano Thomas Hooker, uno de los fundadores del Estado de Connecticut, influyó decisivamente en el contenido de los textos fundadores». Pero, ¿de dónde llegó la inspiración? ¿Cómo adquirió Hooker esas ideas que luego se plasmaron en el desarrollo de la democracia americana y en la consolidación de un exitoso sistema económico liberal?
El autor apunta que «una hipótesis es que la fuente sería la Escuela de Salamanca. En 1613, el eminente doctor Francisco Suárez publicó Defensio fidei catholicae, que fue mandado quemar por reyes absolutistas como el inglés Jacobo I o el francés Luis XIII. Hooker habría conocido la obra mientras estudiaba en Cambridge, años antes de emigrar a Holanda y pasar luego a Massachusetts. Las ideas que luego expresó Hooker en relación con la sociedad civil y la autoridad política coinciden con lo que defendió Francisco Suárez, quien afirmaba que el poder no se derivaba del Rey sino de Dios y asignaba dicho poder al pueblo, que solo mediante un acto de libre voluntad lo puede transferir a las personas que lo han de ejercer».
Para Termes, «esta coincidencia avala la tesis del papel germina que tuvo el pensamiento católico español de los siglos XVI y XVII, tanto en política como en economía. La Universidad de Salamanca no solo habría sido la primera en defender el liberalismo económico, dos siglos antes que Adam Smith, sino también la fuente nutricia del liberalismo político, ochenta años antes de Locke».

Las aportaciones de los escolásticos

Y es que fue nuestro país la cuna del «resurgir de la filosofía realista, de tradición aristotélica y tomista, gracias al magisterio de los doctores eclesiásticos españoles: dominicos, franciscanos, jesuitas o agustinos que enseñaron principalmente en Salamanca Alcalá de Henares y Lisboa. La doctrina de estos escritores, que constituyen el núcleo de la escolástica tardía es de singular importancia para establecer las relaciones entre economía y moral en el mundo moderno».
La preocupación de todos estos autores «era principalmente ética, puesto que se sienten en la necesidad de juzgar la actuación de los negociantes, la nueva clase burguesa que empuja con brío, a la luz de la teología moral. Para hacerlo con fundamento, se dedicaron más que ninguno de sus antecesores a desentrañar el sentido económico de estas actuaciones».
Termes recuerda que «las aportaciones a la ciencia económica de estos autores están hoy plenamente aceptadas. Fueron los ellos, especialmente el doctor navarroMartín de Azpilcueta, quienes establecieron la teoría cuantitativa del dinero doce años antes que Jean Bodin. También fueron ellos, especialmente Tomás de Mercado, quienes descubrieron la teoría del tipo de cambio basada en la paridad del poder de compra. Ellos, sin excepción, perfeccionaron la teoría del valor basada en la utilidad, anticipándose trescientos años a Menger, Jevons o Walras. Y ellos enumeraron también los factores determinantes del precio, dejando implícitamente establecidos todos los elementos necesarios para la formulación de la teoría de oferta y demanda».
Pero el ensayo va más allá y también se adentra en «la aportación salmantina al juicio moral de la activad económica. A este respecto, todos estuvieron por el derecho natural a la propiedad privada. Lo vemos en Francisco de Vitoria (De iustitia) o en Luis de Molina (De iustitia et iure). Además, todos estos maestros se pronunciaron por la libertad económica y declararon que el precio moralmente justo es el formado de acuerdo con la oferta y la demanda, con exclusión de violencia, engaño o dolo y siempre que haya suficiente número de compradores y vendedores (es decir, en ausencia de monopolio público, algo que los doctores tenían por un crimen)».
Por todo ello, «los doctores de la Escuela de Salamanca miraban la regulación del precio por parte del Estado con la mayor desaprobación. Martín de Azpilcueta consideraba que era «innecesaria cuando había abundancia e inefectiva y dañina cuando había escasez». Juan de Medina, ferviente defensor de la tesis según la cual los que se meten en negocios han de asumir pérdidas del mismo modo que tienen derecho a beneficios, declaró que el único negociante que debe estar protegido de pérdidas mediante algún subsidio es aquel que se ve forzado a vender a precios fijados por los gobernantes».
Además, «los escolásticos españoles del siglo XVI contemplaron el auge del comercio y la nueva estructura capitalista de la sociedad, de modo que pudieron entender el valor del dinero en función del tiempo y acabaron reconociendo tres motivos por los que se podía cobrar un interés», todo un avance teniendo en cuenta el pensamiento dominante en aquellos tiempos. Al respecto, Termes cita las investigaciones de Alejandro Chafuen, que han permitido rescatar la figura de Felipe de la Cruz, autor del Tratado único de intereses en el que encontramos «tal vez la defensa más abierta del interés».
Y no faltaba en aquellos trabajos una crítica al gasto público improductivo y al excesivo peso de las estructuras estatales: «ya en el siglo XViI, Pedro Fernández de Navarrete criticaba el elevado número de gentes que vivían del Estado chupando como harías el patrimonio real, denunciando que gran parte del gasto iba a parar a presupuestos burocráticos que debían ser limpiados y purgados«.
De modo que, gracias a este libro del Centro Diego de Covarrubias, el mercado editorial cuenta con un nuevo lanzamiento que, coincidiendo con el 800 aniversario de la Universidad de Salamanca, pone en valor la desconocida pero vital importancia que tuvo la escolástica española para el desarrollo del pensamiento liberal a ambos lados del Atlántico.]]>

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