LA CARTA DE LOS MARTES – 26 DE NOVIEMBRE DE 2019
Isabel y Fernando firmaron con Portugal el Tratado de Tordesillas (1494) que delimitó las respectivas áreas de influencia en el Atlántico. Cooperaron con una Iglesia Católica brillante y reformista. Dejaron una España unida. Su acción en América transformó la geografía, revolucionó la alimentación, impulsó cambios demográficos y creó la Civilización Hispánica.
Carta de los martes del 26 de noviembre de 2019
El 26 de noviembre de 1504 murió en Medina del Campo (Valladolid) la más grande Reina de España, Isabel I de Castilla, Isabel la Católica[1]. En sus 53 años de vida (bueno, en todos no, pero ya verán que empezó muy joven) hizo tanto y tan bien que no ha de haber historiador dudoso que la menoscabe ni cineasta desviado que la descuadre.
Isabel fue hija de Juan II de Castilla y de su segunda mujer, Isabel de Portugal. Nació en Madrigal de las Altas Torres el 22 de abril de 1451. En 1468 fue proclamada princesa de Asturias, al revocar Enrique IV el anterior nombramiento de su hija Juana[2]. Fue reina de Castilla desde 1474, reina consorte de Sicilia desde 1469 y reina consorte de Aragón desde 1479 hasta su muerte, treinta años después.
Cuando ascendió al trono era una joven de 18 años. Castilla se desangraba en luchas nobiliarias. Ella superó ese estado de cosas y estableció, a un alto precio (no se ceden los privilegios con gusto), el orden político que habilitó el crecimiento económico y social de su reino.
Tras reiterados intentos de su hermanastro y predecesor en el trono de Castilla por enlazar a Isabel con diversos candidatos al matrimonio, todos ellos fallidos[3], casó en 1469 con Fernando, rey de Aragón[4]. No fue sin lucha, tanto contra el rey Enrique IV como, entre 1475 a 1479, contra los partidarios de Juana, en la guerra de Sucesión castellana. A continuación llevó a cabo una reforma económica para reducir la deuda heredada de su predecesor, Enrique IV. Isabel reorganizó el gobierno y la administración de Castilla, centralizando competencias antes en manos de los nobles. En 1476, Isabel y Fernando reformaron el sistema de seguridad ciudadana con la creación de la Santa Hermandad, cuerpo de policía para la represión del bandidaje. En 1478 crearon la Santa Inquisición española a imagen de la existente en el Reino de Aragón.
Isabel y Fernando hicieron de España el Estado más avanzado de Europa. Conquistaron e incorporaron el reino nazarí de Granada. Realizaron la unificación religiosa de la Corona sobre la base de la conversión obligatoria de judíos y musulmanes, mediante el Edicto de Granada (1492). Saltaron a África para continuar la Reconquista. Vencieron a Francia en Nápoles. Confiando en Cristóbal Colón, Isabel se enfrentó a la Corte y a los científicos de la época, financió la aventura y llegamos a América. Tras el descubrimiento, comenzó la evangelización de los indígenas y su incorporación a la corona. Legislaron en favor de oprimidos y nativos de las Américas, a quienes consideró como iguales a los españoles. Las Leyes de Indias, sin parangón en imperio alguno, son testigos. Isabel fue una gran impulsora de la educación y de la instrucción cultural de la mujer. Fue asimismo precursora de los hospitales de campaña, al hacerse acompañar por médicos y de ayudantes para atender a los heridos en combate.
Isabel y Fernando firmaron con Portugal el Tratado de Tordesillas (1494) que delimitó las respectivas áreas de influencia en el Atlántico. Cooperaron con una Iglesia Católica brillante y reformista. Dejaron una España unida. Su acción en América transformó la geografía, revolucionó la alimentación, impulsó cambios demográficos y creó la Civilización Hispánica.
Isabel tuvo siete hijos (dos nonatos), todos con Fernando: Isabel, princesa de Asturias, casó con el infante Alfonso en 1490. A su muerte, casó con el tío de Alfonso, Manuel, que fue rey de Portugal como Manuel I, el Afortunado, y fue reina de Portugal entre 1495 y 1498. Murió de parto. Juan, príncipe de Asturias, quien contrajo matrimonio con Margarita de Austria y murió al poco. Juana I de Castilla, Juana la Loca casó con Felipe el Hermoso de Habsburgo, iniciador de la dinastía. Su primogénita fue Leonor de Austria y en 1500 tuvo a Carlos, quien la sucedería como Rey (Carlos I) y como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico bajo el nombre de Carlos V. Tras Carlos dio a luz a Fernando. Terriblemente afectada por la muerte de su marido, fue recluida por su padre Fernando en Tordesillas. María casó con el viudo de su hermana Isabel, Manuel I de Portugal. Fue madre de diez hijos. Catalina contrajo matrimonio con el príncipe Arturo de Gales en 1502, que murió pocos meses después de la boda. En 1509 desposó a su cuñado, que sería Enrique VIII. Así fue reina de Inglaterra. Su hija fue la reina María I de Inglaterra, María Tudor.
En 1958 se inició su proceso de beatificación. Desde 1974, la Reina Isabel la Católica es considerada sierva de Dios por la Iglesia. La causa de su beatificación está abierta.
Una de las frases del texto, por supuesto entrecomillada al referirse a una aportación de otro (no todos lo hacen, ya saben) es la que más me ha llamado la atención, acaso por su precisión: “Las leyes están para que el poderoso no lo pueda todo”. Es de Ovidio.
Ustedes saben quién es Greta Thunberg, joven sueca que arrasa entre los calentófobos irredentos. Para celebrar su desempeño y milagros (no digo vida y milagros porque la primera es corta todavía, aunque también los segundos son inexistentes), un científico británico ha dado el nombre de la muchacha a un escarabajo ciego que se halló en la década de 1960 en Nairobi y desde entonces no tenía tal distinción.
Ya tiene nombre. Y hasta apellido. Se llama Nelloptpodes Gretae. El escarabajo (hubiera sido más propio que se tratara de una cucaracha) se describe en The Entomologist’s Monthly Magazine. Su editor, Andrew Wakeham-Dawson, está «encantado» de que se haya publicado un nombre de especie que «reconoce todo lo que Greta y sus partidarios han hecho». El tipo está encantado de que alguien mienta por sistema. Y es que tiene que haber gente para todo.
La frase de hoy tiene muchos padres. Entre ellos podemos citar a Epicteto, Aristóteles, Cicerón, Marco Aurelio, San Agustín, Boecio, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, Baruch Spinoza, Friedrich Schiller y muchos otros. Por su lado, las fuentes anónimas son incontables. Así que la dejaremos en apócrifa, porque además tiene diversas construcciones levemente diferentes entre sí. Lo que pasa es que resulta en extremo oportuna: “Dios mío, dame el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar, la serenidad para aceptar las que no puedo cambiar y la inteligencia para distinguir entre las dos”.
Saludos
Aunque desde los tres años de edad Isabel había estado comprometida con Fernando, hijo de Juan II de Aragón, Enrique IV quiso desposarla primero con Carlos, príncipe de Viana. Juan II de Aragón se opuso. Tampoco fructificaron los intentos de casarla con el rey Alfonso V de Portugal, casi veinte años mayor que ella. Ni tampoco la pretensión de casarla con Juan, hijo de Alfonso V de Portugal. El rey trató entonces de maridarla con el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia, pero Isabel se negó.
Paralelamente, Juan II de Aragón negociaba con Isabel la boda con su hijo Fernando. Isabel y sus consejeros decidieron que era el mejor candidato, pero había un impedimento: eran primos segundos (sus abuelos, Enrique III y Fernando de Antequera, eran hermanos). Necesitaban, por tanto, una bula papal que les exonerara de la consanguinidad. El Papa, empergo, no llegó a firmar este documento, pues temía las consecuencias que ello podría acarrearle al granjearse la enemistad de Castilla, Portugal y Francia, todos ellos negociando con Enrique IV para desposar a Isabel con otro pretendiente.
Cuando tenía 16 años, Isabel fue comprometida con Pedro Girón, maestre de Calatrava, de 43 años, pero Girón murió mientras iba a encontrarse con su prometida.