LA CARTA DE LOS MARTES – 01 DE JUNIO DE 2021
En nombre de Dios Todopoderoso
Carta de los martes del 1 de junio de 2021
Queridos amigos:
El 1 de junio de 1952 se suprimieron las cartillas de racionamiento en España. Fue una buena noticia desde muchos puntos de vista. Pero, si ese fue su último día, ¿cuándo se instauraron las cartillas de racionamiento en España? La primera de que se tiene noticia cabal apareció durante el llamado (por sí mismo) Gobierno de la Victoria, presidido por Francisco Largo Caballero (PSOE), mediante Decreto de 5 de marzo de 1937 publicado en la Gaceta de la República dos días después[1]. Pero no es ésta la cartilla que terminó su andadura en junio de 1952, sino otra que estableció el gobierno de Francisco Franco Bahamonde por orden Ministerial del 14 de mayo de 1939. Fue el instrumento del régimen de racionamiento que se estableció en España para muchos productos alimenticios básicos y otros de primera necesidad no alimenticios.
La medida fue necesaria, a la vista de la escasez de suministros, para evitar que los precios subieran desaforadamente y una buena parte de la gente no pudiera pagarlos, lo que hubiera supuesto una hambruna fatal[2]. El racionamiento no alcanzaba para cubrir las necesidades alimenticias básicas de la población[3], por lo que se vivieron años de hambre y miseria. Las cantidades de alimentos disponibles vía cartillas podían llegar a ser diferentes en función del tipo de trabajo del cabeza de familia. Inicialmente las cartillas de racionamiento eran familiares, pero fueron sustituidas en 1943 por cartillas individuales.
No había una cartilla de racionamiento sino dos. Una era para la carne y otra para los demás alimentos[4] y productos necesarios (jabón, por ejemplo). Y se contemplaban diferentes grupos de consumidores: niños menores de 14 años, adultos y mayores de 60 años, con distintos límites para cada una. Los gestionaba la Comisaría General de Abastos, que iba cambiando las cantidades disponibles en función de los stocks. Cada ciudadano tenía asignado el proveedor o tienda de comestibles que podía utilizar.
La escasa oferta de alimentos provenía de tres causas concomitantes: la destrucción provocada por la guerra (precedida por la desafortunadísima gestión económica, social y política de la República[5]), el posterior (1/9/1939) desencadenamiento de la II Guerra Mundial y a la postre, el aislamiento internacional provocado por las potencias aliadas a un país no beligerante, que fue continuado por la ONU[6], manejada por su Consejo de Seguridad, con la URSS a la cabeza. No fue ajeno tampoco el sistema de intervención de precios propio de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, miembro preeminente del régimen, que con sus planteamientos socializantes prefirió ordenar el consumo de lo existente en lugar de desarrollarlo vía precios libres[7].
A ello se unió a mediados de los años 40 la actividad terrorista[8] del maquis[9] y una sequía que no permitió producir en secano lo que se hubiera podido obtener en condiciones normales.
En todo momento el sistema productivo estuvo condicionado por la práctica desaparición de las reservas de oro y divisas del Banco de España, perpetrada por el bando frentepopulista, el mantenimiento de España fuera de los circuitos financieros asociados al Plan Marshall y el boicot comercial instrumentado por el Reino Unido.
Fueron tiempos difíciles. Se estima que en España murieron de hambre en torno a 3.000 personas entre 1939 y 1947. En Grecia, la cifra estimada fue de 300.000. Cifras superiores a la española fueron las de Países Bajos, Francia e incluso Alemania (entre 1945 y 1948, sobre todo).
¿Cómo, cuándo y por qué se revirtió la situación? Poco a poco se produjo la recuperación de la industria (el INI, acrónimo correspondiente a Instituto Nacional de Industria, no fue ajeno a ello), aumentó la generación de energía, sobre todo hidroeléctrica, crecieron los regadíos, mejoraron la enseñanza y varios índices de salubridad; todo ello condujo a la desaparición del hambre y, consecuentemente, de las cartillas de racionamiento. En el teatro exterior, Argentina sacó al mercado internacional sus excedentes cárnicos y cerealísticos y España adquirió a crédito en octubre de 1946 importantes cantidades de ambos rubros.
¿Qué pasó en otros países que sufrieron directamente la guerra? En el Reino Unido, el racionamiento llegó a ser más severo después del final de la guerra que durante el transcurso de la misma. El pan empezó a ser racionado en 1946. El del azúcar terminó en febrero de 1953. El final del racionamiento no ocurrió hasta 1954, con el plátano. Los ciudadanos de Francia, Italia y Bélgica estuvieron sujetos a racionamiento hasta 1949.
En EEUU, la Office of Price Administration vigilaba los precios y establecía topes en los productos alimenticios. Desde 1941 hasta 1946 se racionó un tercio de los productos alimenticios de los estadounidenses. Canadá tuvo su propio racionamiento hasta 1947. Irlanda terminó en 1951; Suecia[10], Portugal y Suiza (duró hasta 1948), todos ellos países neutrales durante la guerra, también recurrieron al racionamiento. Países Bajos suprimió la cartilla en 1952. Finlandia en 1955. Hungría eliminó el racionamiento en 1948, pero la dictadura comunista lo reintrodujo en 1951. En Polonia se reinstauró en la década de los 50 y luego entre 1976 y 1989. En Cuba, el castrismo introdujo en 1962[11] la cartilla de racionamiento. Hasta ahora. En Venezuela[12] empezó en 2016.
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La noticia de esta semana versa nuevamente sobre el virus SARS-CoV-2 o coronavirus. No es Mario Noya un desconocido para estas páginas y tampoco es la primera vez que habla del origen de este virus. Hace bien. Y así seguirá hasta que nadie albergue duda alguna sobre la responsabilidad de la República Popular China.
El artículo empieza así: “El periodista especializado Nicholas Wade (Nature, Science, New York Times) se ha puesto a seguir las pistas, las ha escudriñado, desmenuzado, contrastado, y finalmente ha llegado a la conclusión de que «la teoría del surgimiento natural tiene que hacer frente a una miríada de inverosimilitudes[13] (implausibilities)» y de que, en cambio, hay fundadísimas razones para sostener que su origen no está en una oscura cueva de murciélagos del sur de China sino en un laboratorio de la lejana ciudad de Wuhan”. La comprobación es difícil: la RP China ha impuesto el silencio total. Nada más culpable que eso.
El virus parece haber sido diseñado por el equipo de la doctora Shi Zhengli, conocida como Bat Woman, en un laboratorio del Instituto Virológico de Wuhan. La doctora Shi trabaja desde hace años con coronavirus. Los ha creado antes (al menos el SHC014-CoV, en 2015). La financiación es norteamericana, en parte[14]. El virus actual no ha dejado trazas de su eventual origen natural. “El SARS nos llevó (en sólo cuatro meses) de los murciélagos a las civetas y el MERS (en apenas nueve) de los murciélagos a los camellos. Del SARS-2, pasados dos años largos y con todo el mundo en vilo y volcado, no es ya que no sepamos nada del animal intermedio (pese a que China ha examinado más de 80.000)”, es que no sabemos qué animal puede hacer sido el huésped. Y es que no es un animal irracional.
Es un gran artículo. No es breve pero sí enciclopédico. Toca cada palo: el de la deriva criminal de la RP China, el de los mal servidos intereses estratégicos de los EEUU, el de la OMS (de infausto recuerdo), el del necesariamente prescindible (para ellos) Donald Trump, el de la prensa obsecuente, el de los investigadores corruptos. Y el cóctel de tantos elementos ha conducido a una catástrofe global.
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El avance tecnológico de hoy pone en cuestión una pieza clave de la interpretación del origen del hombre.
Si la semana pasada hablábamos de especies aparentemente desaparecidas hace casi 250 millones de años, pero que en realidad estaban vivas en algunos fondos marinos, hoy traemos un artículo de Sergio Almécija, científico senior investigador en la American Museum of Natural History’s Division of Anthropology, autor principal, publicado en la revista Science. que pone en cuestión nada menos que el origen especulativo de las especies de aquel gran científico que fue Charles Darwin[15]. El título es casi suficiente: “La mayoría de las historias (es decir, hipótesis, n. del a.) sobre el origen del Hombre no son compatibles con los fósiles conocidos”. Este es el sino de la Ciencia: las hipótesis deben ser comprobadas, las teorías deben ser constantemente puestas en cuestión. Y si se encuentran errores o fallos, hay que volver a empezar.
Me gustaría poner en la carta algunos de los interesantes circunloquios de Almécija y de sus colaboradores, entre los que aparecen Ashley Hammond, de la División de Antropología del Museo, y Kelsey Pugh, asimismo coautor del estudio, pero esta carta se ha hecho un poco larga. Si tienen un rato para leer el artículo, lo encontrarán de interés.
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La frase de hoy es de Charles Darwin (1809/1892).
“En algún periodo del futuro, no muy distante, como en cuestión de siglos, es casi seguro que las razas civilizadas del hombre exterminarán y reemplazarán a las razas salvajes en todo el mundo”[16].
Saludos
CDC