LA CARTA DE LOS MARTES – 26 DE OCTUBRE DE 2021

LA CARTA DE LOS MARTES – 26 DE OCTUBRE DE 2021

“En nombre de Dios Todopoderoso”

Carta de los martes del 26 de octubre de 2021

Queridos amigos:

El 26 de octubre de 1810 se produjo en La Habana, capital de Cuba (España), un fenómeno atmosférico que es conocido por “La Tormenta de la escarcha salitrosa”[1]. Fue un huracán medianamente poderoso – se estima que de fuerza 3 en la escala Saffir-Simpson[2] – pero resultó muy destructivo por afectar a zonas muy pobladas y por la abundante e intensa lluvia que trajo consigo.

Los anales cuentan que llovió ininterrumpidamente durante 12 días. El fuerte oleaje destrozó las calzadas y muchas viviendas aledañas al mar. El huracán hundió no menos de 70 barcos y, en ocasiones, rebasó en 8 varas[3] las astas de las banderas de las fortalezas de El Morro y La Punta. El huracán produjo al menos 100 muertos y arrasó almacenes y pañoles del Arsenal Real. Varias embarcaciones fueron llevadas por las olas hasta 100 metros al interior de la isla. Las inundaciones fueron enormes.

No fue este el primer huracán del que se tiene noticia en Cuba, pero sí el primero de los grandes que se recuerda. En los últimos 222 años, más de cuarenta huracanes han castigado Cuba en el mes de octubre, bastantes de ellos con categorías 3, 4 y – menos – 5 en la escala Saffir-Simpson. En ese mes, las aguas del mar Caribe occidental se mantienen calientes y por el continente norteamericano avanza el aire frío en niveles altos: su choque crea el caldo de cultivo idóneo para los huracanes.

El primer huracán registrado en La Habana un octubre fue el del 24 de ese mes de 1692. Fue la «Tormenta de San Rafael». El 15 de octubre de 1768 estalló la «Tormenta de Santa Teresa» y el del 29 de octubre de 1792, la «Tormenta de San Francisco».

Tras la “Tormenta de la escarcha salitrosa” vino la “Tormenta de San Francisco de Asís” (4 y 5 de octubre de 1844), probablemente con categoría 4 en la escala Saffir-Simpson. Se contabilizaron en la capital 100 muertos, muchos heridos, 2.546 casas derrumbadas y 13 buques hundidos en la bahía. Luego asoló Cuba la “Tormenta de San Francisco de Borja” (10 y 11 de octubre de 1846), el único de categoría 5 sobre La Habana. Sus vientos huracanados cubrieron casi toda la isla. En La Habana se registraron 916 hectopascales[4], la presión atmosférica más baja contabilizada hasta hoy.

Tras el huracán de 1865 vino el “Huracán de San Marcos” (7 y 8 de octubre de 1870), que provocó 800 muertos en la ciudad de Matanzas. Hubo fuertes huracanes en 1876, 1882, 1906, 1909 y 1910. Este último fue llamado “el Huracán de los cinco días” (del 13 al 17 de octubre de 1910), de categoría 4, interminable e impredecible; su trayectoria dibujó un lazo al noroeste, en la zona de Pinar del Río. Fue especialmente destructivo, porque cruzó dos veces por el mismo lugar. Nunca se conoció el número de muertos.

Después sobrevino el huracán del 19 de octubre de 1924, llamado Huracán sin Precedentes. El “Huracán del 26” (20 de octubre de 1926), asimismo de categoría 4, vertió 520 mm de lluvia en 24 horas y provocó 600 muertos. El “Huracán del 44” (18 de octubre de 1944), de categoría 4, azotó La Habana sin apenas lluvia y arrojó 300 fallecidos. Hubo otros significativos en 1945, 1948, 1950. 1952 y 1963[5]. El Sigo XX se cerró con Lili en 1996.

Todo esto pone de relieve que huracanes ha habido siempre, que el siempre existente cambio climático[6] no aumenta su incidencia ni su importancia, ni el número de muertos que provocan los meteoros, ni los daños a su paso, sea en Cuba o en Estados Unidos. Que los datos lo avalan. Que es falso decir que aumentan en número y/o en fuerza.

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La noticia de esta semana es un conjunto de ellas, referidas a la cantinela mundialista del calentamiento global. Una hace hincapié en el intervencionismo burocrático que no cesa. Está llena de los lugares comunes habituales, todos ellos residentes en la falsedad más absoluta: esa que asevera que estamos cambiando el clima por emitir CO2. Pero cuando identifica los problemas a que nos estamos enfrentando en el Occidente europeo[7], acierta. Instituciones en manos de mafiosos impunes están arrojando la industria europea a la insignificancia, destrozando el sector de la automoción, reduciendo sustancialmente la renta disponible y arrojando a la miseria a las familias y personas menos capaces de consumir energía para climatización, alimentación y otros usos domésticos.

Otra de las noticias que les traigo desgrana el mantra falso y acientífico de que el calentamiento acongojante se avecina, por más que sepamos perfectamente que el CO2 ya ha alcanzado su máximo de forzamiento con un 415 ppm.[8] en el (es de pago, pero no se pierden nada si no quieren incurrir en gasto alguno, ya les digo).

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El avance tecnológico de hoy tiene que ver con todo lo anterior y arroja considerables dosis de racionalidad sobre el asunto: la energía nuclear es el presente y el futuro de la generación de energía eléctrica y si los decisores al mando de los mecanismos políticos no lo quieren reconocer, pagaremos por ello como ya estamos pagando. Lo sabemos perfectamente. No hay duda alguna.

Ya se habla de que los burócratas de la ONU y de la UE van a reconsiderar la calificación de la energía nuclear: la van a pasar a la categoría de verde. Parecen asombrados por los efectos de sus criminales políticas energéticas. Entretanto, Bill Gates Warren Buffett podrían financiar los trabajos de desarrollo de un nuevo generador nuclear de nuevo cuño. Valorémoslo: si los que hablan son quienes se juegan su propio dinero, son creíbles[9]. Si los que hablan son burócratas que se juegan el dinero de los demás, se lo gastarán también – no les quepa duda – pero será en vano.

Más vale que se den prisa. Mientras los papanatas de Occidente desmantelan las nucleares o las paralizan, las autoridades chinas siguen a lo suyo. En esto tienen razón. En los EE. UU., haciendo de la necesidad virtud, una funambulista en el actual gobierno[10] ya afirma que lo nuclear es guay. Pues sí. Dios escribe recto en renglones torcidos. Y milagrosamente (así conviene adjetivar un imposible hasta ayer mismo), estas cosas súbitas ocurren hasta en Europa Occidental, oiga.

Así las cosas, el mundo se dividirá asimismo entre países que apuesten por la energía nuclear y los que no lo hagan. Imaginen dónde estará España. ¿Y Japón, tras Fukushima? Lean, lean.

Por cierto, ¿sabe el lector cuántos muertos causó el accidente nuclear de Fukushima? La respuesta es sencilla. Hay tres opciones; a: 1.000.000 b: 23.000 c: 3: 0. Al pie de la página tiene la respuesta[11]. Esto, por lo que al peligro de utilizar esa energía respecta en caso de accidente o catástrofe.

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La frase de hoy pertenece a Hans-Werner Sinn, asesor del Ministerio de Economía Alemán, quien en un reciente artículo afirmaba algo que no por ser bien conocido es menos importante: «Se está poniendo de rodillas a la industria europea y se la está privando de competitividad».

Bastante les importa a los políticos miopes y cortoplacistas. Ellos ya han conseguido lo suyo. Y siguen.

Cordiales saludos

José-Ramón Ferrandis
Director
CDC


[1] La razón es que el salitre contenido en la espuma de las grandes olas generadas por el huracán, llevado por el viento al interior, se depositó sobre el suelo como si se tratara de escarcha. El nombre del evento surgió en Pinar del Río, donde el suelo quedó cubierto por una capa de sal resultante del agua de mar transportada por el viento.
[2] La escala de huracanes de Saffir-Simpson clasifica los ciclones tropicales según la intensidad del viento. Fue, desarrollada en 1969 por el ingeniero Herbert Saffir y completada por el director del Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Estados Unidos, Robert «Bob» Simpson. Saffir estaba trabajando para Naciones Unidas estudiando construcciones de bajo coste en áreas propensas a sufrir huracanes. Saffir se percató de que no había una escala apropiada para describir los efectos de los huracanes, así que inventó una de cinco niveles, basada en la velocidad del viento, que describía los posibles daños en edificios. Saffir cedió la escala al Centro Nacional de Huracanes de los EE. UU. Posteriormente, Simpson añadió a la escala los efectos del oleaje y las inundaciones. No se tienen en cuenta las precipitaciones ni el lugar en que se desata el fenómeno atmosférico. Así, un huracán de categoría 3 que afecte a una zona muy poblada puede causar muchos más daños que uno de categoría 5 que afecte a una zona despoblada.
[3] La vara fue una unidad de longitud utilizada en España, Portugal y sus zonas de influencia. Equivalía a 3 pies. Cada región tenía distintos valores para la vara. La más empleada era la vara castellana o vara de Burgos, de 0,835905 metros, tres veces el pie castellano de 0,278635 metros. Así, 8 varas por encima de las astas eran casi 7 metros. ¡Siete metros por encima de las astas de las banderas de culminación!
[4] Un hectopascal equivale a un milibar.
[5] El huracán Flora desencadenó lluvias del orden de 1800 mm. en 72 horas. Ello ocasionó grandes inundaciones y 1050 muertes.
[6] El clima cambia siempre, por definición.
[7] No el norteamericano: se han cargado el carbón como fuente de generación, pero tienen centrales nucleares y producen gas a un precio mucho más bajo.
[8]Ppm significa partes por millón. Es una unidad de medida.
[9] Para la Asociación Nuclear Mundial, estos reactores nucleares avanzados tienen diseños más simples, son más fáciles de construir, resultan más eficientes en combustible y son más baratos y seguros que los reactores al uso.
[10] Jennifer Granholm, secretaria de Energía del Gobierno de norteamericano encabezado por Biden, declaró hace días en la convención anual de la IAEA, (la agencia de energía atómica de la ONU): «El informe del IPCC fue claro: estamos en código rojo para la humanidad y sabemos que el despliegue continuado de la energía nuclear es esencial para afrontar el cambio climático». Olé tu faz pétrea.
[11] La respuesta correcta es c: 0. Cero, Ninguno. Nada. Los 23.000 muertos lo fueron por el tsunami y las inundaciones consiguientes.
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