LA CARTA DE LOS MARTES – 02 DE NOVIEMBRE DE 2021
“En nombre de Dios Todopoderoso”
Carta de los martes del 2 de noviembre de 2021
Queridos amigos:
El 2 de noviembre de 1327 murió en Barcelona Jaime II, llamado El Justo[1], rey de Aragón, Valencia y Sicilia[2], conde de Barcelona[3]. Jaime II de Aragón había nacido en Valencia el 10 de abril de 1267, siendo segundogénito de Pedro III de Aragón, El Grande, y de Constanza II de Sicilia. Heredó la corona de Aragón (1291) al morir sin descendencia[4] su hermano, el primogénito Alfonso III.
Jaime II de Aragón desarrolló cinco líneas fundamentales de trabajo y acción durante su (largo: 36 años) reinado. La primera fue orientarse hacia el Mar Mediterráneo[5] y convertirlo (aún más[6]) en el Mar de la Corona de Aragón, al menos en su parte Occidental. La segunda, establecer un limes claro con Castilla en el ámbito de la península ibérica. La tercera, combatir incesantemente a los musulmanes allá donde se encontraran. La cuarta, limitar el poder de los nobles. Y la quinta, diseñar e instrumentar un tejido institucional que consolidara sus reinos.
Veamos en detalle. Ya en el siglo anterior, con Jaime I[7], el poderío naval de la Corona de Aragón era considerable. Tras la conquista de las Baleares, el entorno mediterráneo resultaba acogedor, pues Aragón contaba con una red de consulados comerciales regidos por códigos mercantiles, reforzados por la presencia de la armada. Al heredar Jaime II de su padre el reino de Sicilia en 1285[8], los horizontes se ensancharon hacia el Este. Sin embargo, el papado y la Casa de Anjou se opusieron: Sicilia, en poder de Aragón, era una base que, junto con Túnez, permitía el control de las rutas del Mediterráneo occidental y superioridad en la ruta de Levante. Mucho era eso para el papado, los angevinos y Carlos de Anjou. El conflicto estaba servido.
Al frente de Sicilia ya se encontraba como gobernador Fadrique o Federico, hermano menor de Jaime II, quien se desvinculó por completo de los intereses de la Corona de Aragón. Aunque Federico resistió militarmente hasta 1299, ya Jaime II había cedido la isla al Papa. El nuevo pontífice, Bonifacio VIII, había conseguido muñir el Tratado de Anagni[9]. En 1299, el pacto quedó sellado mediante la boda de Jaime II con Blanca de Anjou[10], hija de Carlos I de Anjou. Federico fue reconocido como rey de Sicilia por la Paz de Caltabellota (1302). Años más tarde, Jaime II conquistó de facto Cerdeña (1323-1325), a pesar de la oposición de Génova y Pisa.
La reconquista de Rodas (1310) movió a Jaime II a intentar obtener el reino de Chipre[11]. La falta de descendencia del matrimonio y lo poco verosímil del intento desbarataron el plan.
Los almogávares[12] conquistaron el ducado de Atenas, que posteriormente se incorporó (fugazmente) a la Monarquía aragonesa.
Las relaciones con Castilla fueron a veces tensas por las políticas expansivas que ambos reinos propiciaban. Inicialmente, Jaime II firmó con Sancho IV de Castilla, el Bravo, las Vistas de Monteagudo, (1291)[13] lo que benefició a ambos reinos. Aragón ayudó a Castilla en la toma de Tarifa (1292). Aunque Jaime II se intentó aliar con Sancho IV casándose con su hija Isabel en 1291, el matrimonio fue frustrado por el Papa por la consanguinidad de los prometidos. Tampoco se consumó, pues la novia tenía ocho años de edad. Tras la muerte del rey Sancho en 1295, este primer matrimonio del aragonés quedó anulado.
En 1296, Jaime II intervino en las luchas provocadas por la minoría de edad de Fernando IV, apoyando a Alfonso de la Cerda, pretendiente a la corona de Castilla. Simultáneamente, Jaime II pretendía anexarse del Reino de Murcia. Ocupó muchas ciudades sin declaración de guerra. La reina regente castellana, María de Molina, no se resignó. Logró la mediación del rey de Portugal, que desembocó en la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) y el Tratado de Elche (1305). La paz supuso la devolución a Castilla de la mayor parte del Reino de Murcia. No obstante, las comarcas de Alicante, Orihuela y Elche pasaron al Reino de Valencia, integrante de la Corona de Aragón. El fin de la guerra llevó a los aragoneses a luchar junto a los castellanos contra Granada, tomando parte en los asaltos a Ceuta, Gibraltar y Almería.
La amenaza francesa sobre Aragón como consecuencia del enfrentamiento en Sicilia empujó a los nobles a unirse con el Rey, con quien colaboraron desde las Cortes de Zaragoza de 1291, en las que Jaime II fue coronado tras jurar los Fueros. Gran parte de la sociedad aragonesa participaba de la política de Jaime II. Por otro lado, Jaime II reforzó la posición de la Corona sometiendo a la nobleza con el apoyo de las ciudades, eliminando así los problemas que sus antecesores habían tenido con los nobles de la Unión Aragonesa. La nobleza, que renunció a las reivindicaciones unionistas, recibió honores. Jaime II se reunió regularmente en Cortes con los estamentos del Reino para tratar todo tipo de asuntos; atendió sin cesar las demandas llegadas a su Corte y, en conjunto, resultó un monarca volcado en el reforzamiento del papel de la Corona y sus habitantes.
La égida de Jaime II coincidió con la salida del estancamiento socioeconómico prevaleciente durante gran parte de los reinados de Jaime I, Pedro III y Alfonso III. Tras cincuenta años de inactividad, en 1307 se volvió a acuñar moneda en la ceca de Sariñena. El nuevo impulso económico se materializó en obras varias, como las de la Seo en Zaragoza y el palacio en Ejea de los Caballeros. Jaime II fundó en 1300 la Universidad de Lérida y en 1305 el Consejo. Al final de su reinado, en 1325, las Cortes reunidas en Zaragoza acordaron la supresión del tormento.
En 1312, Felipe IV de Francia conminó a Jaime II a suprimir la Orden del Temple en Aragón. Jaime II se negó inicialmente. Cuando el papa Clemente V abundó en ello, los detuvo, enjuició y declaró inocentes. Consta en Acta. Sus bienes revirtieron sobre la Orden del Hospital (centrada en Aragón), pues la nueva Orden de Montesa (1317) estaba relacionada con el Reino de Valencia, cuyo flanco sur reforzó frente a los musulmanes.
Jaime II fue enterrado en el Monasterio de Santes Creus.
**
La noticia de esta semana tiene que ver con una de las dos certezas de esta vida[14], los impuestos. Más concretamente, la presión impositiva y los efectos dinámicos de sus alzas y bajas. Se llama “Efecto Laffer”[15]– por el economista que lo explicitó – a las subidas de recaudación que siguen a las rebajas de los tipos.
Es muy interesante. Léanlo si a bien lo tienen. Y si les parece, tengan como horizonte de referencia el paisaje y el paisanaje que se concitan en el análisis del fenómeno que supone la ”Curva de Laffer”. Uno tiene el derecho de apoyar u oponerse a cualquier cosa. Cualquiera. Con argumentos, razones y hechos, a ser posible. Pero vean cómo las familias de pensamiento se sitúan ordenadamente frente a esto. Interesante. Ojo que el dinero de la recaudación impositiva no es del Estado sino de empresas y particulares. Que no se les olvide.
El artículo abunda en lo ocurrido con las modificaciones de impuestos arbitradas por Donald Trump durante su primer cuatrienio en el gobierno de los EE. UU. Los beneficios del buen gobierno se extienden más allá de sus límites temporales.
**
El avance tecnológico de esta semana es extraordinariamente esperanzador.
Una terapia novedosa, integrada por una combinación de medicamentos orientados a estimular el sistema inmunitario, ha logrado suprimir por completo en algunos casos cánceres cerebrales y de garganta en fase metastásica. Ha bastado con aplicar la medicación[16], sin intervenir en el quirófano. Como media, el tratamiento alarga la expectativa de vida de pacientes con cánceres terminales.
No sólo es eso; además de la curación y extensión de la expectativa de vida, esta terapia carece de efectos secundarios. Este tratamiento se halla en su fase 3[17] y ha sido probado en 947 pacientes.
**
La frase de hoy es de Santo Tomás de Aquino. “El que no se irrita teniendo motivos comete pecado, porque la paciencia irracional siembra vicios, alimenta la negligencia e invita al mal, no sólo a los malos sino también a los buenos”. A ver, hasta aquí hemos llegado.
Cordiales saludos
José-Ramón Ferrandis
Director
CDC