LA CARTA DE LOS MARTES — 11 DE ENERO DE 2022

La Carta de los martes del 11 de enero de 2022 — Historia y Actualidad con una perspectiva Liberal Cristiana —
Queridos amigos:
El 11 de enero del año 347 nació en la actual Coca (Segovia), Cauca por entonces, el último emperador romano de todo el Imperio: Teodosio el Grande. Murió en Milán el 17 de enero del año 395. Es recordado por dos cosas: por lo ya dicho[1] y, sobre todo, porque impuso el cristianismo como religión oficial del Imperio.
Teodosio adquirió experiencia militar y ascendió en el seno de la milicia combatiendo junto a su padre (un general de alto rango, Teodosio el Viejo) a quien acompañó a Britannia (Gran Bretaña). Al poco, Teodosio el Viejo cayó en desgracia y fue ejecutado. A pesar de que Teodosio había llegado a ser comandante militar (dux) de Mesia[2] desde el 374, se retiró a sus dominios en Cauca para evitar males mayores y disfrutar de sus posesiones.
Las cosas no siguieron los derroteros previstos por Teodosio. En 378, Graciano, emperador de Occidente, le encargó la defensa de Mesia (en el Imperio de Oriente) frente a la invasión de los godos. En 379, Valente, emperador romano de Oriente, falleció en la batalla de Adrianópolis[3] contra los godos[4]. Entonces Graciano confirió a Teodosio el título de Augusto, con potestad en el segmento oriental del Imperio, para suceder a Valente en el peor momento posible.
A pesar de los escasos medios de que disponía, Teodosio venció a los godos[5] y pactó con Atanarico[6] su instalación en Mesia (al sur del Danubio, la gran frontera natural, en la práctica) a título de federados del Imperio[7]. Corría el año 382. Al año siguiente, 383, Graciano fue asesinado en una rebelión, tras lo cual, Teodosio designó a su hijo mayor, Arcadio, co-Augusto para Oriente. Por fin, en 386, Teodosio firmó un tratado con el Imperio sasánida, que dividió el muy disputado Reino de Armenia, pero aseguró una paz duradera entre las dos potencias.
En Occidente, en septiembre de 394, derrotó a Eugenio[8] en la batalla del río Frígido (en la actual Eslovenia) tras la muerte en 392 de Valentiniano II, quien había sobrevivido a un conjunto sucesivo de usurpadores[9]. Por fin, Teodosio asumió personalmente ese trono[10] y gobernó como emperador único, nombrando co-Augusto para Occidente a su hijo menor, Honorio[11], dejando así la herencia imperial dividida entre sus dos hijos. Eso, en la práctica, significaba que las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales, controlados desde Roma, y los territorios orientales, controlados desde Constantinopla, eran demasiado grandes como para intentar mantener la unidad imperial. La división fue irreversible[12] y desembocó en la caída del Imperio de Occidente ochenta años más tarde. En Oriente, el Imperio (Bizantino) duró hasta 1453.
Se ha considerado a Teodosio como un administrador íntegro, avezado, austero, sensato y hasta misericordioso. Pero, sobre todo, era un cristiano devoto, firme defensor del canon de Nicea[13] y protagonista de la desaparición del paganismo en el imperio romano, oficialmente cristiano desde Teodosio. Veamos cómo.
En el siglo IV, la Iglesia cristiana estaba sumida en una profunda controversia relativa a tres factores: la divinidad de Jesucristo, su relación con Dios Padre y la naturaleza de la Trinidad. Para resolverla, Constantino I convocó el concilio de Nicea[14] en el 325. De él salió la ortodoxia: Jesús, el Hijo, era igual al Padre, era uno con el Padre y era de la misma sustancia que el Padre.
Cuando Teodosio llegó al poder, todavía quedaban contingentes eclesiásticos arrianos[15]. Además, durante sus primeros años como Emperador, Teodosio había conservado templos o estatuas paganas como edificios públicos. Esa tolerancia con los paganos obedecía a la necesidad de apoyos de la clase dirigente pagana. Pero el 27 de febrero de 380, Teodosio (junto con Graciano) promulgó el Edicto de Tesalónica, mediante el cual declaró el cristianismo en su versión nicena como única religión imperial legítima, acabando con el apoyo del Estado a la religión romana tradicional y prohibiendo la adoración pública de los antiguos dioses. El 26 de noviembre de 380, a los dos días de llegar a Constantinopla, Teodosio expulsó al obispo cristiano no niceno, Demófilo de Constantinopla. Nombró a Melecio patriarca de Antioquía y a Gregorio Nacianceno patriarca de Constantinopla. En enero de 381 dio órdenes de cerrar las capillas arrianas en la ciudad y de expulsar a todos sus servidores. También reiteró la prohibición de sacrificios efectuada por Constantino.
Finalmente, Teodosio convocó un nuevo Concilio en Constantinopla en el 381. La conclusión fue tan tajante como la de Nicea: la consustancialidad era la ortodoxia y el arrianismo, la herejía. En 388 declaró que las fiestas paganas que no se hubieran transformado en fiestas cristianas serían días laborables a partir de 389.
Entre 391 y 392, Teodosio emitió los llamados “decretos teodosianos”, que supusieron la desaparición del paganismo. Se concretaron en la prohibición de visitar los templos paganos, la finalización de los subsidios institucionales asociados, la extinción del fuego eterno del Templo de Vesta en el Foro Romano, la disolución institucional de vestales y arúspices, el castigo de la práctica de la brujería y la prohibición de sacrificios de sangre. Teodosio rechazó asimismo la petición de los senadores paganos de restaurar el Altar de la Victoria en la Casa del Senado romano. Tras los Juegos Olímpicos de 393, Teodosio los canceló, calificándolos de paganos.
El endurecimiento revelado en los “decretos teodosianos” ha sido atribuido a la creciente influencia de Ambrosio, obispo de Milán. En el 390, Ambrosio había excomulgado a Teodosio por la masacre de 7.000 habitantes de Tesalónica en respuesta al asesinato de su gobernador militar. La excomunión fue temporal y Ambrosio lo readmitió cuando Teodosio mostró público arrepentimiento: el obispo demostró así su autoridad sobre el Emperador. Podríamos pensar que aquí se encuentra la semilla de las dos espadas[16].
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La noticia de esta semana tiene que ver con un organismo supranacional que, en su origen, fue un logro de alcance histórico (el Mercado Común Europeo), pero que, con el paso del tiempo, el ejercicio de un poder creciente y la absoluta falta de criterio civilizatorio ha abocado a ser una tiranía tecnocrática sin alma dispuesta a comprar voluntades preparadas para venderse. Y los hay que pretenden que crezca, arrase a los estados-nación por arriba, usurpe la interpretación de la Ley por encima de las constituciones nacionales, permita incesantes ataques contra la Cristiandad y se rinda al islam. Como muestra, basta un botón.
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Un macarra[17] que ejerce desde 2019 como Embajador especial de la UE, Riccardo Simonetti[18], aparece en una revista queer[19] alemana[20] como si fuera la Virgen María con barba. La mofa es inaceptable y de inmediato se ha producido un rechazo, pero no un rechazo institucional de la UE, sino de algunos eurodiputados y 100.000 ciudadanos europeos indignados. Simonetti ha insistido: “si ignoramos el hecho de que Jesús no era blanco, también podríamos creer que la Virgen María tenía barba”[21]. Un eurodiputado del partido político español VOX[22] ha reaccionado con fuerza.
Recuérdese que, días antes del espectáculo Simonetti, la Comisión Europea había lanzado una guía interna que solicitaba a los dirigentes comunitarios que no felicitaran la Navidad sino “las fiestas”[23]. Esta es la línea habitual en la Comisión Europea[24], que ataca las raíces cristianas de Europa[25] un día sí y otro también, de manera directa o sibilina. Lo hacen con nuestro dinero y contra nosotros. Basta ya.
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El avance tecnológico de esta semana se refiere a algo que en sí mismo no lo es. La receta española para fabricar hidrógeno renovable con rayos de sol Son los costes de obtener hidrógeno los que descienden, como tantas veces ha ocurrido en los desarrollos tecnológicos. Como sabemos, no es políticos lo que se necesita, sino estadistas, con visión a largo y vías plausibles para obtener independencia energética (disponer de energía limpia, barata y abundante es el canon. Está en peligro). Lo demás es oropel. Y parásitos.
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La frase de hoy está en un artículo de Jesus Lainz referido a un libro de Wenceslao Fernández Flórez (1885/1964), maestro de periodistas, que a su vez constituye uno de los capítulos del libro La gran venganza. De la memoria histórica al derribo de la monarquía. “El marxismo es la religión de los envidiosos, de los fracasados, de los inferiores, y como no pueden ascender hasta lo bueno, buscan la igualdad rebajándolo hasta su propio nivel”. Fernández Flórez no se refería al marxismo cultural. Las instituciones de la Unión Europea sí lo hacen.
Cordiales saludos
José-Ramón Ferrandis
Director CDC
