LA CARTA DE LOS MARTES — 15 DE FEBRERO DE 2022

LA CARTA DE LOS MARTES — 15 DE FEBRERO DE 2022

La Carta de los martes del 15 de febrero de 2022 — 

Queridos amigos:

A las 21:40 del 15 de febrero de 1898, el acorazado de bandera estadounidense USS Maine estalló y se hundió en el puerto de La Habana (España), muriendo 261 integrantes de la dotación[1] del buque. El hecho fue distorsionado y utilizado de inmediato por la prensa manipuladora norteamericana, sobre todo[2] por el New York Journal y el New York World,[3] propiedad de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer[4] respectivamente, lo que provocó un movimiento generalizado de culpabilización de España en la opinión pública de aquel país.

El USS Maine había entrado en el puerto de La Habana el 25 de enero de 1898[5] sin previo aviso, en contra de las prácticas diplomáticas, lo que hacía de ello una provocación. Sin embargo, la reacción de las autoridades españolas fue adecuada, al punto de que los oficiales que no fallecieron en la explosión se hallaban en un baile dado en honor de los oficiales americanos por las autoridades españolas.

Estados Unidos acusó a España del hundimiento y exigió su retirada de Cuba[6]. El gobierno español rechazó cualquier implicación en el hundimiento del Maine, considerando un acto de guerra la eventual invasión norteamericana de Cuba.

En abril de 1898 se desencadenó formalmente[7] la guerra entre España y los Estados Unidos. Fue de corta duración: medios, capacidad industrial, demografía, proximidad del escenario a los EE. UU., todo favorecía a la potencia emergente americana. En agosto había terminado. Fue una derrota que arrastró la pérdida de los restantes flecos del Imperio español, salvo los enclaves africanos[8]. Fueron los EE. UU. quienes se aprovecharon de los jirones del Imperio[9]: esa era la idea desde el principio.

¿Qué pasó exactamente? Se produjeron varios intentos de averiguar lo acontecido. O al menos, de que lo pareciera. Inmediatamente tras el hundimiento, se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense[10].

El gobierno de España[11] encargó una investigación a los oficiales navales Del Peral y De Salas. Tras analizar las pruebas halladas por oficiales de artillería naval que examinaron los restos del Maine, concluyeron que la explosión fue debida a causas internas: no era posible que hubiera sido una mina, pues no se vio ninguna columna de agua. Si hubiera sido una mina, no habrían estallado los pañoles de munición. Si hubiera sido una mina (una explosión subacuática), habría peces muertos en el puerto, y no los había. Además, no soplaba viento y las aguas estaban en calma, por lo que una mina no podía haber sido detonada por contacto. Hubiera sido posible por vía eléctrica, pero no se encontraron cables de ningún tipo. Así las cosas, la hipótesis de la explosión interna era la única plausible. La investigación española identificó como causa de la explosión[12] la combustión espontánea del carbón almacenado en las carboneras, localizadas junto a los pañoles de munición del USS Maine.

La Armada estadounidense encargó a dos tribunales distintos que profundizaran en la búsqueda de la verdad. El primero (1898) estaba presidido por el capitán[13] William T. Sampson. El tribunal se formó el 21 de febrero, seis días después de la explosión. Tomó testimonio a supervivientes, testigos y buzos. No quedó registro alguno sobre la relación entre testimonios (incoherentes entre sí) y conclusiones. La comisión concluyó que el Maine había sido volado por una mina, que a su vez había causado la explosión de los almacenes de munición de proa. Llegaron a esta conclusión basándose en el hecho de que la mayoría de los testigos declararon que habían oído dos explosiones y que parte de la quilla estaba doblada hacia dentro.

El segundo, mucho más tarde (1911), que tuvo lugar ante las inconsistencias del primero y la ausencia de especialistas en el tribunal de 1898, estaba presidido por el almirante Charles E. Vreeland y contó con ingenieros navales. Se dejaron al descubierto los restos del naufragio mediante ataguías levantadas alrededor del pecio para dejarlo a la vista. El tribunal concluyó que una explosión externa había provocado la explosión de los almacenes de munición. Se modificaron tres cosas respecto de las conclusiones del tribunal anterior: el lugar del posible impacto, la potencia del mismo y que la flexión de la quilla mencionada en el primer tribunal fue causada por la explosión de las municiones, no por una explosión externa.

En 1975 el almirante Hyman G. Rickover, insatisfecho con las conclusiones de los anteriores tribunales, encargó una investigación privada acerca de la explosión. Rickover, con un extenso equipo de investigadores, reunió todos los informes de las comisiones anteriores y cuantas declaraciones, documentos[14], publicaciones y fotografías encontró. Tras analizarlo todo a fondo, dictaminó sin lugar a dudas que “una fuente interna fue la causa de la explosión del Maine”. Se entendió que la causa más probable fue la entrada en autocombustión del carbón[15] que se encontraba en las carboneras contiguas a la santabárbara. Ese problema era habitual en los buques estadounidenses de la época[16]. En este caso, detonaron más de 5 toneladas de pólvora, destruyendo un tercio del buque y hundiéndolo.

Quedó establecido desde la perspectiva norteamericana que la explosión en el USS Maine no fue provocada por una mina, que probablemente se trató de autocombustión del carbón utilizado como combustible y la posterior transferencia del fuego a la santabárbara a través de los mamparos.

Distintos investigadores discrepan de esta explicación y sugieren un episodio de falsa bandera perpetrado por los EE. UU. para justificar una intervención contra España en Cuba[17]. En general, y como casi siempre ocurre, la explicación de “la navaja de Ockham”[18] es la que prevalece.

Sea como sea, la comisión investigadora formada por España tenía razón desde un principio.

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La noticia de esta semana es continuación de otra que seleccionamos el mes pasado. Hoy se trata de un artículo de Álvaro Delgado-Gal, una Tercera de ABC titulada La corrupción de las élites.

Hace pocas semanas el sabio profesor y sociólogo Amando de Miguel documentaba el deterioro de los procesos de selección que afectaban a las élites españolas desde aproximadamente los inicios de la Transición. Esta vez, de manera más precisa y centrada, el escritor Álvaro Delgado-Gal pone la lupa sobre los partidos políticos como responsables directos de esta debâcle en la selección de los mejores. Sitúa el dedo dialéctico en la llaga social: ¡es la corrupción, oiga!

Delgado-Gal desgrana varias anécdotas que, en última instancia, sitúan la responsabilidad en quienes aceptan verdaderas soplagaiteces procedentes de ámbitos especialmente elitistas. No son verdades recién comunicadas a la manera de una buena nueva, sino una burla procedente de quienes albergarían el depósito del conocimiento en algún saber especial. Música, pintura, sociología …  ahí lo deja. Son sólo tres ejemplos, pero el lector sin duda conoce muchos más.

Hay dos frases especialmente brillantes. Una es ésta, metáfora de infinitas facetas: “Los tres hechos brotan, como ciertas especies saprófitas, de un suelo en descomposición”. Descomposición. Esa es la figura retórica que refleja el estado de nuestra sociedad, arrastrada al fango por sujetos sin escrúpulos. “Madre, yo al oro me humillo …”

La otra es lapidaria: “Cuanto más tiempo pasa, más incompatible se hace la lógica de los partidos con la prosperidad moral y material de los ciudadanos”. Acabáramos. Eso lo sabemos todos, pero expresándolo con belleza hiere aún más.

Recomiendo con vehemencia la lectura del texto.

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El avance tecnológico de esta semana se titula “¿Cómo pudo surgir de la nada el Big Bang?”. No es tecnológico, que es filosófico/especulativo, pero tiene su aquél.

Es una pregunta pertinente si uno quiere conocer, que es la constante característica del ser humano a través de su existencia. Así que cuando uno se zambulle en la lectura del texto de Alastair Wilson (es largo; arrellánense), se ve conducido por una larga floración de teorías inconexas e incompletas, pero al decir del autor, apasionantes, para intentar escudriñar en el genuino principio de los tiempos, de haberlo. “Física especulativa”, “Hipótesis plausible”, “Esta época abarcó solo una diez millonésima de una billonésima de una billonésima de una billonésima[19] de segundo después del big bang”, “Todavía no tenemos una teoría de la gravedad cuántica perfecta, pero hay propuestas como la de la teoría de cuerdas o la de la gravedad cuántica de bucles”, “Hasta que no hagamos mayores progresos hacia una “teoría del todo” seremos incapaces de ofrecer una respuesta definitiva”, y así, todo.
Despacha displicente la posibilidad de un Creador, pero acoge entusiasmado a “la serpiente Jörmungandr (que) es hija de Loki, un astuto timador y de la gigante Angrboda. Jörmungandr devora su propia cola, y el círculo que crea al hacerlo sostiene el equilibrio del mundo”. Cosas de la mitología nórdica.

Lo que empezó siendo física termina cayendo en el mito del uróboro. En mi ignorancia, todo esto me suena a la teoría del flogisto, o peor, me retrotrae al artículo anterior (en esta misma Carta) de Álvaro Delgado-Gal y al ejemplo de la banda finlandesa borracha.

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La frase de hoy es del profeta Isaías, 1:15: “Cuando levantes tus manos en oración, no escucharé; tus manos están manchadas de sangre[20]”. Viene esto a cuento de la presencia del presidente (Joe) Biden en el Desayuno de oración celebrado en los EE. UU., como cada año. Las escribió Fr. Frank Pavone, quien indicó que Biden no tenía nada que hacer allí por su virulento apoyo al aborto[21].

Cordiales saludos
José-Ramón Ferrandis
Director CDC


[1] La tripulación constaba de 355 personas: 26 oficiales, 290 marineros y 39 infantes de marina. De los 261 que murieron, 2 oficiales y 251 marineros o infantes de marina lo hicieron como consecuencia directa de la explosión o atrapados en el pecio. Un oficial falleció posteriormente por el fuerte shock sufrido y 7 marineros, por las heridas recibidas.
[2] Pero no sólo. La deleznable culpabilización sin pruebas fue el tono general en la prensa de los EE. UU. Vean la foto al final de la Carta.
[3] El grito de guerra fue: “Remember the Maine, to Hell with Spain!”.
[4] En privado, Pulitzer creía que «nadie fuera de un manicomio» podía creer que España había destruido el USS Maine.
[5] En enero de 1898, el Maine salió de Cayo Hueso (Florida) con destino La Habana, dícese que para proteger los intereses estadounidenses durante la guerra de Independencia cubana (que ya llevaba tres años en marcha).
[6] Antes de recibir la respuesta, bloqueó la isla por mar y empezó a movilizar voluntarios.
[7] Los EE. UU. tenían un enorme interés en apoyar la sublevación cubana desde 1895. Sabemos por qué.
[8] No estoy hablando de Canarias, Ceuta, Melilla y los islotes aledaños, territorio español de pleno derecho desde el Siglo XVI.
[9] Tras la derrota, España perdió Cuba (que quedó bajo tutela de Estados Unidos), Filipinas, Guam y Puerto Rico, que pasaron a ser colonias de Estados Unidos. El resto (las Marianas salvo Guam, las Palaos y las Carolinas) fue vendido al Imperio alemán, por 17 millones de marcos.
[10] Los norteamericanos, por boca del cónsul estadounidense en Cuba, se negaron a establecer una comisión conjunta como propuso Ramón Blanco y Erenas, gobernador español de Cuba.
[11] En un telegrama, el ministro de Ultramar, Segismundo Moret, había aconsejado a Ramón Blanco “recoger todos los datos posibles que puedan probar que la tragedia del Maine no puede sernos atribuida”.
[12] Este informe fue público, pero la prensa estadounidense de la época no informó de las conclusiones.
[13] El secretario de la Armada norteamericana podía elegir personalmente la comisión de investigación. No lo hizo y delegó la responsabilidad en el comandante en jefe de la escuadra del Atlántico Norte. Éste elaboró una lista de oficiales jóvenes para la comisión. El oficial propuesto inicialmente como presidente de la comisión era de menor graduación que el capitán del Maine. Ello “podría indicar ignorancia de las regulaciones de la Armada, o alternativamente, que la comisión no tenía la intención de examinar la posibilidad de que el barco se hubiera perdido por accidente y por la negligencia de su capitán». (Dana Wegnerresearch assistant in Adm. Hyman Rickover’s office in the Division of Naval Reactors from 1974 to 1978. U.S. Department of Energy).
[14] Incluidos los planos del buque y los informes de riesgo semanales del Maine del ingeniero jefe del proyecto, William Furgueson. Dos expertos en demoliciones navales y explosiones, integrados en el equipo, afirmaron que «no había ninguna evidencia plausible de penetración desde el exterior» y que la explosión tuvo lugar en el interior del buque.
[15] Wegner sugería que, según el estudio de Rickover, la combinación del diseño del buque con el cambio del tipo de carbón utilizado pudo haber facilitado la explosión del buque. Hasta los primeros años 90 del Siglo XIX, se usaban mamparos comunes para separar las carboneras de los almacenes de munición. Los buques estadounidenses utilizaban antracita como combustible. Con cada vez más buques de acero en la flota, la Armada comenzó a utilizar carbón bituminoso, que arde a mayor temperatura y permite alcanzar una mayor velocidad. La antracita no está sujeta a autocombustión, pero el carbón bituminoso sí.
[16] Consta información oficial acerca de incendios en las carboneras de buques de la Armada de los EE. UU. antes del hundimiento del USS Maine, varios de los cuales estuvieron a punto de provocar explosiones.
[17] Algunos de los documentos desclasificados por el gobierno de EE. UU. sobre la Operación Mangosta (proyecto para invadir Cuba tras el fracaso de bahía de Cochinos) sostienen la hipótesis de que la explosión fue causada por el propio gobierno de EE. UU. Para tener un pretexto para declarar la guerra a España.
[18] La navaja de Ockham es un principio metodológico atribuido al fraile y filósofo franciscano escolástico Guillermo de Ockham (1280-1349), según el cual “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. La denominación navaja de Ockham expresaba que, mediante ese principio, Ockham “afeitaba como una navaja las barbas de Platón”. Su simplicidad ontológica se contraponía a la filosofía platónica, que llenaba su ontología de entidades diversas.
[19] El autor es filósofo, no matemático, como se puede apreciar.
[20] «When you lift up your hands in prayer, I will not listen; your hands are filled with blood»
[21] “I do not think Joe Biden should show up for today’s Nat’l Prayer Breakfast. It is an offense to God to worship Him while advancing the direct killing of babies by abortion”.
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