LA CARTA DE LOS MARTES — 15 DE MARZO DE 2022

Queridos amigos:
El 15 de marzo[1] del año 44 antes de Cristo, (Cayo) Julio César fue asesinado por un grupo de senadores romanos liderados por Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto.
¿Quién era Cayo Julio César? Cayo Julio César fue un político y militar romano, nacido el 12 de julio del año 100 antes de Cristo, miembro de la gens[2] Julia, una familia patricia de no mucha fortuna. Ello no obstante, alcanzó las más altas magistraturas del Estado y dominó la política de la República a partir de su victoria sobre el sector más conservador del Senado, que controlaba el ámbito político. Julio César transformó la República, que pasó de ser una organización civil centrada en Italia y dominada por el senado a constituirse en una gigantesca organización militar, de alcance circunmediterráneo y europeo.
Julio César fue asesinado antes de que pudiera proclamarse Emperador, Imperator[3]. En su testamento nombró heredero único a Octavio. El general Marco Antonio, que lo puso en cuestión, desencadenó una guerra, que Octavio ganó. Pero esa es otra historia.
Fue la suya una vida extraordinariamente exitosa en casi cada aspecto que consideremos. Joven de gran belleza, estuvo casado tres veces[4] y mantuvo relaciones con ingentes cantidades de esposas de otros romanos[5]. Su cuidada oratoria le proporcionó un rápido ascenso como abogado en el Foro romano. En general, Julio César resultó estar excepcionalmente dotado como militar, político, orador y escritor.
Los dos primeros componentes de su personalidad estaban inextricablemente unidos, de manera que su carrera en ambos ámbitos le llevó a la más alta posición en Roma. Fue tras vencer en las Galias y superar en la guerra civil a Pompeyo cuando Julio César se hizo con un poder casi absoluto, por encima de unas instituciones republicanas muy debilitadas.
Como militar, fue un estratega descollante y un gran táctico[6] en todo tipo de escenarios. Sabía conjugar la diplomacia, la fuerza y la capacidad divisiva de las fuerzas enemigas. Compartía con sus hombres la dureza de la guerra, permaneciendo en el frente de batalla. Arengaba a sus tropas con frecuencia, haciendo uso de sus excelentes dotes oratorias.
Varios de sus hechos de armas permanecen en los textos de historia militar como ejemplos. La batalla de Bibracte (58 a.C.), en la Galia, es recordada como un caso de flexibilidad táctica en la variación del orden de batalla. La batalla de Alesia, asimismo en la Galia, fue una demostración de inventiva en el asedio, capacidad constructiva en las fortificaciones propias, concentración de fuerzas inferiores en un punto de las líneas enemigas y superación de una lucha en dos frentes simultáneos ejecutando movimientos inesperados. A derecho de su enorme superioridad en hombres, Vercingetórix se rindió a Julio Cesar.
En Farsalia, tras haber encajado una derrota en Dyrrachium, César se enfrentó a Pompeyo y lo derrotó a pesar de contar con fuerzas muy inferiores en número. El factor sorpresa, la inventiva táctica y algunas novedades adoptadas sobre la marcha le dieron el triunfo. El resultado fue inequívoco: 200 muertos propios frente a 15.000 de su enemigo, más la huida del campo de batalla.
No ganó todos los combates que entabló, pero siempre supo convertir las derrotas en retiradas ordenadas y en la consiguiente preservación de sus fuerzas. La disciplina jugó un papel capital.
Como historiador y escritor, de Cayo Julio César se conservan De bello Gallico y De bello civili. Ambas están escritas con una sintaxis extraordinariamente buena. No se está seguro de la autoría del llamado «Corpus Cesariano» referido a la Guerra de Alejandría, la Guerra de África y la Guerra de Hispania. El consenso[7], afirma que esas obras no fueron escritas por él, pero estuvieron basadas en sus notas.
En su papel de gobernante, César se comportó con grandeza, ejerciendo la clemencia en busca de la reconciliación, llegando a perdonar a notables pompeyanos. A pesar del escaso tiempo en que estuvo al mando civil, tanto en el cargo de cónsul como en su condición de dictador, realizó muchos proyectos de reforma de edificios públicos en Roma y desarrollo de otros nuevos, sobre todo en los alrededores del Campo de Marte.
La labor de gobierno de César, como cónsul y como dictador, fue muy amplia, pese a que el tiempo en que realmente estuvo en el poder fue relativamente corto. Recordemos algunos de los hechos: corrigió el calendario al uso, completamente desordenado, ajustándolo al curso del sol, introduciendo 365 días e incorporando uno más cada cuatro años[8]. Incrementó el número de senadores hasta 900 (muchos de ellos cuales eran partidarios suyos, claro está). Estableció y normalizó la contratación de extranjeros en las legiones. Creó el cargo de Imperator, comandante del ejército.
Realizó el censo del pueblo por barrios y según padrones de propietarios de las casas. Redujo el número de aquellos a quienes el Estado suministraba trigo. Repartió a 80.000 ciudadanos romanos por las colonias de ultramar. Concedió la ciudadanía a médicos y escritores. Incrementó las penas económicas para parricidas y criminales de otro tipo. Estableció impuestos sobre mercancías importadas[9]. Legisló contra el lujo (Lex sumptuaria) con la vista puesta en el creciente endeudamiento de sus partidarios. Regularizó la moneda, con resultados mixtos (más allá de que fue el primer dirigente romano vivo que fue autorizado por el Senado para que su efigie apareciera en una moneda en circulación).
Al margen de su carrera política y militar, se sabe que César era un magnífico orador, que utilizaba un latín de gran altura. Plutarco y Suetonio lo reflejaron, Cicerón y Cornelio Nepote lo confirmaron.
Tras su victoria en la II Guerra Civil, César volvió a Roma en julio de 46 a. C. Su poder era muy amplio. El Senado lo nombró (por tercera vez) dictador por un inusual plazo de diez años. Con todo el poder en sus manos, César logró que todos sus actos fuesen ratificados por el Senado, que los funcionarios públicos no se opusieran más a ninguna de sus medidas y obtuvo la tribunicia potestas, con su inmunidad asociada. Todo eso implicó la pérdida de poder del Senado, lo que creó el caldo de cultivo para el asesinato de Julio César.
Unos 60 (de 900) senadores se conjuraron para el crimen, con motivaciones variadas, tanto personales como institucionales. Muchos de ellos eran antiguos pompeyanos relevantes, previamente perdonados y hasta promocionados por César. Llevó la voz cantante Gayo Casio Longino, quien convenció al sobrino[10] de César, Marco Junio Bruto, para ejecutar el magnicidio por su propia mano. Eligieron el día 15 (los idus) de marzo para ello, día en el que habían convocado a César al Senado para presentarle una petición de devolución de poderes efectivos a éste. Eligieron el lugar, el Senado, para hacer ver que el crimen no era una emboscada[11] sino un acto por la salvación de la Patria.
Los conspiradores interceptaron a César en el pórtico este del Teatro de Pompeyo. Cuando éste comenzó a leer la petición que le habían entregado, Serviliano Casca agredió a César en el cuello con una daga. César se defendió clavándole su punzón de escritura. Entonces el resto de los asesinos atacó en tropel e hizo caer a César, herido de muerte. Se ensañaron con él (recibió 23 puñaladas) y huyeron, dejando el cadáver a los pies de una estatua de Pompeyo.
Cuenta la leyenda que Calpurnia, la esposa de César había soñado con algo terrible y le pidió que tuviera cuidado. Dícese asimismo que un vidente ciego le había prevenido contra los idus de marzo. Hallándolo en las escaleras del Senado el día 15, César le explicó que seguía vivo, a lo cual el vidente le respondió que “los idus no habían terminado”.
La lucha por la sucesión de Cayo Julio César entre César Augusto y Marco Antonio culminó en la caída de la República y el advenimiento de la Monarquía (Principado). El crimen resultó inútil, al cabo. Bueno, no exactamente: los asesinos fueron perseguidos y ejecutados. No siempre pasa. Recordemos a Eduardo Dato, por ejemplo.
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La noticia de la semana es un relato que pretende aunar muy superficialmente la enorme cantidad de información, análisis y opinión que se ha vertido desde la invasión rusa del territorio de Ucraina. Seleccionar uno u otro documento se revela tarea de titanes, pues cualquier criterio que se utilizara dejaría de lado magníficos textos. Con todo, intento una síntesis.
El 24 de febrero de 2022, el Ejército ruso invadió Ucraina. Su intención podría ser consolidar definitivamente, a través de un posterior tratado de paz bilateral, la absorción de iure ya realizada de Crimea y el Donbas en la Federación Rusa. En segunda instancia, Rusia intentará convertir a Ucraina, gobierno títere mediante, en una nueva Bielorrusia que remede y mejore el fiasco de la CEI para desarrollar el embrión de una nueva URSS. Esta hipótesis está basada en evidencias, así como en apreciaciones derivadas de la historia personal de Vladimir Putin. Asimismo, existe en Rusia un difuso sentimiento de amputación teñida de melancolía irredenta derivada del desmembramiento de la Unión Soviética. La gente que así piensa estaría a favor de la recuperación por distintos medios de los territorios correspondientes.
Si los países de Occidente, individualmente o asociados bajo la OTAN y la UE, consienten este primer paso para redefinir las fronteras de Belaviezha[12], debe esperar que el próximo tenga que ver con las Repúblicas Bálticas, es decir, Estonia, Letonia y Lituania. Las tres son miembros de la OTAN y de la UE y esto constituiría un casus belli que daría paso a la Tercera Guerra Mundial, de nuevo iniciada en Europa. Esta vez, con abundancia de armamento nuclear, con un reputado psicópata al frente de Rusia y un anciano incapacitado dícese que al frente de los EE. UU.
La reacción internacional ha sido variada, con un claro predominio de quienes rechazan esta invasión. En votación efectuada en la ONU el día 2 de marzo, a las 11:55 hora de Nueva York, se ha puesto de manifiesto el cuadro que refleja la posición de los estados allí representados. La incorporo al final de la Carta. Con Rusia han votado sólo 4 países, que son Bielorrusia, la República Democrática de Corea, Eritrea y Siria. Tres comunistas y un dependiente del ejército ruso. 35 países se han abstenido: los sospechosos habituales, con China y Cuba a la cabeza, algunos antiguos miembros de la URSS en los que Rusia tiene la mano alta (Kazajstán), más el notable desempeño de cuatro de los cinco países del imperio británico en la India y algunos otros que han votado por razones probablemente espurias. La brutalidad rusa en una invasión cantada, calculada y producida después de la implosión de la Pax americana puesta de relieve recientemente en Afganistán ha impactado fuertemente en todo el mundo.
Tras una tibia reacción inicial de los países y organizaciones más relevantes, el tesón ucraino por no dejarse vencer ha obrado el milagro: Occidente planta cara, a medias y con muchos renuncios, caveats y excepciones, pero ha plantado cara vía sanciones y exclusiones, que sin ser definitivas marcan el camino. Y más notablemente, empresas, instituciones deportivas, gestores de canales de comunicación y el sistema bancario están poniendo a Rusia, a medio plazo, contra las cuerdas, aunque no en la lona. El problema es que esta guerra injustificada y criminal se decidirá a corto plazo por la enorme supremacía material (que no militar: es el mismo desastre de siempre) por parte de Rusia.
La masacre de civiles, la utilización masiva de artillería, vehículos blindados y misiles, el uso de explosivos prohibidos, la tremenda superioridad en mar y aire y la prepotencia soviética exhibida por Moscú han puesto a la mayoría del mundo a favor de Ucraina. No se descarta que Rusia ponga de rodillas al gobierno ucraino tras un ataque exitoso a Kiev, pero entonces se encontrará con el medio plazo militar, económico, político y social: Rusia se convertirá en un paria. Podrán asesinar al presidente Zelenski, pero entrarán en un infierno del que Rusia puede salir hecha jirones en lo económico, en lo social y en lo militar. La población rusa más joven va a ver en sus carnes el efecto de la guerra de un solo hombre ansioso de jugar un rol equiparable al de Pedro I Románov o del propio Lenin. Todo es posible a la sombra del Kremlin.
Y mientras tanto, China, con 1.370 millones de habitantes y un apetito desmesurado por nuevos territorios, mira impávida desde el Este.
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La frase de hoy bien podría haber sido “La mujer de César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo”, como relata Plutarco dijo César al separarse de Pompeya, su segunda esposa, pero quizá venga más a cuento otra de un tal De Prada, magnífico escritor a la par que grotesco analista. Dice el sujeto: “No creemos que se pueda reprochar a Rusia que decida intervenir para atajar una masacre de compatriotas en el Donbas”. El tipo está justificando una guerra imperialista al socaire de otra anterior, de baja intensidad, desencadenada igualmente por Rusia. Se puede caer más bajo. Sin duda lo hará, a no tardar. Nos tiene acostumbrados.
Cordiales saludos
José-Ramón Ferrandis
Director
CDC