CARTA DE LOS MARTES DEL 29 DE MARZO DE 2022

Queridos amigos:
József Mindszenty nació el 29 de marzo de 1892 en Csehimindszent, condado de Vas, Austria-Hungría. Nacido como József Pehm, fue cardenal y octogésimo tercer arzobispo de Esztergom.
Entró en el seminario diocesano de Szombathely en 1911. Fue ordenado sacerdote en 1915 por el obispo de Szombathely, conde János Mikes. Durante el estallido de la revolución comunista en 1919, que precedió a la muy breve República soviética húngara[1],
József fue arrestado por el gobierno socialista de Mihály Károlyi el 9 de febrero de 1919 por enfrentarse a las políticas socialistas. Recién liberado, fue vuelto a arrestar por el gobierno comunista de Bela Kun el 30 de julio siguiente e internado en un campo de concentración junto con su obispo. Una vez derrotado el régimen, fue liberado junto con los demás religiosos. En ese mismo año de 1919 fue nombrado párroco de la ciudad de Zalaegerszeg.
In 1939, Mindszenty exhortó a sus fieles a no votar a favor del Partido nacional socialista Cruz Flechada[2]. Fundó numerosas escuelas y parroquias. Firmó una carta de protesta de varios obispos en contra de los asesinatos de judíos cuando Adolf Hitler comenzó su persecución contra ellos en Alemania.
En 1940, publicó un panfleto, “El comunismo verde[3]”, contra el partido nazi húngaro, motejándolo de diabólico y de ser tan perverso como los comunistas. En 1941, durante una campaña de magiarización, adoptó el apellido Mindszenty en honor a su pueblo natal. Durante la Segunda Guerra Mundial, Mindszenty coordinó el suministro de alimentos a campos de refugiados. En marzo de 1944 fue consagrado obispo de Veszprém por el Papa Pío XII. El 27 de noviembre de 1944 fue arrestado por oponerse al plan de alojamiento de los soldados alemanes y húngaros pronazis del Partido de la Cruz Flechada en instalaciones de su residencia oficial. Como las persecuciones contra los judíos y la destrucción del país por el régimen filonazi se recrudecían, Mindszenty envió al presidente Ferenc Szálasi un memorándum firmado por los obispos del oeste de Hungría, instándole a que detuviera esa política. Cuando el gobierno títere nazi húngaro colapsaba, en abril de 1945, el arresto fue levantado. Para entonces, Mindszenty ya era un símbolo de la resistencia para todos los húngaros, creyentes o no.
El 15 de septiembre de 1945, el papa Pío XII nombró a Mindszenty Cardenal Primado de Hungría y Arzobispo de Esztergom, sede de la Iglesia Católica en Hungría. El 21 de febrero de 1946, Pío XII elevó a Mindszenty al rango de Cardenal Presbítero Santo Stefano Rotondo[4].
A medida que se afianzaban los comunistas en el poder del Estado húngaro, los demás partidos desaparecían. Pronto sólo quedó la Iglesia para resistir. El régimen comunista empezó a atacar a la Iglesia Católica en general y al Cardenal[5] en particular, tanto en los medios como en los tribunales. Mindszenty contactó con la Embajada de los EE. UU. para que se involucrara en la lucha contra el gobierno comunista, pero ésta lo rechazó. El Cardenal insistió en su determinación para evitar que el Estado comunista se quedara con las escuelas parroquiales.[6] El Partido comunista atacó asimismo a Mindszenty por sus exigencias de compensaciones tras la requisa de las tierras propiedad de la Iglesia.
En 1948, las órdenes religiosas y la enseñanza en escuelas no estatales fueron prohibidas. El presidente del gobierno, Mátyás Rákosi, acusó específicamente a la Iglesia Católica de ser “el mayor terrateniente de Hungría y una fuerza reaccionaria que apoyaba a la monarquía y la dictadura del Almirante Horthy[7]”. El 26 de diciembre de 1948, el Cardenal fue arrestado, acusado de traición, conspiración y otros cargos en contra del Estado comunista. Se le confinó en un cuartel en Budapest, donde fue sometido a torturas físicas y psicológicas para tratar de obligarle a renunciar a su cargo[8]. Sufrió un juicio farsa[9] y, tras confesar que había organizado el robo de la corona de San Esteban para investir al príncipe Otto de Habsburgo como rey de Hungría, que pensaba reinstaurar el capitalismo y que estaba planificando la Tercera Guerra Mundial[10], fue condenado a cadena perpetua el 8 de febrero de 1949[11]. Se le halló culpable de operar en el mercado negro, traición y espionaje. Debido a su quebrantada salud, fue mantenido bajo arresto domiciliario. El 22 de febrero de 1949, Pío XII excomulgó a los implicados en el juicio y condena de Mindszenty.
En 1955, estando el cardenal Mindszenty bajo arresto, se rodó la película El prisionero, basada en su detención y proceso. El Cardenal húngaro mostró su rechazo, porque la película no reflejaba ni de lejos la crueldad de los calabozos húngaros, los guardias y los interrogadores.
Durante la revolución húngara de 1956, Mindszenty fue liberado. Ya en Budapest, se pronunció en la radio en favor de la libertad de Hungría, elecciones libres, la libertad religiosa y la propiedad privada. El 2 de noviembre de 1956, en una alocución[12], se mostró conciliador y evitó referirse al asunto de las propiedades de la Iglesia en Hungría. Unas horas después de su discurso las tropas rusas entraron en Budapest y ahogaron en sangre la revolución. Mindszenty solicitó y obtuvo asilo político en la embajada de los Estados Unidos. Tras quince años recluido[13] en ella, salió el 23 de septiembre de 1971 merced a un acuerdo entre el Vaticano[14] y el gobierno comunista húngaro. Presionado por el papa Pablo VI[15], el cardenal abandonó Hungría y se refugió en Austria, desde donde continuó su labor pastoral a los húngaros en todo el mundo. Se negó a renunciar a la primacía de la Iglesia católica húngara. En diciembre de 1973 el papa Pablo VI retiró el nombramiento a un anciano y enfermo Cardenal Mindszenty[16] y declaró vacante la diócesis de Esztergom. Mindszenty murió el 6 de mayo de 1975, a los 83 años, en su exilio de Viena. Al poco, Pablo VI cedió una vez más ante los comunistas nombrando al obispo László Lékai como Primado de Hungría.
Durante cinco décadas, Mindszenty personificó la oposición sin compromisos a las dictaduras totalitarias. En los primeros años, frente al nazismo, y durante los últimos treinta años de su vida, estuvo luchando por la libertad religiosa bajo el régimen comunista en Hungría, lo que le valió la admiración por su valor y determinación. Fue conocido como «soldado de la Fe», «símbolo de la resistencia a todas las formas de violencia» y «el mártir más célebre del catolicismo de su tiempo».
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La noticia de esta semana https://www.lainformacion.com/opinion/antonio-merino-garcia/guerra-ucrania-frivolidad-apuesta-verde-crisis-materias-primas/2861752/ es una aportación técnica de un verdadero experto referida a la idiocia (él no lo dice así) de nuestros gobernantes en materia de energía. Le parece – y no puedo estar más de acuerdo con él – una frivolidad que la UE hable, precisamente ahora, de incrementar el peso de las energías renovables en el mix energético de la Comunidad (Europea, quiero decir).
El análisis se ajusta a los acontecimientos que vivimos. Antonio Merino afirma (y no se puede poner un pero) que “Esto nos debe llevar a cambiar nuestros otros objetivos de política y actuar ante un nuevo entorno, lo demás sería suicida”. El problema es que lo suicida es un dato, no una variable. Las autoridades comunitarias llevan años desplegando políticas suicidas en materia energética, sí, pero también de política monetaria[17], demográfica, inmigratoria, ideológica … no es necesario seguir buscando más arrugas al traje.
Merino es un técnico y habla como un técnico. Habla de inputs y de sus usos alternativos. De su escasez. Y de alimentos que se pierden por la idiocia antes mencionada.
Propone soluciones. Todas sensatas. La reducción o eliminación de los derechos de emisión (otra estupidez calentológica) es la de mayor alcance. El descenso (transitorio, explica) de los impuestos sería de gran ayuda. Desecha otras soluciones adoptadas en el pasado, que abocarían directamente a la estanflación.
Lean, lean.
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El avance tecnológico de esta semana Científicos del MIT afirman tener la llave para la electricidad ilimitada y barata (elconfidencial.com) no es nuevo, en realidad. Se trata de aprovechar la energía geotérmica, cuyas capacidades ya están instaladas en multitud de países, empezando por los EE. UU., aunque el más conocido sea Islandia, debido al alto porcentaje (66%) del total de su energía consumida que obtiene por esta vía.
Lo novedoso aquí es el sistema ideado para horadar el subsuelo en áreas donde los recursos no están disponibles cerca de la superficie. Se conoce el límite a que se enfrentan los sistemas tradicionales. Al llegar a los 12.262 metros logrados en la península de Kola por la URSS en 1989, los perforadores no pudieron ir más allá. El proyecto hubo de ser abandonado por imposibilidad técnica, dados los medios de que se disponía entonces. Es el récord de profundidad … de momento.
El nuevo sistema es un haz de electrones. Convenientemente potenciado, genera un chorro de energía capaz de vaporizar no importa qué material del subsuelo. Así se llegaría a profundidades muy superiores que permitirían al sistema de calefacción geotérmica ser muy eficiente.
Es interesante. Aunque hoza en la habitual superstición sobre el cambio climático y esas cosas, tiene interés.
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La frase de hoy es parte de la alocución del papa Pío XII a una multitud reunida en la Plaza de San Pedro el 20 de febrero de 1949 para protestar por el juicio farsa al Cardenal Mindszenty. El Papa preguntaba:
“¿Queréis una Iglesia que calle cuando debería hablar? Eso atenta contra la Ley de Dios que le pide que hable en voz alta en lugar de acomodarse a la voluntad del hombre ¿Queréis una Iglesia que abandone los cimientos estables sobre los que Cristo la fundó, siguiendo la vía fácil de adaptarla a la opinión de cada día; una Iglesia que sea presa de las tendencias; una Iglesia que no condene la supresión de la conciencia y no se plante en favor de la libertad de la gente; una Iglesia que se encierre entre cuatro paredes de sus templos en indecoroso servilismo, olvidando la misión divina recibida de Cristo: “sal a los caminos y predica a la gente”? ¡Amados hijos e hijas!¡Herederos espirituales de innumerables confesores y mártires! ¿Es esta la Iglesia que amáis y veneráis? ¿Reconoceríais en semejante Iglesia los rasgos de vuestra Madre? ¿Sois capaces de imaginar a un sucesor de San Pedro sometiéndose a esas presiones?”
La repuesta sonó como un trueno: ¡No!
Menos de un siglo más tarde, ay, la Iglesia Católica es lo que Pío XII entendía como inaceptable. Y se encamina vertiginosamente hacia su desaparición.
Cordiales saludos.
José-Ramón Ferrandis
Director