LA CARTA DE LOS MARTES DEL 24 DE MAYO DE 2022

LA CARTA DE LOS MARTES DEL 24 DE MAYO DE 2022

 

Queridos amigos:

El 24 de mayo de 1543 falleció en Frauenburg/Frombork, Reino de Prusia (ahora Polonia), Nicolás Copérnico[1], uno de los más grandes científicos[2] de la historia de la Humanidad. Había nacido en Thorn/Torun[3] (en la ribera del río Vístula, sobre un cruce de rutas comerciales) el 19 de febrero de 1473, en el seno de una acomodada familia de comerciantes.

Cuando Nicolás quedó huérfano a los diez años, su tío materno, canónigo de la catedral de Frauenburg[4], se hizo cargo de él.

Por indicación de su tutor, estudió matemáticas en la Universidad de Cracovia[5] (1491-1494). Viajó por Italia y se inscribió en la Universidad de Bolonia (1496-1499), donde estudió Derecho Canónico, Medicina, Griego y Filosofía, pero no obtuvo título alguno. También ayudó al astrónomo Domenico da Novara. En 1500, Copérnico fue a Roma para seguir un curso de ciencias y astronomía, así como para participar en las celebraciones del año del jubileo. Allí pronunció una conferencia sobre astronomía[6]. En 1501 volvió a Polonia, donde su tío le proporcionó el cargo de canónigo en la catedral de Frauenburg. En 1501, Nicolás volvió a Italia, esta vez a Padua, considerada entonces referente de las ciencias naturales, donde durante dos años estudió Medicina. Finalmente, en 1503 obtuvo un doctorado en Derecho Canónico en la Universidad de Ferrara. Tras doce años de estudios diversos, Copérnico volvió a Polonia con amplios y profundos conocimientos. Ese mismo año se incorporó a la corte episcopal de Lucas Watzenrode como su secretario y médico personal en el castillo de Lidzbark Warminski.

En torno a 1507, Copérnico presentó la teoría de un sistema astronómico heliocéntrico, en el cual la Tierra orbitaba alrededor del Sol. Ello se oponía frontalmente al tradicional concepto tolemaico, en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían como centro a la Tierra. Piénsese que, durante catorce siglos, el canon imperante era la concepción geocéntrica del universo concebida por Ptolomeo/Tolomeo[7], resumido en su Almagesto[8]. El esquema de Copérnico circuló entre los estudiosos de la astronomía, lo que le proporcionó una notable fama.

En 1510, tío y sobrino se distanciaron, por lo que Nicolás abandonó Lidzbark Warminski por Frombork, donde fue nombrado canciller, para ascender luego a administrador de los bienes de la catedral, puesto que conservó toda su vida[9]. Lucas Watzenrode falleció en 1512. En 1513, Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano. En la guerra de 1520/1521 entre Polonia y la Orden de los Caballeros Teutónicos, Copérnico lideró la defensa del castillo de Olsztyn[10].

Copérnico pasó las últimas décadas de su vida en Frombork, donde, en el jardín de su residencia extramuros, construyó el pavimentum, un suelo nivelado y estable para instalar sus instrumentos, fabricados por él mismo. Allí llevó a cabo su paciente[11] y lúcido trabajo en el campo de la astronomía.

En 1533, Johann Albrecht Widmannstetter envió al Vaticano unas cartas resumiendo la teoría de Copérnico. Fueron leídas con gran interés por el papa Clemente VII y varios cardenales. En 1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico desde Roma instándole a que publicara sus descubrimientos.

Inicialmente, la idea de Copérnico era simplificar el sistema tradicional, que había devenido extraordinariamente complejo. Las sucesivas observaciones efectuadas por los astrónomos a lo largo de los siglos habían exigido diseñar unos ochenta círculos (epiciclos, excéntricos y ecuantes) para explicar el movimiento de siete planetas errantes, incluida la Tierra[12]; y sin embargo, no era posible reflejar con exactitud sus órbitas. La hipótesis de Copérnico fascinó a matemáticos y astrónomos por igual. Al reemplazar la Tierra por el Sol como centro del universo, manteniendo intacto el resto del esquema[13], la simplificación buscada tuvo lugar. Era la base de la teoría heliocéntrica[14], detallada en su libro De revolutionibus orbium coelestium (“Sobre las revoluciones de las esferas celestes”), su obra maestra, considerada una de los avances más importantes en la historia de la ciencia, escrita a lo largo de veinticinco años de trabajo (1507-1532), publicada en 1543[15] por Andreas Osiander. ¿Y por qué en 1542 y no en 1532, cuando la terminó?

La obra de Copérnico sustituía un cosmos cerrado y jerarquizado, con el hombre como centro, por un universo homogéneo e indeterminado, situado alrededor del Sol. Eso hizo pensar a Copérnico que aquello le podía acarrear problemas con la Iglesia[16]. Las implicaciones del sistema copernicano afectaban al enfoque metodológico de la astronomía y asimismo a las convicciones religiosas y filosóficas de la época. Se pasaba de considerar a la Tierra como el único centro focal de la creación divina a comprobar que la Tierra era sólo un planeta girando incesantemente alrededor de una estrella entre miles de millones.

Su publicación se produjo merced a un astrónomo y matemático austríaco, Georg Joachim von Lauchen, conocido como Rheticus, quien visitó a Copérnico de 1539 a 1541. Allí descubrió́ que Copérnico tenía manuscrita una obra mucho más elaborada, con observaciones, cálculos y modelos geométricos y lo convenció de la necesidad de imprimir el texto. Copérnico entregó el manuscrito a Tiedemann Giese, obispo de Chełmno (Kulm) y amigo suyo, para que se lo diera a Rheticus[17] y lo imprimiera Johannes Petreius, en Nuremberg. En la Introducción, Copérnico dedicaba su obra al papa Paulo III, subrayando que sus hallazgos incrementaban la exactitud de las predicciones astronómicas, lo que serviría para que la Iglesia desarrollara un calendario más exacto. Pero su obra implicaba más, mucho más. La obra de Copérnico es revolucionaria, pues puso en marcha nuevos caminos que romperían algunas limitaciones existentes al pensamiento. Copérnico inició la revolución científica que llevaría a la mayoría de edad de la física y a un profundo cambio en las prevalecientes convicciones filosóficas y religiosas.

Después de Copérnico, el danés Tycho Brahe (1546-1601) propuso una alternativa que combinaba los sistemas de Tolomeo y Copérnico: hacía girar los planetas alrededor del Sol y éste alrededor de la Tierra, con lo que ésta seguía ocupando el centro del universo. Aunque Brahe no adoptó una cosmología heliocéntrica, legó sus datos observacionales a Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo alemán convencido de que el sistema copernicano reflejaba la simplicidad y armonía del universo. Kepler expuso sus teorías en su libro La nueva astronomía (1609). Concebía la estructura y las relaciones de las órbitas planetarias en términos de relaciones matemáticas. Además, calculó y demostró que el movimiento planetario no era circular sino elíptico, y que su velocidad variaba en relación con su proximidad al Sol.

Las observaciones telescópicas de Galileo Galilei (1564-1642) confirmaron que Venus giraba alrededor del sol; la defensa del sistema copernicano convirtió a Galileo en víctima del Santo Oficio[18]. Más tarde, Isaac Newton (1642-1727) publicó los Principios matemáticos de la filosofía natural (1687), con sus tres axiomas (las Leyes de Newton) y la Ley de la gravitación universal. El camino había sido andado: el heliocentrismo copernicano había llevado a la fundación de la física clásica, que explicaba fehacientemente los fenómenos terrestres y celestes. De ahí que, cinco siglos después, el lenguaje siga utilizando la expresión giro copernicano para designar un cambio de magnitudes drásticas en una situación o modo de pensar.

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La noticia de esta semana https://elperiodicodelaenergia.com/european-energy-y-ge-investigan-el-desplome-de-una-turbina-eolica-en-lituania/ se refiere a un accidente relativamente inhabitual, al menos tan poco tiempo después de terminar una instalación. Piénsese que las turbinas fueron instaladas en el segundo semestre de 2021. Y el 11 de marzo de 2022, la totalidad de la estructura de un molino de energía eólica (fuste o torre, góndola y palas) se vino abajo por razones desconocidas en el parque eólico de Anyksciai, en Lituania. Se trataba de un generador Cypress de GE (5,5 MW).

No es la primera vez; dos meses antes en Gronau (Alemania) se desprendió una pala. Incendios en los generadores, problemas de frenos… problemas no faltan. En un despliegue de tecnología medieval modernizada que se supone que viene a salvar al mundo del CO2[19], es chocante.

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El avance tecnológico de esta semana explica que el Centro Aeroespacial Alemán ha desarrollado un vehículo interurbano de hidrógeno (pila de combustible) con una gran autonomía de 1.000 km[20]https://ecoinventos.com/vehiculo-interurbano-dlr/amp/
Mediante la combinación de diferentes procedimientos de construcción[21], el vehículo pesa menos de 1.600 kg. cuando está vacío, pese a lo cual presenta un nivel de seguridad muy elevado. De hecho, la carrocería sólo aporta 250 kg, un 25% menos de lo habitual. El proceso de repostaje dura el mismo tiempo que el de derivados del petróleo. La batería se puede cargar por separado.

Se sigue avanzando en la utilización de combustibles alternativos a los hidrocarburos. Muchos de ellos presentan graves inconvenientes, pero en nuestros días se aprecia una gran ventaja: la independencia de suministros provenientes de terceros agresivos y chulescos, cuando no criminales.

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La frase de hoy es de Isaac Newton, considerado fundador de la Física moderna, una de las grandes mentes de la Humanidad. Dijo así: “La gravedad explica los movimientos de los planetas, pero no puede explicar quién pone en movimiento los planetas”.

Cordiales saludos

José-Ramón Ferrandis

 

Nicolás Copérnico


[1] Niklas Koppernigk en su idioma original.
[2] Matemático, astrónomo, físico, jurista, economista, médico, así como gobernador y canónigo católico.
[3] Mismas referencias geopolíticas.
[4] Lucas Watzenrode, quien en 1489 se convertiría en obispo de Warmia.
[5] Esa era entonces la única universidad en Polonia y una de las pocas en Europa Oriental. Había sido fundada en 1364. Fue famosa por sus cursos de matemáticas y astronomía. Cracovia era una ciudad cosmopolita y por su universidad pasaban humanistas de toda Europa Oriental y de Italia. En sus imprentas ya se publicaban algunos libros.
[6] Una y no más: Copérnico no volvió a disertar públicamente en materia de astronomía.
[7] En el siglo II d.C., el científico y astrónomo greco-egipcio Claudio Ptolomeo de Alejandría (Egipto) formuló la teoría sobre el universo que estuvo vigente hasta Copérnico. Ptolomeo sostenía que la Tierra era el centro del universo y alrededor de ella giraban todos los astros del firmamento.
[8] Almagesto es como conocían los árabes el tratado astronómico Hè megalè syntaxis (“la gran composición”), escrito por Ptolomeo, era un desarrollo detallado y sistemático de los métodos de la astronomía griega. Establecía un cosmos geocéntrico con la Luna, el Sol y los planetas en esferas girando alrededor de la Tierra. Contenía el catálogo estelar más completo de la antigüedad.
[9] Lo que simultaneó con sus observaciones celestes, así como con el interés por la teoría económica. En 1528 publicó un tratado sobre la reforma monetaria. Practicó la medicina.
[10] Durante su estancia en Olsztyn elaboró una tabla astronómica para observar el movimiento del Sol. Aunque descoloridos, sus restos se hallan en una de las paredes del claustro del castillo.
[11] El astrónomo observaba el firmamento noche tras noche. Hasta el fin de su vida anotó los resultados de sus observaciones, construyendo un modelo del universo cada vez más elaborado.
[12] Que posee distintos movimientos: el de rotación, el de traslación y el de declinación.
[13] La teoría geocéntrica era cada vez más inasible y Copérnico ofreció́ una firme base matemática en la que se postulaba la idea del Sol como centro del universo, mientras los planetas giraban alrededor del astro en órbitas circulares. Preservaba la unidad de movimientos y creaba un sistema de círculos más racional. El texto conservaba del Almagesto la idea de un universo finito y esférico y el axioma de que los movimientos circulares eran los adecuados para los cuerpos celestes.
[14] Ésta fue concebida en primera instancia. Al decir de Arquímedes y Plutarco, por Aristarco de Samos (Siglo III a.C), seguidor de la Escuela Pitagórica, era partidario del heliocentrismo, sobre bases metafísicas. En el Siglo XIV, Jean Buridan (xxxx/1366), Nicolás de Oresme (1325/1382) y Alberto de Sajonia (1316-1390) habían esgrimido la posibilidad de que la Tierra se desplazara.
[15] En esas fechas, Copérnico agonizaba tras el ictus que había sufrido meses antes.
[16] Acertaba, pero con decalaje: sus libros fueron incluidos en el Index librorum prohibitorum, años después de su muerte, con motivo del caso Galileo.
[17] Rheticus leyó el manuscrito de Copérnico y escribió una exposición resumida y simplificada de las teorías de Copérnico, en forma de carta dirigida a Schöner, su profesor de astrología en Nuremberg. Luego publicó esa carta, en forma de libro, titulado Narratio Prima (primera descripción) en 1540 (Gdansk/Danzig).
[18] Galileo Galilei, partidario del heliocentrismo, se enfrentó́ por ello a un juicio por herejía: las teorías copernicanas estaban prohibidas desde 1616. Galileo fue condenado. Tras retractarse pronunció la conocida frase referida a la Tierra: «Y sin embargo, se mueve».
[19] Que como sabemos, es un gas de efecto invernadero, sí, pero también el elixir de la vida en la Tierra.
[20] Combina una pila de combustible con una potencia de 45 kilovatios, un depósito de hidrógeno de 700 bares de presión y una batería con una capacidad de 48 kWh. Los motores eléctricos tienen una potencia total de 136 kW/185 CV.
[21] La carrocería está compuesta en gran medida por plásticos reforzados con fibra. En algunas estructuras se utiliza el aluminio o materiales tipo sandwich para incrementar la rigidez y la absorción de energía en caso de choque.

 

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