EL CABALLO DE TROYA Y LOS BANCOS CENTRALES – JUNIO 2022

Los Bancos centrales nacieron para controlar la cantidad de dinero en circulación, con el fin de preservar el sistema de asignación de precios, lo que comporta el que la economía financiera deba estar sustentada en la economía real. La ortodoxia monetaria, a través de los precios, es determinante para una eficiente reasignación de recursos en la economía real.
Esa directriz de control de la masa monetaria solo puede ser alterada en situaciones de crisis coyunturales y siempre de forma justificada y ocasional. Sobre esa ortodoxia monetaria, que defiende el mantenimiento del poder adquisitivo de los ciudadanos, pende siempre la espada de Damocles del poder político, cuyo apetito de gasto y endeudamiento se ha demostrado insaciable.
El fatídico 11- S de 2001, con el criminal atentado yihadista que causó la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, marcó un radical cambio de rumbo en la política monetaria de los Bancos centrales, que tras dos décadas de ortodoxia iniciaban dos décadas de heterodoxia. Una vez más los Bancos centrales se convertían en el Caballo de Troya de la batalla económico-política, poniéndose al servicio del poder político.
Como era de esperar, el continuado dopaje monetario induce un ineficiente funcionamiento del sistema económico y muy especialmente del sistema financiero. Esa artificial caída del coste del dinero, condujo a que la banca tratara de compensar la reducción de margen financiero mediante la hipertrofia de su balance, con la consiguiente atrofia de su grado de solvencia, provocando la gran crisis financiera de 2007.
En esa tesitura, la respuesta racional a esa crisis de solvencia y no de liquidez, hubiera sido el aplicar las reformas estructurales a medio y largo plazo necesarias para sanear un sistema económico sometido a un creciente intervencionismo por parte del sector púbico, tanto oficial como en la sombra. El poder político declinó hacer frente a sus responsabilidades, limitándose a actuaciones cortoplacistas, presupuestarias y fiscales, al tiempo que dotaba a su Caballo de Troya de proporciones gigantescas. Esa descomunal masa monetaria permaneció durante dos décadas embalsada entre los muros de la crisis financiera, de los efectos de la globalización, de las ganancias de productividad fruto de la digitalización y de la sobrevaloración de activos.
Cuando la terrible pandemia de 2020-2021 y el cambio de paradigma geoestratégico mundial de 2022 han resquebrajado esos muros de ocultación del brutal exceso de liquidez, su inexcusable corolario de inflación galopante se está cebando con una población inerme, a la que el poder político todo lo que le ofrece es la penuria presente y la nada futura, en el tener y en el ser, de la Agenda 2030. Si, como ya sucedió con Troya, la civilización democrática fuera sepultada por las arenas del totalitarismo, en alguna cápsula del tiempo debiera quedar constancia de que los Bancos centrales fueron el alevoso Caballo de Troya que resultó decisivo para la consumación de la tragedia.
Avizor
Junio 2022