LA CARTA DE LOS MARTES DEL 21 DE JUNIO DE 2022
Queridos amigos:
El 21 de junio de 1586, a los 93 años de edad, murió en Roma el sacerdote agustino, filósofo, jurista, teólogo, canonista, tratadista, economista, catedrático en Salamanca y Coímbra, consejero de reyes y papas y miembro preclaro de la Escuela de Salamanca[1], Martín de Azpilcueta y Jaureguízar, quien formuló por vez primera la teoría cuantitativa del dinero y la teoría del valor-escasez.
Además, fue un decidido defensor del libre mercado y de la legitimidad del cobro de intereses por los préstamos. Se le considera uno de los precursores de la Economía Clásica. También conocido como el Doctor navarro, Azpilcueta fue uno de los intelectuales más importantes de su época.
Azpilcueta nació en 1492 en Barásoain (Navarra). Era hijo de sendos nobles de Irurita (Valle del Baztán), de raigambre agramontesa[2]. Fue un alumno precoz y aventajado. Estudió latín, retórica y dialéctica en Navarra. En 1509 fue uno de los 24 primeros colegiales en ser recibidos en el Colegio de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá[3], donde realizó estudios de Artes, Filosofía y Teología.
De aquí pasó en 1516[4] a cursar Derecho Canónico y Civil en la Universidad de Toulouse, la más famosa de aquel tiempo en esa disciplina. Siendo todavía estudiante, se inició en la docencia[5], En 1518 (con 26 años) obtuvo la cátedra de Cánones de dicha universidad, entrando en el claustro de profesores durante unos años e impartiendo clases tanto en Toulouse como en Cahors (1522).
Durante su estancia en Toulouse se ordenó sacerdote, regresando a Navarra en 1523, a pesar de los cargos que en aquella universidad le ofrecían para retenerlo[6]. A su vuelta, se detuvo en Roncesvalles[7], donde profesó como canónigo regular de San Agustín cuando tenía 30 años.
En compañía del prior de Roncesvalles pasó a la Universidad de Salamanca en 1524. Carlos I le ofreció una plaza en el Consejo Real de Navarra y le concedió una canonjía en la catedral de Pamplona, pero a ambas rehusó. En Salamanca se vio obligado a doctorarse de nuevo en Cánones, pues esta universidad no aceptaba los grados emitidos por otras. Ocho años tardó en recibir los grados académicos, aunque en 1528 se le situó en la catedrilla de la cursatoria[8] de Cánones. El 22 de abril de 1532 ganó por oposición la cátedra de Decreto y en 1533, la de Prima y Cánones. En esa condición, impartió en Salamanca durante catorce años. En cierta ocasión acudió a escucharle el propio emperador Carlos I, ante el cual disertó sobre el origen democrático del poder[9]. Tuvo varios discípulos notables, entre los que se cuentan Diego de Covarrubias (1512-1577) y Pedro de Deza (1526-1600). Azpilcueta fue uno de los grandes profesores de esa universidad. La fama y reconocimiento entre sus alumnos era tal[10] que acudían en masa a escucharle, viéndose obligado a dar clases en el Paraninfo.
Su dedicación a la Universidad de Salamanca[11] se interrumpió el 6 de julio de 1538, cuando Carlos I obligó al Rector y al claustro de la universidad a liberar al Doctor navarro para permitirle desplazarse a la Universidad de Coímbra, donde el 17 de octubre de 1538 comenzó sus clases como catedrático de Prima de Cánones, tal y como hacía en Salamanca. El rey Juan III le nombró Gran Canciller de la Universidad el 25 de octubre de 1539, con un salario de 1.000 ducados al mes hasta su muerte.
En 1555 volvió Azpilcueta a Navarra, su patria chica[12]. De 1561 a 1576 se dedicó a defender a Bartolomé de Carranza, navarro de Miranda de Arga, arzobispo de Toledo y primado de España desde 1557, acusado de herejía ante el tribunal de la Santa Inquisición, en Valladolid. Dada la conveniencia de que la causa se alejara de la influencia del tribunal, el Doctor navarro se dirigió a Felipe II para solicitarle desplazarla a Roma. A pesar de la oposición del Rey[13] y merced a las presiones del papado, el 5 de diciembre de 1566, defensor y defendido viajaron a Roma. En mayo de 1576, tras las dudas de San Pío V y Gregorio XIII, temerosos de enfrentarse con el poder político español, recibieron la sentencia pontificia de manos de Sixto V. La decisión llegó pocos días antes de la muerte de Carranza, extenuado por la larga lucha judicial.
Durante sus diecinueve años de estancia en Roma, además de trabajar en las ediciones de sus escritos, Azpilcueta se ocupó del Supremo Tribunal de la Sagrada Penitenciaría Apostólica. El entonces penitenciario San Carlos Borromeo y el cardenal Francisco Alciato, su sucesor, afirmaron que “el Pretorio de la Penitenciaría se gobernaba casi por sólo el Doctor navarro”. Azpilcueta fue honrado con la alta estima y confianza de los papas S. Pío V, Gregorio XIII y Sixto V, quienes valoraron su oratoria y conocimientos.
A los noventa y tres años, dejando sin acabar los Commentarii de lege penali, murió en Roma. Según había estipulado en su testamento, otorgado el 7 de septiembre de 1582, fue sepultado en la iglesia de San Antonio de los Portugueses de Roma.
Martín de Azpilcueta fue polifacético y prolífico[14] como pocos sabios de cualquier época pudieron serlo. Se desempeñó sobre todo en cuatro ámbitos distintos: el origen democrático del poder político[15]; la distinción entre la autoridad religiosa y la civil[16], con el reconocimiento del poder indirecto de la primera sobre la segunda; sus disquisiciones sobre la guerra y el derecho internacional[17] y sobre todo, dada su trascendencia, sus teorías económicas. Nos centraremos en estas últimas.
En el siglo XVI, las monarquías hispánica y portuguesa se habían extendido por casi todo el orbe. Habían creado una extensa red comercial entre lugares muy alejados entre sí. Los recursos provenientes del Nuevo Mundo, especialmente metales preciosos, tuvieron una clara influencia sobre la economía. En este contexto, Martín de Azpilcueta analizó los conceptos de valor y precio. Introdujo los rudimentos de la teoría cuantitativa del dinero[18] y la teoría del valor-escasez[19]. Su teoría cuantitativa del dinero fue reformulada con mayor precisión y desarrollo matemático por el economista norteamericano Irving Fisher (1867-1947) tres siglos más tarde.
En el Manual de confesores, publicado en portugués en 1552 y en castellano en 1553, realizó comentarios sobre la usura, los cambios y el hurto notable, entre otros[20]. En 1556, Martín de Azpilcueta escribió su obra Comentario resolutorio de cambios. En ella explicó que la llegada de metales preciosos a la España europea presionaba los precios al alza, pues los precios responden a la cantidad de dinero que se encuentra en circulación: a mayor cantidad de metales preciosos, mayor aumento de los precios. El stock de metales preciosos aumentó más rápido que el de resto de bienes, lo que hizo perder valor a los primeros en relación con los segundos: la inflación[21] estaba servida. Además, indicó que los precios también se veían influenciados por la velocidad de circulación del dinero.
La evolución de las operaciones bancarias y del comercio, sobre todo tras el auge experimentado desde el Siglo XV, presentó problemas morales. Los teólogos reflexionaron sobre ellos, y en esa procura surgió la Escuela de Salamanca, cuyos miembros elaboraron un marco teórico para explicar los nuevos fenómenos.
Además, Martín de Azpilcueta defendió la legitimidad de cargar intereses en los préstamos, lo que derivaba de su convicción de que el dinero era, además, una mercancía. Sensu contrario, la Iglesia mantenía tradicionalmente que eso era usura. La situación se complicaba en operaciones internacionales. Si la oferta de dinero era diferente entre dos países, su precio también lo sería. Además, era preciso tomar en consideración otras variables, como la distancia a la que se efectuaban los intercambios, el riesgo y los costes del transporte y las dificultades asociadas al cobro futuro. En ese sentido, intelectuales como John Elliot o Joseph Schumpeter han demostrado que Martín de Azpilcueta se anticipó doce años al texto que Jean Bodin[22] escribió en 1568 sobre las variaciones de precios que se empezaban a sentir en Europa tras la llegada de los metales preciosos de las Indias.
Martín de Azpilcueta fue una de las mayores autoridades de los albores de la modernidad. Inteligente, culto, versado, valiente, firme y perspicaz, se anticipó a su tiempo con sus enfoques, su pensamiento pervivió durante siglos y el recuerdo de su honestidad y ejemplaridad no le anduvieron a la zaga. Dios lo tenga en su gloria.
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La noticia de esta semana es otra muestra del espantoso desempeño que el enésimo gobierno (es una forma de hablar) socialista está realizando en la base de la sociedad española https://www.elmundo.es/espana/2022/03/29/6242da77fc6c83d47c8b457f.html
El Consejo de Ministros (esto es más exacto) “ha dado luz verde a la desaparición de la Filosofía y de la enseñanza cronológica de la Historia en la ESO[23]”. Se trata de un proyecto de Real Decreto que elimina “las notas numéricas, los exámenes de recuperación, los itinerarios y el límite de suspensos para pasar de curso y obtener el título”. Descendiendo (aunque en materia de descensos es difícil de igualar la ejecutoria del PSOE en sus objetivos de destrucción de la sociedad española) al detalle, en esta etapa capital de la formación de nuestros jóvenes, desaparece la asignatura de Filosofía[24]. Además, se renuncia al estudio cronológico de la Historia, desvirtuando el propio análisis de lo acontecido. Asimismo, se suprimen eventos históricos esenciales[25].
Es obvio que se trata de conseguir masas obedientes, ignorantes y votantes acríticas a cambio de una paguita. Y para reforzar la destrucción, los alumnos estarán obligados a estudiar el engendro denominado Valores Cívicos y Éticos[26].
Hay más. No se lo pierdan. No es el principio del fin, son una continuación de la operativa que se reinició con la Constitución de 1978.
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El avance tecnológico de esta semana https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/una-investigacion-del-csic-introduce-chips-dentro-de-celulas-vivas-como-farmacos
Es novedoso y rompedor. La idea de los investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas es impedir la división celular, es decir congelar el crecimiento de lo que se quiere detener. Y esta vez sin fármacos. Con recursos mecánicos, sin contraindicación alguna. Matar células cancerosas con absoluta precisión, casi diríamos acuchillándolas.
Se sigue avanzando. La Ciencia, pura y aplicada, no está cerrada, mal que le pese a Al Gore[27].
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La frase de hoy es de Friedrich A. Hayek, economista austriaco y premio Nobel de economía. “Los principios teóricos de la economía de mercado y los elementos básicos del liberalismo económico no fueron diseñados, como se creía, por calvinistas y protestantes escoceses, sino por los jesuitas y miembros de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español”.
Cordiales saludos
José-Ramón Ferrandis
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