¿QUOUSQUE TANDEM, ESPAÑA INFECUNDA? – JUNIO DE 2022

¿QUOUSQUE TANDEM, ESPAÑA INFECUNDA? – JUNIO DE 2022

¿Hasta cuándo seguirán España y Europa sin reaccionar en serio ante su pavoroso déficit de nacimientos? ¿Hasta cuándo seguirá aferrado el grueso de nuestra clase política y de la comunidad intelectual a la falacia deletérea y señoritil de que “no pasa nada si los españoles no tenemos hijos, que ya los tendrán por nosotros en países más pobres los padres de los inmigrantes, y con ellos cubriremos perfectamente el hueco humano que crea nuestro persistente déficit reproductivo”?

No hay peor ciego que quien no quiere ver. Y es muy estúpido y autodestructivo seguir cavando si se está en un agujero.

Cuando se lanza desde la UE una iniciativa sobre el futuro de Europa sin que figure la natalidad entre sus diez grandes áreas temáticas de trabajo (sí están entre ellas las migraciones, cambio climático, salud, transformación digital, economía, etc.), en una Europa abocada al declive si no nacen más niños, seguimos cavando.

Cuando en los planes oficiales sobre la “España vacía” no figura como tema clave la natalidad, factor principalísimo de despoblación de las provincias rurales más deshabitadas y envejecidas, seguimos cavando. Jaén o Badajoz han tenido tanta emigración o más que las provincias más “vacías”, pero mucha más fecundidad. Resultado: han perdido mucha menos población española, y la que tienen está mucho menos envejecida.

Cuando la natalidad está por los suelos, como en España, pero a cortar abruptamente y para siempre el desarrollo vital de fetos humanos perfectamente viables se le llama oficialmente “salud reproductiva” (más bien será “anti-reproductiva”. Y de “salud” no cabe hablar, que el embarazo no es una enfermedad), y facilitarlo aún más es prioridad legislativa del gobierno de un país con enorme falta de niños y donde más de un 20% de los embarazos terminan con su “cura” por métodos quirúrgicos o químicos, seguimos cavando.

Cuando se ignora que con inmigrantes solo podremos cubrir una pequeña parte de los puestos de trabajo cualificados, porque el nivel medio de formación de los que vienen a España no es elevado, o que no se puede solventar con ellos el desierto afectivo y la “pandemia” de soledad que crean en España y Occidente la falta de hijos y la desestructuración familiar, seguimos cavando.

Cuando en planes autonómicos y medidas nacionales sobre natalidad se fomenta que haya más hogares monoparentales, al darles ayudas económicas especiales solo por serlo, aunque sean tan “pobres” como el de Amancio Ortega / Rosalía Mera cuando se divorciaron, y ello pese a que el número medio de hijos en este tipo de hogares es bastante inferior al de los biparentales, y a que los críos en ellos sufren la ausencia de uno de sus progenitores -generalmente el padre-, seguimos cavando. Y así unas cuantas cosas más que nos hunden aún más en el hoyo del suicidio demográfico por baja natalidad.

No queriendo ver la que se nos viene encima, y cavando más y más en la fosa de nuestra infecundidad, casi cada año batimos a la baja nuevos récords históricos de pocos alumbramientos, la diferencia negativa entre nacimientos y defunciones tiende a aumentar, el pueblo español envejece más, y las zonas despobladas de nuestro país languidecen aún más. ¿Recuerda el lector alguna encuesta del CIS en que los españoles señalasen la falta de nacimientos como uno de los principales problemas nacionales? No, claro que no la recuerda, porque nunca se ha publicado algo así. ¿Y recuerda cuando el rey actual o el anterior advirtieron en alguno de sus discursos de Navidad que España tenía una peligrosa insuficiencia de nacimientos? Tampoco es algo recordable, porque nunca ha ocurrido. Esa ausencia de preocupación pública por la natalidad en España, desde el pueblo llano hasta sus más altas magistraturas,  es muy intranquilizadora, pues en los últimos diez años el número total de muertes de españoles nativos ha superado en más de un millón al total de alumbramientos de madres nacidas en España, y de seguir con la fecundidad actual, y en ausencia de flujos migratorios netos, hasta final de siglo, España perdería la mitad de su población, y un alto porcentaje de los que quedasen serían ancianos.

Si uno sufre una enfermedad grave que tiende a empeorar, tiene un problema serio. Si además ignora que la padece, peor. Y si en su modo de vida abundan las pautas y cosas que agravan la enfermedad, todavía mucho peor. Esto nos pasa en España y Europa con la salud demográfica y familiar. Padecemos una pavorosa infecundidad, mayormente no se le hace caso al asunto, y se propician valores y se promulgan leyes que tienden a empeorar el problema. Cuando empecé a estudiar en profundidad este tema, hace más de doce años, me quedé horrorizado, entre otras cosas, al constatar que en tres provincias españolas había el doble de defunciones que de nacimientos, sin que nadie señalase tan preocupante dato. Ahora esas tres provincias tienen entre 3,5 y 4 muertes por nacimiento, y en la mitad del resto hay 2 o más muertes de españoles por cada nacimiento de madres españolas. ¿Cuándo dejará de cavar en su fosa demográfica la sociedad española? ¿Quousque tandem?

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Autor: Alejandro Macarrón Larumbe — Junio 2022

Ingeniero y consultor empresarial
Autor de los libros “El suicidio demográfico de España” y “Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo”

 

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