EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS – 20 DE DICIEMBRE DE 2022 – DIEGO SÁNCHEZ DE LA CRUZ

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS – 20 DE DICIEMBRE DE 2022 – DIEGO SÁNCHEZ DE LA CRUZ

LA MASACRE FISCAL DE PEDRO SÁNCHEZ EXPLICADA EN CINCO DATOS CLAVE

¿Cuántos impuestos pagamos los españoles? El indicador que solemos tomar como referencia para hablar de estas cuestiones es el cálculo de la presión fiscal, que relaciona los impuestos recaudados con la producción de la economía. De acuerdo con Eurostat, esta métrica alcanza en España el 43,7% del PIB. En términos dinámicos, se trata de un aumento del 14% en apenas un lustro, puesto que este indicador ascendía al 38,2% del PIB en 2017.

Pero el cálculo de la presión fiscal omite algunas circunstancias relevantes para un análisis riguroso de la carga tributaria soportada por los contribuyentes. Por ejemplo, no nos dice nada sobre la base imponible sobre la que recae la recaudación obtenida, obviando de esta forma el impacto del paro o de la economía sumergida.

Si hacemos esta corrección, los datos de España son aún peores. Esto es así porque nuestra tasa de paro es mucho mayor al promedio europeo (estamos en el 12% frente al 6% de nuestros socios comunitarios) y porque nuestra economía sumergida ronda el 20% del PIB (superando holgadamente a otros países del Viejo Continente donde se los registros alcanzados no llegan al 10% del PIB).

Haciendo este ajuste, podemos estimar que nuestra presión fiscal sería aproximadamente un 10% más alta que la media comunitaria. Sin embargo, a nadie escapa que los niveles de renta son inferiores en nuestro país que en el resto de la UE. Por tanto, no solo hablamos de una presión fiscal más elevada, sino que también estamos ante una carga tributaria que recae sobre unos contribuyentes con menos ingresos.

Para ajustar los datos, podemos relacionar la presión fiscal con el nivel de renta de los contribuyentes. Ese es precisamente el ejercicio que ha realizado José Félix Sanz en un estudio que sitúa a España como el tercer país de la Unión Europea con mayor esfuerzo fiscal. Solamente estarían peor que nosotros Grecia y Portugal, con el agravante de que ambos países han venido aprobando algunas rebajas de impuestos en tiempos recientes, mientras que España ha hecho todo lo contrario, al calor de las 54 subidas tributarias que ha decretado Pedro Sánchez desde 2018 hasta 2022.

Es importante señalar, además, que el ritmo de crecimiento de la recaudación tributaria cuadriplica los niveles de avance que describe la producción económica. Así, mientras que el PIB aumentará un 4% en 2022, los ingresos están creciendo por encima del 16%. Esto significa que, entre enero y octubre, la recaudación neta ha crecido de 191.410 a 223.695 millones de euros, lo que supone un incremento de más de 32.000 millones de euros, equivalente a 1.700 euros por hogar.

Hay quien defiende, no obstante, que el verdadero alcance de los impuestos debe medirse tomando en consideración el gasto. Esto es así porque, en última instancia, los gastos que hoy se cubren con deuda serán financiados el día de mañana con cargo a los contribuyentes. En este sentido, España estaría aún peor de lo que pensamos, porque los desembolsos de las Administraciones Públicas superan los ingresos fiscales en unos 50.000 millones de euros, señal de que en los próximos años se aplicarán subidas impositiva por dicho monto, con un impacto medio de 2.600 euros por familia.

Una masacre fiscal en toda regla.

Diego Sánchez de la Cruz es analista económico, profesor universitario, director de Foro Regulación Inteligente, investigador del Instituto de Estudios Económicos y autor de diversos libros. 

 

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LA CARTA de Jose Ramón Ferrandis en su Blog:
La Carta de los martes del 20 de Diciembre de 2022.

 

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«PENSANDO EL VOZ ALTA» DE AVIZORPOPULISMO Y CLIENTELISMO: LA MORDAZA AUTORITARIA

El populismo, la promesa de las falsas soluciones para los problemas reales, es una táctica de manipulación electoralista que se ha generalizado entre una oligarquía partitocrática que es cortoplacista en la gestión de gobierno y perenne en su ocupación del poder político y económico. Las grandes crisis, ya sean institucionales, políticas, económicas o sociales, son el caldo de cultivo ideal para el desbordamiento de un populismo siempre presente en una oferta política que responde prioritariamente a los intereses de partido y secundariamente al interés general. En ese marco estructural pueden darse diversos escenarios electorales, pero siempre sometidos al constante deterioro del sistema democrático que conllevan las medidas cortoplacistas teñidas de populismo destinadas a enmascarar la realidad y posponer indefinidamente las verdaderas soluciones de los problemas estructurales subyacentes.

En España se está gestando una profunda crisis política, institucional, económica y social, la tormenta perfecta que amenaza con el naufragio de nuestra Nación como comunidad de convivencia en libertad e igualdad, aplastada por la imposición de un régimen liberticida y desintegrador que conlleva la debacle económica y social. Frente a tan descomunal huracán, la táctica populista de corto plazo puede transformarse en estrategia clientelista a largo plazo, clave de poder político que se acabe convirtiendo en el yugo que nos ciña de manera permanente a la carreta del autoritarismo. Ese acusado riesgo de clientelismo se ve agravado por una organización territorial que consagra un regionalismo sometido a un caciquismo en estado puro que conlleva la formación de un Estado federal asimétrico de facto.

En esa crítica situación, los partidos políticos españoles deben enfrentar, en el próximo mes de mayo, unas elecciones en el ámbito autonómico y local que, a tenor de las encuestas de intención de voto, podrían comportar un drástico vuelco electoral. Ante ese inminente riesgo de pérdida de poder regional y local para las formaciones políticas que integran el Gobierno central, se cierne la amenaza de que su estrategia clientelista de fidelización de caladeros de voto se multiplique.

Esa presumible ofensiva electoralista contará a su favor con un aparato mediático de propaganda hegemónico y en su contra con una alternativa política cuya estrategia parece seguir centrada en la oferta de gestionar un progreso económico que ya nadie vislumbra en un horizonte de medio plazo. Muy al contrario, la preocupación mayoritaria de los españoles es la de intentar que no empeore significativamente su ya deteriorada situación económica actual, lo que incrementa las posibilidades de éxito de un clientelismo que nos arroje en los tentáculos de las fuerzas políticas del autoritarismo.

 

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