El nacionalismo catalán actual nace de un planteamiento étnico – religioso surgido en los años sesenta de los ámbitos culturales catalanistas.El régimen franquista respetaba las raíces tanto étnicas como religiosas y pactaba con las oligarquías regionales, lo que explica su tolerancia con el catalanismo cultural. Tras la Guerra Civil, el catalanismo se atrincheró en la alta burguesía, que era mayoritariamente católica y en la alta jerarquía eclesiástica.

En esa trinchera elitista se modela el sentimiento supremacista, en el sentido de superioridad cultural y económica respecto del resto de España y de la mano de obra inmigrante, los llamados despectivamente «charnegos». A partir de ese momento, el clero catalán comienza a dividirse entre una jerarquía catalanista y un clero de base socialista, abriéndose una profunda brecha que se cierra cuando la socialdemocracia catalana se abraza al oso totalitario nacionalista. El catalanismo supremacista, permanentemente alimentado por el poder político central, se acaba transformando en nacionalismo excluyente. El resultado final, en toda Cataluña, ha sido la supeditación del credo católico a la religión laica nacionalista, lo que ha comportado el vaciamiento generalizado de las iglesias y su espúria utilización como centros del adoctrinamiento nacionalista.

Es una tragedia que se reproduce históricamente cada vez que la Iglesia Católica se coloca al lado del poder político, olvidando su ontológica universalidad.

Avizor

marzo 2023