GRANDES EMPRESAS Y BATALLA CULTURAL – AVIZOR – MARZO DE 2023

GRANDES EMPRESAS Y BATALLA CULTURAL – AVIZOR – MARZO DE 2023

 

Desde finales del siglo pasado y en lo que va del presente siglo, la llamada batalla cultural no ha sido realmente una batalla librada por dos contendientes, ya que la ofensiva de la contracultura del nihilismo y del relativismo moral, no ha concitado la correspondiente contraofensiva de la cultura humanista de raíces judeocristianas, ausencia de respuesta que ha dejado expedito el camino para que esa contracultura se haya convertido en hegemónica.

La hegemonía de esa contracultura poshumanista, que sustituye los derechos y libertades por el autoritarismo liberticida, constituye la plataforma sobre la que ha podido construirse un Estado elefantiásico, intervencionista e hiperregulador, que debilita las instituciones democráticas y la seguridad jurídica.

Ese proceso de concentración de poder ha acabado siendo un yugo para la actividad empresarial, que se ha visto crecientemente sometida a ese Estado omnipresente en la normativa y expoliador en lo fiscal. La gran empresa, que llegó a ser un poder fáctico en el pasado, se transformó en un poder económico independiente, lo que permitió su extraordinaria expansión internacional, pero con la hipertrofia del Estado, ha terminado como rehén del poder político, transformándose en una extensión del sector público, incurriendo en el grave riesgo de acabar siendo sector público puro y duro.

Esa acusada dependencia del poder político que padece la gran empresa es la consecuencia de su incomparecencia en la batalla cultural, que viene ganando la contracultura liberticida desde hace ya tres decenios. Lamentablemente, las múltiples iniciativas de la sociedad civil en defensa del sistema democrático, de sus instituciones de contrapeso y de control del poder político, así como del libre mercado, no han recibido el imprescindible soporte de la gran empresa, salvo escasas y honrosas excepciones.

Muy al contrario, en la mayoría de las grandes empresas ha primado el interés cortoplacista de su adaptación a ese medio hostil, incorporando a su gestión la perspectiva de género y el identitarismo “woke”, situándolo por encima de su interés primordial, en el medio y largo plazo, que es el de la preservación de un marco de derechos y libertades en el que la gran empresa pueda desarrollar de forma independiente, competitiva y plena, su destacada función de servicio a la sociedad.

 

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