UN ANÁLISIS COMPLETO DE LA AGENDA 2030 – MIGUEL ÁNGEL SANZ – MAYO DE 2023
AGENDA 2030: TRIGO Y CIZAÑA (I)
¿Qué tiene de bueno la Agenda 2030? ¿Qué no es tan bueno en ella? ¿A quién interesa la Agenda 2030? ¿Por qué ha sido difícil de atacar en los aspectos en que lo merece? ¿Qué es la falacia de la Mota?
Este es el primero de una breve serie de artículos sobre la Agenda 2030 para ir respondiendo a esas y otras preguntas.
La Agenda 2030 comprende los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Son 17 objetivos globales establecidos en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, “como un plan para lograr un futuro mejor y más sostenible para todos”. Cada objetivo tiene entre 8 y 10 metas detalladas, por lo que estamos hablando de unas 150 metas. ¿Quién se ha leído la agenda 2030?
Este es el primero de una breve serie de artículos sobre la Agenda 2030 para ir respondiendo a esas y otras preguntas.
Casi todos los políticos llevan en su solapa el logo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. La Agenda la promueven las instituciones internacionales; y también las administraciones públicas nacionales, regionales y locales. O sea, fundamentalmente los políticos. Pero como veremos… no la promueven toda. Sólo promueven aquellas partes que les resultan más útiles políticamente.
Tomemos, por ejemplo, estos dos objetivos: “reducir considerablemente la corrupción y el soborno en todas sus formas”; y “crear a todos los niveles instituciones eficaces y transparentes que rindan cuentas”. ¿Han oído hablar de ellos a algún político en relación con la Agenda 2030?
La mayoría de las propuestas que hace la Agenda 2030 son perfectamente asumibles. Es más, como dice Higinio Marín, “la mayoría de las propuestas son inexplicables si no es en el contexto de la conciencia cristiana como su génesis y su origen.” “Erradicar la pobreza”, “ampliar el acceso al agua potable”, “el acceso universal a la energía”… son todos ellos objetivos loables. Incluso tiene objetivos a favor del liberalismo. Muchas de las metas buscan aumentar la libertad económica, la propiedad privada y promover el crecimiento económico: “garantizar que todos los hombres y mujeres tengan los mismos derechos a los recursos económicos, la propiedad y la herencia” (¿está la Agenda 2030 contra el Impuesto de Sucesiones?); “eliminar todas las formas de subvenciones a las exportaciones agrícolas” (las subvenciones agrícolas en el primer mundo es uno de los mayores daños que hacemos al tercer mundo); “mantener el crecimiento económico per cápita y, en particular, un crecimiento del producto interno bruto de al menos el 7% anual en los países menos adelantados”…
Sin embargo hay cizaña dentro del trigo. En realidad, la Agenda 2030 tiene el carácter práctico de una trampa. La cizaña, como en la parábola evangélica, es difícil de encontrar y de separar.
Entre otras cosas, la Agenda 2030 se propone “garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva” (aborto y planificación familiar); “asegurar que todas las niñas y todos los niños terminen la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita” (y estatal); “asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible… la igualdad de género… la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural”…
Esta mezcla de trigo y cizaña hace que la Agenda 2030 sea muy difícil de atacar debido a la falacia de la Mota. La mota castral es una metáfora para explicar la falacia. Una mota castral es un castillo en cuyo centro hay una torre inexpugnable (la mota). Alrededor de la mota hay una aldea con casas y huertos (el castro), rodeada por una cerca o muralla no muy alta. En el castro se vive mejor, pero es más difícil de defender. Si hay un ataque serio, la población se refugia en la mota. Cuando los atacantes se convencen de que la mota es inexpugnable, se van. Entonces, la gente vuelve a vivir en el castro. Si quieren conocer la falacia con más detalle pueden hacer clic aquí.
Eso ocurre con las tesis de la Agenda 2030. Si atacas algunos objetivos en el castro, sus defensores se refugian en la mota (los objetivos loables), y te dicen que cómo puedes estar en contra de la Agenda 2030 que busca erradicar la pobreza, el acceso universal a la energía y el agua potable, etc.
A modo de inciso diré que eso mismo sucede con muchos otros temas actualmente. Si atacas algunos aspectos (el castro) del feminismo de tercera ola, te dirán que cómo puedes estar en contra de la igualdad de hombres y mujeres (la mota). Si argumentas contra alguna de las injusticias (el castro) contenidas en la Ley Integral de Violencia de Género de Zapatero, te dirán que cómo puedes estar a favor de la violencia machista (la mota). Si cuestionas algunos impuestos al CO2 o a los plásticos (el castro) te dirán que eres un negacionista del cambio climático (la mota).
Hacer visible y notoria esta falacia en la que caen muchas personas nos servirá para argumentar contra la Agenda 2030 allí donde debe ser refutada.
¿Por qué la Agenda 2030 tiene carácter religioso? ¿En qué se manifiesta eso? ¿Es popular o aristocrática? ¿Valora las identidades nacionales o busca más bien una global? ¿Cuál es su trasfondo antropológico? A eso responderemos en los dos siguientes artículos sobre el tema.
AGENDA 2030 (II): UNA RELIGIÓN SIN PERDÓN NI SALVACIÓN
En el anterior artículo hablamos del trigo y de la cizaña que hay dentro de los objetivos de la Agenda 2030. Y de la falacia de la Mota con que te responden si criticas la cizaña.
En éste mostraremos el carácter religioso de la Agenda 2030 y de la defensa que de ella se hace.
El Estado moderno ha ido absorbiendo cada vez más facetas morales que son arrebatadas a las personas en la sociedad civil. Por ejemplo la solidaridad, la justicia social, el cuidado de los mayores o el ecologismo. Se moralizan también la educación pública y el propio Estado: son los políticos y el Estado quienes nos van imponiendo “lo bueno”.
El Estado y los políticos sustituyen a la religión como la autoridad moral. Quieren ejercer un monopolio de la autoridad moral en la sociedad civil. Y la Agenda 2030 es una de sus herramientas más claras en ese sentido.
La Agenda 2030 tiene una dimensión y una naturaleza religiosas. Sin embargo, es una religión sin perdón y sin salvación. Es una religión sin perdón porque no busca el bien de las personas concretas, sino el triunfo de su narrativa. Si la criticas públicamente, recibes inmediatamente la presión de lo políticamente correcto: la de los políticos de (casi) todos los partidos y la de (casi) todas las empresas. De hecho, esta religión permite la autojustificación para infringir daño a quien debe ser corregido. No le interesa el arrepentimiento de quien la critica, sino su cancelación.
¿Para qué exige disculpas públicas? Para que el acto que se considera una ofensa sea reconocido públicamente como “pecado” por parte del delincuente. La demanda de una disculpa no tiene nada que ver con el ofensor, sólo con mantener la narrativa de lo políticamente correcto. Por eso es una religión sin perdón y sin misericordia. Al no haber perdón ni salvación es en realidad un rigorismo moralista.
La Agenda 2030 busca ser hegemónica. ¿En qué sentido? En que busca ser un conjunto de ideas que interpela y reúne no sólo a su comunidad de partidarios, sino que además busca fijar las condiciones y términos del debate a quien quiere criticarla.
Es también una religión porque busca el paraíso en la tierra. Los cristianos sabemos que, si un político promete el paraíso en la tierra, miente descaradamente y además busca imponernos una ideología totalitaria. “Cuando la política quiere hacer la labor de Dios, no es divina sino demoníaca” decía Ratzinger.
La Agenda 2030 menciona y pide impulsar el deporte como vínculo de unión entre ciudadanos y naciones. Habla del deporte como una actividad que los Estados y los organismos internacionales deben promover porque genera conocimiento y relación entre países. Pero no habla para nada de religión. Salvo para advertir a los Estados que no pueden hacer diferencias en relación al credo de sus ciudadanos. Y que han de tener al respecto una posición estrictamente neutral. Nuestro Estado es neutral.
Dalmacio Negro, cuando le hablaban de neutralidad, solía preguntar:
“- Neutral, ¿contra quién?”
A lo que Higinio Marín en esta conferencia, responde:
“- Si tenían ustedes alguna duda, nuestro Estado es neutral contra nosotros. Contra los que no le reconocemos la autoridad moral para definir los contenidos de la educación de nuestros niños. Contra los que no le reconocemos la autoridad para sancionar qué es lo correcto desde el punto de vista de la conciencia moral. Contra los que no le reconocemos la autoridad para decirnos dónde podemos rezar y dónde no podemos rezar o bailar una sardana.”
La Agenda 2030 representa el contenido de lo moralmente bueno, la justificación, para los Estados democráticos, para establecer cuáles son los límites fuera de los cuales los ciudadanos pueden ser limitados en sus derechos. La identificación entre la ética y la política sólo puede darse en un Estado confesional y fundamentalista en lo religioso y lo político. Y también en un Estado totalitario, en el cual la ética se subordina a la voluntad política.
En el próximo artículo hablaré del trasfondo antropológico de la Agenda 2030: ¿pertenecemos a la tierra o la tierra nos pertenece?
AGENDA 2030 (III): TRASFONDO ATROPOLÓGICO.
En los últimos días, la Agenda 2030 ha vuelto a ser “trending topic” en Twitter a causa de unas palabras del ex ministro del PP García Margallo, en las que aseguraba que “La Agenda 2030 es el Evangelio”.
Quisiera comenzar señalando que la Agenda 2030 tiene una naturaleza aristocrática: son las propias instituciones y con carácter mundial las que la promueven. No es en absoluto un movimiento popular. Son las oligarquías políticas -y no políticas- quienes la promueven. Los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) son herramientas para justificar la intervención del poder político sobre los gobernados, obviando la voluntad de estos.
Esas oligarquías usan de su poder e influencia con voluntad catequética: ellos son los que nos enseñan cómo hemos de pensar y actuar. Caen así en la fatal arrogancia de creer que saben lo que nos conviene, como bien diría Friedrich Hayek.
Lamentablemente, esta oligarquía incluye al actual Papa:
“Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas. La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial que iniciará hoy mismo, es una importante señal de esperanza. Confío también que la Conferencia de París sobre el cambio climático logre acuerdos fundamentales y eficaces.” (Discurso del Papa Francisco ante la Asamblea de las Naciones Unidas en 2015).
Las ideologías dominantes en la agenda 2030 son la de género y la climática. Y esto supone un cambio antropológico.
El cristianismo siempre ha defendido el cuidado de la tierra y la creación. Y esta defensa no es por la naturaleza en sí, sino porque la naturaleza es un don de Dios. La tierra es un don de Dios al hombre y debemos cuidarla. El mensaje bíblico es que Dios nos dio la creación para su explotación y nuestros propios fines.
“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo y les dijo: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»” (Génesis 1, 27-28).
El trasfondo antropológico de la Agenda 2030 es el contrario: no es que la tierra nos pertenezca, somos nosotros quienes pertenecemos a la tierra. El paradigma moral del ecologismo político actual es cuidar del planeta en sí mismo, no por ser un bien moral que ayuda al hombre.
Para la Agenda 2030, el hombre es un ser vivo más de la creación, y no la cima de ella. Para muchos ecologistas actuales el hombre es una plaga y causante de todo este desastre. El hombre tiene una altísima dignidad porque ha sido creado a imagen de Dios. El Hombre, después de los ángeles, es la criatura más excelsa y no es una plaga en absoluto.
No podemos sustituir la moral cristiana por una moral ecológica. El motivo por el que los cristianos cuidamos el paisaje, no ensuciamos, etc. no es por cuidar el planeta, es por nuestra virtud y por caridad con el prójimo.
Del mismo modo, más que fomentar un deseo altruista de que salgan de la pobreza personas que están a miles de kilómetros de nosotros, procuramos ejercer las 7 obras de misericordia espirituales y las 7 corporales con aquellas personas que tenemos a nuestro alrededor en el día a día.
A un amigo mío, muy preocupado por el CO2 y por el planeta que vamos a dejar a nuestros hijos, le explicaba lo que a mí más me preocupa del planeta que estamos dejando a nuestros hijos:
- Me preocupa la deuda pública: en España, cada niño nace con 30.000 € de deuda. Y si es en una familia que paga más impuestos que la media, puede ser el doble o el triple de esa cantidad.
- Me preocupa dejarles con políticos que les van a quitar el 50% el fruto de su salario nada más empezar a trabajar.
- Me preocupa dejarles un sistema de pensiones piramidal fallido.
- Me preocupa dejarles con políticos que suman decenas de miles de funcionarios extra cada pocos meses. Y que siguen creando más y más estructuras de colocación para amigos y afiliados y que van a lastrar el trabajo y los impuestos de nuestros hijos de por vida.
- Me preocupa dejarles con políticos que con una rígida legislación laboral y de todo tipo cercenan la libertad personal y económica. Y que ahuyentan las inversiones, que son las deberían dar trabajo a nuestros hijos.
Todo eso me preocupa mucho más que el CO2.
AGENDA 2030 (IV): USO DEL LENGUAGE Y AUTORIDAD GLOBAL
En este último artículo quiero tratar dos últimos aspectos implícitos en la Agenda 2030: el uso del lenguaje y la búsqueda de una autoridad global.
La Agenda 2030 conlleva ciertas formas de decir y de referirse a ciertos temas, desde el cambio climático a la ideología de género. Quien gobierna qué se puede decir, gobierna también qué se puede pensar y qué ideas se pueden compartir y cuáles no. Y, al gobernar lo que se puede pensar, está indirectamente gobernando lo que se puede desear, lo que se puede querer hacer. Y en última instancia se modifican los patrones humanos de conducta.
Cuando oímos a un ministro, o a cualquier otro político actual, hablar de “todos y todas”, puede que ustedes y yo nos riamos. Pero, como dice Higinio Marín en la conferencia de que ya les hablé, “sepan que ellos lo hacen con la secreta esperanza de que el final de esta historia es que se rían de nosotros por no utilizarlo. Porque el sentido común marca el límite de lo risible, el límite de lo ridículo y marca también el límite de lo delirante”.
Fijar lo políticamente correcto, fijar lo que se puede decir e incluso lo que se puede pensar, es acabar fijando los límites de a quien se considera “loco”. Y esa es la aspiración de muchos políticos. De forma que con quienes pensamos de otra forma no se debata, sino que directamente se nos considere locos: ¿qué es si no el uso de la palabra “negacionista”? Tengo un buen amigo, culto, leído, con quien he discutido brevemente alguna vez de ciertos temas. Cuando le propuse sentarnos a charlar sobre ellos en profundidad, me dijo que no, que para él sería perder el tiempo, ya que hablar sobre esos temas conmigo sería como hablar con un “terraplanista”.
Según Marín, bajo la Agenda 2030 subyace “un proyecto de transformación cultural del conjunto de las tradiciones del planeta para su uniformización en un nuevo sentido común”.
Y esto nos lleva al segundo punto. Esta búsqueda de uniformización global lleva implícita la supresión de tradiciones y costumbres del inmenso mosaico de países, regiones y, en última instancia, personas que constituimos el mundo.
La creación de un efectivo gobierno mundial ha sido incluso defendida por varios romanos pontífices. La necesidad de una “Autoridad Política Mundial” ya la planteó el papa Juan XXIII en 1963:
“El orden moral, de la misma manera que exige una autoridad pública para promover el bien común en la sociedad civil, así también requiere que dicha autoridad pueda lograrlo efectivamente (…) Y como hoy el bien común de todos los pueblos plantea problemas que afectan a todas las naciones, y como semejantes problemas solo puede afrontarlos una autoridad pública cuyo poder, estructura y medios sean suficientemente amplios y cuyo radio de acción tenga un alcance universal, resulta en consecuencia que por imperativo del mismo orden moral, es preciso constituir una autoridad pública general” (Pacem in terris, 136 y 137).
También lo planteaba Benito XVI en 2009:
“Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII.” (Caritas in veritate, n. 67).
¿Cuál es la mejor forma de evitar una autoridad política mundial? Seguir defendiendo la completa autonomía de países y regiones.
El modelo político que mejor nos muestra la importancia de esta autonomía y descentralización es, en mi opinión, el modelo de Suiza. ¿Qué hace tan especial y tan exitoso el modelo suizo? A mi juicio, la libertad de cantones y ayuntamientos para fijar impuestos.
En Suiza, quienes recaudan los impuestos son los cantones (hay 26 en un país de 8.5 millones de habitantes). Los ayuntamientos también recaudan tanto impuesto sobre la renta como impuesto de sociedades. Y ambos tipos de instituciones tienen completa libertad para fijar el nivel de impuestos. Eso hace que haya una gran competencia fiscal entre cantones y entre municipios.
En España la competencia fiscal entre comunidades autónomas existe, pero es mínima. Y aun así, esas pequeñas diferencias que hay entre Madrid y Cataluña o entre Madrid y Valencia ya ponen nerviosos a los políticos socialistas de todos los partidos.
En Suiza puede haber diferencias de 3 a 1 en la cantidad de impuestos a pagar entre cantones. Si tu cantón te sube los impuestos, o empeora sus servicios, puedes mudarte al cantón de al lado conservando familia, trabajo y amigos. Eso pone a los políticos en competencia y les obliga a ser eficientes y a no extralimitar sus poderes. Lo explico con más detalle en este vídeo de dos minutos.
Ahora bien, el modelo suizo de competencia entre cantones es el modelo mundial entre países. La competencia fiscal -y cultural y de todo tipo- entre países y regiones es la mejor forma que conozco de controlar y poner límite a los políticos. Es el mejor modo de que respeten la libertad y costumbres de personas, asociaciones, etc. De que, en definitiva, respeten la autonomía de la sociedad civil. Una autoridad mundial fuerte sería un paso muy peligroso hacia una potencial dictadura global, por mucho que, lamentablemente, varios romanos pontífices se hayan mostrado a favor de ella.
Miguel Ángel Sanz
Doctor Ingeniero Industrial por la Universidad de Oviedo, MBA por INSEAD y graduado en Teología por la Universidad de Deusto. Actualmente es Partner en Madavi. Ha sido profesor y ha impartido numerosas conferencias para varias Asociaciones.
mayo de 2023
Los cuatro artículos son excelentes.. Felicidades.
Los cuatro artículos son excelentes.. Felicidades.
Es un placer leerle, doctor Sanz.