¿ABANDONAD TODA ESPERANZA? – AVIZOR – JULIO DE 2023

Los españoles llevamos camino de acabar siendo como el personaje muy friolero del chiste que, tras mudarse desde el cielo al purgatorio y desde éste al infierno en busca de más calor, cada vez que se abrían las puertas del infierno gritaba: «¡ esa puerta !». Esa exclamación es la que lanzan los estatalistas españoles de todos los partidos cuando intuyen que en el calefactado corral de lo público pudiera abrirse una puerta con la entrada de aire fresco para las libertades individuales.

El calor asfixiante y paralizante que irradiaba el Estado autárquico, en la España de los años cuarenta, fue radicalmente disipado por el Plan de Estabilización de 1959, que logró un espectacular desarrollo de la economía y de la sociedad españolas sustentado en dos principios, el libre mercado y el humanismo cristiano. El extraordinario impulso de esa liberalización económica y social fue perdiendo fuerza en la medida en que la ofensiva cultural y política del intervencionismo, dizque proteccionista, iba ganaba terreno hasta lograr imponer mayoritariamente el culto a la dependencia del todopoderoso Estado.

Esa magnificación de lo público ha inducido, en los últimos treinta años, el sobrecalentamiento del intervencionismo liberticida, convirtiendo a la sociedad española en «termodependiente» y orgullosa de navegar inconscientemente en la barca de Caronte rumbo al infierno del relativismo moral, del Estado fallido y del suicidio demográfico, territorial y económico.

Las tantas veces reclamadas reformas estructurales liberalizadoras, institucionales y económicas, que a estas alturas continúan permaneciendo prácticamente inéditas, han debido redenominarse, a lo largo de esta inacabable espera, como «reformas de calado, en profundidad, sistémicas, copernicanas …»  y su proclamada urgencia ha acabado por diluirse en la desmemoria colectiva. Sin esas inexcusables reformas y sin una sustancial regeneración de nuestra débil democracia, el anuncio de «abandonad toda esperanza» que podía leerse en la entrada del averno de Dante, será verdaderamente premonitorio.

Ante ese amenazante panorama y siendo muy consciente de que la esperanza es lo último que se pierde, yo ya me he subido a otra barca, eso sí, más liviana que la de Caronte y que navega con firmeza y resolución capeando el temporal con la enseña de Diego de Covarrubias.

 

Avizor

julio de 2023

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