INSTRUMENTOS CONTRA LA LIBERTAD II: LA VERDAD OFICIAL – MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ ROLLAND
EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 07 DE NOVIEMBRE DE 2023
Estimado amigo,
Esta semana compartimos el segundo artículo de Miguel Ángel Martínez Rolland sobre los –Instrumentos contra la Libertad-
En esta ocasión sobre LA VERDAD OFICIAL.
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INSTRUMENTOS CONTRA LA LIBERTAD: LA VERDAD OFICIAL
La opinión que se intenta suprimir por la autoridad puede muy bien ser verdadera; los que desean suprimirla niegan, naturalmente, lo que hay de verdad en ella, pero no son infalibles. (…) No dejar conocer una opinión porque se está seguro de su falsedad, es como afirmar que la propia certeza es la certeza absoluta. (John Stuart Mill – ‘Sobre la libertad’)
Dentro del amplio paraguas de la censura como herramienta contra la libertad, uno de los instrumentos más insidiosos es la verdad oficial. La aceptación de la existencia de una verdad oficial implica dos caras muy nocivas: por un lado, la consideración de que el Estado es quien puede definir con certeza absoluta la verdad, y por otro, la legitimación de la censura de todo aquello que se oponga a esa verdad oficial.
Cuando se conoce desde dentro el funcionamiento de una administración, o siquiera de un comité, considerar que se puede llegar a la certeza absoluta a través de estos instrumentos resulta en verdad absurdo. Lo más habitual es que la función efectiva de un comité sea justificar la actuación del poder efectivo (que crea el comité, lo paga y le presiona), y con ello ocultar o desprestigiar los hechos u opiniones contrarios a los intereses del poder. El factor más importante que determina los resultados de un comité no es su fidelidad a la realidad, sino la composición de sus miembros y su financiación. Si los miembros tienen sesgos previos, ya sea vinculaciones políticas o profesionales con un determinado interés, eso sesgará también las conclusiones. Y siempre existen sesgos políticos en una comisión nombrada por políticos.
Adicionalmente, sería ilusorio pensar que un comité se pueda atrever a menudo a morder la mano que lo alimenta, a sus financiadores. Quien paga, manda.
Si en un Comité académico, por ejemplo, dedicado a dirimir si la inflación es provocada por un banco central, la mayoría de sus integrantes están vinculados a ese mismo banco central, sus resultados lógicamente tenderán a eximirlo. La Comisión Warren incluía al anterior director de la CIA Allen Dulles y eximió de toda culpa sobre el asesinato de Kennedy a los servicios de seguridad de Estados Unidos. Naturalmente. Posteriores comisiones del Congreso estadounidense, menos sesgadas en su composición, apuntaron grandes problemas en las conclusiones previas.
Cuando decimos que los vencedores en una guerra acostumbran a escribir la historia, normalmente lo que hacen es financiar y dar honores a historiadores afines, dejando de lado las voces críticas o ejerciendo una censura velada. Pero cuando los historiadores críticos son fuertes, o incluso son mayoría, el recurso a comisiones de la verdad oficiales legitima una censura explícita que, desafortunadamente, suele ser bastante efectiva, en particular cuando la ejerce un gobierno que se declare progresista. La conclusión a que lleva el examen de la práctica real es que la función principal de este tipo de comités suele ser sentar doctrina y ocultar hechos verdaderos pero contrarios a los intereses del poder dominante en cada momento.
Una forma de verdad oficial es el ‘consenso académico’, vigilado actualmente por varios instrumentos de gran potencia: los comités internacionales (como el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de las Naciones Unidas), las academias de ciencias (como la Royal Society en Inglaterra) y el proceso de revisión por pares. Aunque siempre existen ortodoxias y no tiene por qué necesariamente ser malo que exista un paradigma dominante -mientras haya evolucionado espontáneamente-, la imposición de una ‘verdad científica’ bajo el manto de un ‘consenso’ es una grave forma de restricción y de censura, que puede conducir a terribles errores. Y de hecho los está produciendo, como lo muestra el declive industrial en la Unión Europea, que se está acelerando a medida que se deteriora el debate público.
Actualmente, tanto en el mundo académico como en las redes digitales, el alejamiento del ‘consenso’ supone un importante riesgo para la carrera profesional. El influyente Foro Económico Mundial ha incluso abogado abiertamente por destituir de los consejos de administración de las empresas privadas a los que no sean partidarios de la ‘verdad oficial’ en materia de energía y cambio climático. Eso debería preocupar incluso a los que defienden el contenido de la ‘verdad oficial’, puesto que la existencia de esa importante censura de facto y represalias profesionales de amplio calibre restan legitimidad a su posición.
No obstante, dada la efectividad de la censura y su éxito a la hora de reforzar ‘narrativas’ políticas, el establecimiento de ‘verdades oficiales’ está proliferando en un número de ámbitos cada vez mayor. En el ámbito de la sanidad es donde su imposición está siendo más agresivo, pero también en materia de historia, género o relaciones internacionales.
La verdad es como un león. No necesitas protegerla, se defiende sola. (apócrifo – atribuido a San Agustín)
No es necesario ‘proteger’ la verdad mediante la censura. Cuando una tesis está suficientemente respaldada una sociedad libre, debe de tener confianza en ella. Incluso un régimen autoritario sabe que un buen gobierno, o buenas decisiones, no necesitan de represión y censura. Es cuando existen motivos fundados para la crítica cuando se producen los movimientos más autoritarios en contra de la libre expresión. Un régimen como el de Stalin no podía sobrevivir sin la censura, sin la mentira y sin la represión.
Aunque los tribunales, en los procedimientos judiciales, deban intentar esclarecer hechos complejos o sometidos a controversia, como grandes atentados o magnicidios, sus conclusiones pueden ser tanto acertadas como sesgadas -algo que depende tanto de la independencia judicial como del buen juicio. Ningún juez o jurado es infalible y sus conclusiones siempre pueden ser sometidas a examen público. Las comisiones de investigación de un Congreso pueden también movilizar las fuerzas públicas para intentar esclarecer problemas e informar al público, pero no deben sentar ‘verdades oficiales’.
Un estado que se considere partidario de la libertad debe tener restricciones que le impidan establecer ‘comisiones de la verdad’. Y en particular debe estar claramente prohibida la articulación de censura o represalias públicas o coacciones privadas a los discrepantes de cualquier dictamen público o doctrina establecida por organismos oficiales que deben ejercer en todo momento una importante contención en sus manifestaciones públicas. El manto de la autoridad confiere legitimidad y el prestigio del poder a lo que dice un organismo público, lo que redobla las tentaciones de asentar una doctrina oficial y silenciar la crítica externa.
Pero la ciudadanía puede ir más allá de la limitación del Estado. Los defensores de la verdad oficial utilizan de forma cada vez más habitual una técnica de propaganda negativa; el señalamiento mediante el uso del término `negacionista´, complementado con otros términos como `conspiranoico´, respecto a quien discrepe de una ‘verdad oficial’. El término negacionista va asociado necesariamente a una verdad oficial. Como ciudadanos debemos resistir siempre la tentación de usar un término hoy ya tan cargado, que debería señalar más el autoritarismo de quien lo usa.
Miguel Ángel Martínez Rolland
Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, es Técnico Comercial y Economista del Estado. Su trayectoria se ha centrado en la economía internacional dentro del Tesoro y la Dirección General de Financiación Internacional en el Ministerio de Economía. Ha sido profesor de economía financiera.
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