En la España democrática, siempre ha existido una extrema derecha, tan anecdótica como políticamente nula, ya que nunca ha logrado una representación parlamentaria. Esa anécdota política ha sido elevada a categoría por el rodillo de la hegemónica producción cultural, propagandística e informativa del marxismo leninismo, Una izquierda calificando a toda formación política de ideología liberal, conservadora o, incluso, socialdemócrata, como de extrema derecha. enemiga del pluralismo ideológico, propio de la democracia, adjudica las etiquetas alternativas de extrema derecha o de fascista a todo partido político que pueda hacerle frente en el debate de las ideas.

Muy al contrario, la extrema izquierda ideológica, con una significativa y continuada representación política parlamentaria, nunca es calificada como tal y siempre ha gozado de la falaz etiqueta de progresista, una argucia que ha tratado de ocultar su verdadera identidad totalitaria ante la opinión pública, un encubrimiento proporcionado masivamente por ese hegemónico rodillo antidemocrático. La normalización de esa flagrante perversión del lenguaje, es el resultado de la crónica incomparecencia de la derecha social y política en la batalla cultural, frente a una izquierda colonizadora de todos los ámbitos que crean opinión.

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