CATOLICISMO Y LIBERALISMO: UNA ENTREVISTA A FRANCISCO JOSÉ CONTRERAS

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 09 DE ENERO DE 2023

 

Entrevista de Francisco José Contreras para el Centro Diego de Covarrubias

– ¿Son compatibles el catolicismo y el liberalismo?

Desde luego, si es que por “liberalismo” entendemos -como creo debe entenderse- la doctrina cuyos principios más importantes son la limitación legal del poder político, el troceamiento del mismo (separación de poderes), la tutela de los derechos fundamentales (a la vida, a la libertad religiosa y de expresión, a la libre empresa, a la propiedad, a la igualdad ante la ley…) como fin primordial del Estado… Y el sistema económico basado en la interacción descentralizada de productores y consumidores por medio de precios libres, con el mínimo posible de interferencia estatal.

– Usted destaca la afinidad conceptual entre ambos… ¿Por qué?

Creo que el cristianismo ofrece el mejor fundamento posible para los derechos humanos (que son, a su vez, el nervio del liberalismo); el hombre tiene derechos porque no es un producto fortuito de la química del carbono, sino imagen de Dios. En la cosmovisión cristiana, el hombre no es el subproducto caprichoso de una lotería cósmica sin sentido, sino el objetivo principal de la creación: por eso tiene dignidad, por eso no se le puede tratar como a una cosa. El materialismo ateo, en cambio, se ve en serios apuros para fundamentar la dignidad humana. ¿Por qué debería tener dignidad un mono con un cerebro grande? ¿De dónde viene esa dignidad? ¿En qué se basa?

– Si hay afinidad conceptual entre ambos ¿Por qué se radicalizó la Iglesia en sentido antiliberal en el siglo XIX?

Me parece que influyeron varios factores. Fue una desgracia que, en la percepción de la Iglesia, el liberalismo quedara asociado durante todo el siglo XIX a la Revolución Francesa (que, en realidad, tuvo poco de liberal, sobre todo en su fase jacobina), que degeneró pronto en orgía anticristiana (destrucción de templos, represión en La Vendée, etc.). Por otra parte, la Iglesia estaba demasiado apegada al Antiguo Régimen: monarquías de derecho divino, Estados confesionales, imposición de un orden “cristiano” por el poder político; los propios Papas eran soberanos temporales en los Estados Pontificios; la “cuestión romana” enturbió las relaciones entre Iglesia y liberalismo hasta 1870 e incluso después.

– ¿Qué no supo hacer la Iglesia para discernir un liberalismo sano?

Fue una lástima que no se escucharan las voces de católicos fieles como Balmes, Montalembert, Lamennais, etc., que recomendaban una actitud política menos reaccionaria. Y la Iglesia no supo mirar a tiempo al modelo –más genuinamente liberal- que se desarrollaba en Inglaterra (cuando fueron superadas a principios del XIX las discriminaciones anti-católicas) y, sobre todo, en EEUU. El experimento norteamericano mostraba que la Iglesia no tenía por qué temer a la libertad política y económica. La no confesionalidad del Estado permitía que las diversas confesiones, incluida la católica, “compitiesen” entre sí. La Iglesia católica prosperó espectacularmente en EEUU, como reconoció ya en 1895 León XIII en “Longinqua Oceani”.

– ¿Mantuvo la Iglesia una postura híbrida entre finales del XIX y el Concilio Vaticano II?

Sí, la postura de la Iglesia entre 1870 y el Vaticano II fue alambicada y ambigua: se mantenía en el terreno de los principios el ideal de un Estado confesional católico (sin libertad de cultos para los no católicos); a eso se le llamaba “tesis”. Después, en la práctica, en los casos en que lo anterior resultara irrealizable, la Iglesia permitía que los católicos utilizasen las libertades democráticas para intentar influir en la legislación y en la sociedad: a eso se llamaba “hipótesis”; un “second best” posibilista. Era una postura inconsecuente: negar la libertad religiosa a los no católicos allí donde el Estado fuese todavía confesional … pero reclamarla para los católicos en los Estados no confesionales.

– ¿Cómo empezó esa evolución? ¿Qué motivó el deshielo?

Creo que la Iglesia se fue convenciendo de que el viejo mundo pre-liberal -indebidamente idealizado- no iba a volver nunca. También fue importante el esfuerzo de pensadores como Jacques Maritain, que argumentaron lúcidamente a favor de la compatibilidad entre catolicismo y democracia liberal. Maritain mostró que era más atractivo y factible el ideal de una sociedad cristianizada horizontalmente, “desde abajo” (por cristianos que aprovechan las libertades democráticas para convencer a sus conciudadanos) que una sociedad cristianizada “desde arriba”, verticalmente (por un Estado confesional que impone coactivamente la verdad).

– Son muchos hoy los que, desde posturas católicas, vuelven a arremeter contra el liberalismo como causa de todos los males. ¿Por qué?

Algunos parecen haberse quedado anclados en el siglo XIX. Eso es condenarse a la marginalidad. Otros sienten la tentación de culpar a la libertad y la democracia de la descristianización de la sociedad, del abortismo, de la revolución sexual, de la erosión de la familia, etc. Parecen considerar que la fe y la moral cristianas sólo pueden sobrevivir si son impuestas coactivamente por el poder político. Pero si la fe y la moral cristianas son verdaderas –y yo creo que lo son- no deben temer a la libertad. Si la sociedad se descristianiza, es porque los cristianos no hemos sido lo bastante convincentes en el apostolado. Si se han aprobado leyes injustas –como la del aborto- es porque no hemos sido capaces de ser relevantes en la política. Etc. No culpemos al sistema democrático de nuestras propias carencias.

– Alguna responsabilidad tendrá el liberalismo ¿o es todo achacable a una errónea comprensión del concepto?

Sí, claro, algunos gobiernos nominalmente liberales cometieron desafueros contra la Iglesia en el siglo XIX: eso engendró una espiral acción-reacción de hostilidad recíproca. Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz fueron abusos, atentados contra el derecho de propiedad, como reconocen hoy liberales tan significados como Rallo y Rodríguez Braun (en su libro “El liberalismo no es pecado”). Las autoridades permanecieron pasivas cuando en 1834 tuvo lugar la primera gran quema de conventos en Madrid. En otros países se dieron situaciones similares: México en tiempos de Juárez y de Calles; Francia en los primeros años del siglo XX (expulsión de decenas de miles de religiosos), etc.

– ¿No es un exceso de liberalismo el que ha desembocado en leyes como las de aborto o el ‘matrimonio’ gay?

No es un exceso de liberalismo, sino todo lo contrario, una carencia de liberalismo. Nuestras sociedades son menos liberales desde que permiten el aborto y desprotegen a la familia (trivialización del divorcio, matrimonio gay, etc.). Pues la esencia del liberalismo es el respeto de los derechos humanos, y la legalización del aborto implica la negación del derecho a la vida de los humanos no nacidos. La erosión de la familia supone la negación del derecho de los niños a ser criados por el hombre y la mujer que los engendraron. Numerosos estudios demuestran que el bienestar –tanto económico, como educativo, y hasta sanitario- de los niños es superior en la familia “clásica” (padre y madre biológicos casados entre sí) que en cualquier otra configuración familiar.

– ¿Qué ocurre entre los católicos y el capitalismo? ¿Otra incomprensión?

No se trata sólo de los católicos: en la sociedad en general se da una extendida ingratitud hacia el sistema de libre mercado. La gente parece dar por descontada, por “natural”, la extraordinaria multiplicación de la productividad y el bienestar que ha tenido lugar en los últimos dos siglos. No caen en la cuenta de que el capitalismo ha hecho posible todo eso. La gente es hipersensible a los defectos del mercado (que permita desigualdades sociales, por ejemplo) y ciega para sus virtudes. El capitalismo hizo posible que viviéramos 80 años en lugar de 40, que ya no muriesen la mitad de los niños antes de los cinco años… La gente atribuye eso “al progreso técnico”, sin caer en la cuenta de que fue el sistema de mercado el que propició ese progreso técnico. La prueba es que ningún gran invento provino de los países socialistas.

– ¿Sigue siendo válida la fórmula “Una Iglesia Libre en un Estado Libre? ¿Por qué?

Sí, creo que esa fórmula sintetiza un modelo muy razonable de relación entre Iglesia y Estado. Los católicos somos ciudadanos como otros cualesquiera: ni más, ni menos. Tenemos derecho a participar en los debates públicos, a intentar influir en la legislación, exactamente igual que los demás. Es inaceptable –dedico a ello un capítulo del libro- la fórmula que sostiene que “los católicos deben guardarse sus creencias para la vida privada, sin intentar imponerlas a toda la sociedad”. Pero las leyes sólo reflejarán nuestras convicciones morales en la medida en que consigamos convencer de ellas a una mayoría de conciudadanos. Estamos llamados a competir con otras cosmovisiones, en una sociedad pluralista. Hay que competir y vencer.

– En 1991, con la encíclica Centesimus Annus, la Iglesia aceptaba la lógica del libre mercado; la Caritas in Veritate, en cambio, parece más ambigua. ¿Qué ha ocurrido?

Es cierto, parece haber habido cierto retroceso. George Weigel publicó un artículo titulado “Caritas in Veritate in Gold and Red” que deslizaba una hipótesis verosímil: Benedicto XVI habría sido incapaz de contener la presión de la Comisión Pontificia Justicia y Paz –bastión del sector más anticapitalista de la Iglesia- que aguardaba la ocasión de tomarse la revancha desde 1991, pues Centesimus Annus representó una derrota para sus posiciones. Eso explicaría las extrañas contradicciones de la encíclica: por ejemplo, se dice en el par. 9 que “la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer” (en el espíritu de Centesimus Annus), para después proponer nada menos que ¡la creación de una “autoridad mundial redistributiva”! (par. 67).

– ¿En qué consiste, hoy, el capitalismo de inspiración cristiana?

Creo que la inspiración cristiana se debe traducir en algunos límites morales: no deben permitirse la esclavitud, el trabajo infantil, las condiciones de trabajo insalubres, etc. Salvados estos mínimos, los cristianos deberían preferir aquel modelo económico que mejor promocione a los pobres. Y los liberales pensamos que ese modelo es el basado en el libre comercio, el respeto a la propiedad privada, la libre empresa, los impuestos bajos, el Estado pequeño, la minimización de trabas burocráticas a la actividad económica… La experiencia histórica lo demuestra. El ránking mundial de libertad económica coincide casi exactemente con el de PIB per cápita: a más libertad económica, más prosperidad.

– ¿Cómo valoró la primera Exhortación apostólica del Papa Francisco?

Creo que esa primera Exhortación contiene indicaciones pastorales muy jugosas sobre la importancia de la alegría en el cristiano para que su anuncio de Cristo resulte creíble (“esos cristianos no tienen precisamente cara de salvados”, decía Nietzsche en frase terrible). Sin embargo, sería deshonesto no reconocer que los párrafos de tema económico representan un jarro de agua fría para los católicos que confiamos en el libre mercado. Nos pone las cosas muy difíciles. El Papa demuestra aquí y en todo lo posterior publicado, que se alinea claramente con los que culpan al “capitalismo salvaje” y al “mercado desregulado” de la crisis actual. Reclama explícitamente más Estado y menos mercado, es decir que “ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado”.

 

Francisco José Contreras
Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla. Autor de once libros individuales (entre ellos, “Kant y la guerra”, “Liberalismo, catolicismo y ley natural”, “Una defensa del liberalismo conservador” y “Contra el totalitarismo blando”) Ha recibido el premio “Cristianismo y libertad” del Centro Diego de Covarrubias 2020, el Premio Angel Olabarría y el Premio Legaz Lacambra de la Academia Aragonesa de Jurisprudencia.

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2 responses to “CATOLICISMO Y LIBERALISMO: UNA ENTREVISTA A FRANCISCO JOSÉ CONTRERAS”

  1. Verónica dice:

    Una entrevista súper esclarificadora.
    Gracias profesor.

  2. Ana Minguella dice:

    Gracias profesor por compartir sus conocimientos y exponerlos con sencillez. A más sabiduria, mas claridad y humildad en la exposicion (lo comprobe en el IESE). Me ha aportado unas ideas claras que he comprendido, asumido y puesto en contexto, lo que ha enriquecido mi «argumentario» ante las personas que me preguntan de buena fe y no farisaicamente. Siga escribiendo! Feliz 2024

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