LA EUROPA OLVIDADA: POR UNA VUELTA A LA LIBERTAD – MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ ROLLAND
EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 21 DE MAYO DE 2024
El 19 de febrero de 2024 se produjo un hecho altamente singular: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, recibió la aprobación como candidata a las próximas elecciones europeas de su partido, la CDU alemana, a condición de que en su siguiente mandato revierta las medidas más importantes de su actuación desde 2019 hasta 2024. Los diputados alemanes le pidieron, en esencia, que su programa se articulara en torno a un concepto que se había olvidado, o incluso apartado a conciencia durante estos cinco últimos años de frenética actividad reglamentista en la Unión Europea: la liberalización.
Uno no puede evitar pensar por analogía en si el Conde Don Julián, don Oppas y los vitizanos hubieran apoyado la elección de Táriq ibn Ziyad como su líder a cambio de revertir la conversión de Hispania en Al-Ándalus, o si las Cortes de Cádiz hubieran apoyado a José Bonaparte como rey a cambio de revertir la presencia de las tropas napoleónicas en España. Cualquiera de esas empresas habría estado destinada al mayor de los éxitos.
Posiblemente los diputados alemanes cristianodemócratas tengan que explicarle a su candidata que la transformación radical de la economía europea en una economía de planificación centralizada medioambiental no encaja del todo en el ideario de sus votantes conservadores sino en el de la extinta República Democrática Alemana (RDA). Que la prohibición de los motores de combustión en diez años y de las calefacciones económicas o de las viviendas baratas no son políticas populares, ni deseadas, ni votadas por los ciudadanos. Los dos bienes que más esfuerzo económico requieren para los ciudadanos, que son la vivienda y el automóvil, ya se ven apreciablemente encarecidos por las normativas medioambientales europeas, pero su demoledor efecto pleno vendrá con retardos, a largo plazo.
Ahora bien, el ‘centro derecha’ alemán, y por extensión el europeo, podría haber recordado los principios liberales en algún momento de este fatídico mandato. Posiblemente estos eurodiputados sean incluso los mismos que han aprobado con sus votos medidas tan extremas y recientes como la prohibición de los motores de combustión interna para 2035, o el inaudito establecimiento de un pasaporte interno que llegó a condicionar el libre movimiento de los ciudadanos a la inyección de varias dosis de unas vacunas que, oficialmente según la Agencia Europea del Medicamento, estaban en fase de ensayo.
Tras las elecciones de 2019, cuando se produjeron las negociaciones para formar una Comisión, al hilo del ascenso del partido verde europeo, los tres partidos mayoritarios en la UE, el popular, el socialista y el ‘liberal’[1], decidieron hacer suyo el ascendente ideario ecologista, ya bastante asentado en los ámbitos de poder más influyentes y en la prensa europea, así como en la legislación desde al menos dos décadas, pero las medidas iban a ir mucho más lejos que en el pasado.
Los tres principales partidos, y las estructuras administrativas emprendieron en 2020 una reforma trascendental del modelo económico europeo mediante el ‘Green Deal’ (Pacto Verde), sin particular protesta de la prensa, de la industria o de la sociedad civil, cooptadas, asustadas y noqueadas por la dureza brutal de los confinamientos sanitarios y la demostración de fuerza del aparato tecnocrático-científico y de seguridad. Ninguna de las medidas clave había sido debatida o siquiera anunciada por estos tres partidos en las elecciones europeas de 2019.
Tras la Segunda Guerra Mundial, en Europa existía la conciencia de que la energía barata y nacional, representada por el carbón y la siderurgia, con el acero, eran la base del desarrollo económico y, con ello, de la capacidad militar. Las regiones mineras e industriales habían estado en el centro del primer conflicto global. De ahí el germen del proyecto europeo en la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA). Esa conciencia se ha olvidado: hoy día, la minería está altamente penalizada en la normativa europea y en vías de desaparición, y las industrias intensivas en energía, como el acero, si no se han deslocalizado, están sometidas a una presión creciente y en serias dificultades para competir globalmente con otros bloques que consideran a esas industrias como estratégicas. Nos hemos transformado en una Comunidad Económica contra el Carbón y el Acero.
Más aún, resulta duro observar el olvido de las cuatro libertades fundamentales del proyecto europeo: la libertad de circulación de bienes, de servicios, de capitales, y de personas. Todas ellas han sido suspendidas durante este quinquenio en una u otra forma. Ha sido protagonista el olvido del libre mercado, que fue eje principal de las Comisiones europeas desde su génesis[2], y nunca ha aparecido entre las preocupaciones de esta última Comisión, ni en sus discursos ni en sus propuestas. Su objetivo ha sido hacer aprobar el mayor número de proyectos legales reglamentistas, transformar al máximo la economía europea en una economía verde planificada y gastar lo máximo posible.
El proyecto europeo fue creado como un proyecto de libertad y de paz. Ha tenido un importante éxito en domar el nacionalismo exacerbado, el proteccionismo y el imperialismo que destruyeron la Europa continental en las guerras mundiales[3] -y que en el siglo anterior habían desarbolado España. Sus estructuras pueden todavía preservar los logros pasados, las libertades, así como la paz interna y con el exterior. Pero se pueden romper si los ciudadanos y empresas observan que la Unión Europea se ha transformado en una fuente de restricciones y penalizaciones de sus actividades por taxonomías medioambientales. Esta situación no ocurre en ningún otro gran bloque económico del mundo: Europa está actuando de forma unilateral para tratar de controlar la temperatura global. Es decir, una región como Europa ha adoptado un objetivo de planificación central sobre algo que ni siquiera puede controlar. Y la planificación central ni es viable ni es deseable, menos aún sobre algo tan complejo e inasible como la temperatura.
En definitiva, el paso que han dado los diputados alemanes ha sorprendido tras un larguísimo silencio y al menos se encamina tímidamente en la buena dirección hacia el recuerdo de lo que es Europa. Pero es un paso muy pequeño, y desde luego poco heroico, en lugar de plantarse y exigir cambios y rendición de cuentas. Mucho tiene que cambiar el timón para que del olvido pasemos a recordar lo que ha sido y lo que representa Europa.
Con todo, el olvido más grave es el olvido de la naturaleza del pueblo europeo, de su fe y de su futuro, que reside en la infancia. La bajada drástica de nacimientos desde que se adoptaron medidas sanitarias totalitarias en 2020 es la peor de las consecuencias de este quinquenio. No se ha podido ver ninguna preocupación por esta tragedia por parte de la flamante candidata a renovar su mandato -ella misma, paradójicamente, con seis hijos. Esta sí que es una amenaza existencial para Europa, no las otras muchas que ha declarado en los últimos cinco años. Y las soluciones no están en ninguno de los programas de los, hasta ahora, tres grandes partidos europeos. Están en las tradiciones y principios olvidados de Europa.
Miguel Ángel Martínez Rolland
Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, es Técnico Comercial y Economista del Estado. Su trayectoria se ha centrado en la economía internacional dentro del Tesoro y la Dirección General de Financiación Internacional en el Ministerio de Economía. Ha sido profesor de economía financiera.
[1] Como ya ocurrió en los años 20 y 30 del siglo XX, los partidos liberales europeos han virado hacia un fuerte intervencionismo tanto en materia económica como de libertades personales, contrario a su anterior esencia. Un símbolo de esa transformación es el ‘liberal’ británico Nick Clegg, anterior vicepresidente del gobierno, y hoy responsable de la censura digital a gran escala en Facebook-Meta.
[2] Al menos en su vertiente pragmática de economía social de mercado, con fuerte influencia del Pensamiento Social Cristiano en ‘padres de Europa’ como Robert Schuman.
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