¿ES LA JUSTICIA SOCIAL UNA ABERRACIÓN? – APOLINAR

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 11 DE JUNIO DE 2024

 

Queremos seguir reflexionando sobre el profundo y delicado tema de la JUSTICIA SOCIALPor ello, compartimos un gran artículo de Apolinar para nuestro Centro, a propósito de las recientes declaraciones de Milei sobre la cuestión.

Asimismo, os dejamos en el enlace un resumen de todos los actos que organizamos y en los que estamos presentes en las próximas semanas, que vienen muy cargadas. Toma nota y ¡no te pierdas nada!

UN MES DE JUNIO Y JULIO LLENO DE ACTIVIDADES

 

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¿ES LA JUSTICIA SOCIAL UNA ABERRACIÓN?

La justicia social es un concepto tremendamente difuso que puede llenar de esperanza al que lo oye o erizarle los pelos.

Que las estructuras sociales y económicas dan lugar a injusticias que claman al cielo requiere poca demostración: “No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor” (Éx. 22, 21-22); “Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos” (Sant. 5, 4). En respuesta a la “cuestión social” surgida a mediados del siglo XIX, pensadores jesuitas introdujeron la justicia social como virtud personal para abordar los conflictos obreros de la incipiente industrialización. Por su parte, a finales del S.XIX, los socialistas fabianos recuperarían este concepto para guiar sus políticas de cambio gradual hacia la socialdemocracia y el socialismo mediante reformas no revolucionarias. Así, la justicia social ha sido una de las principales banderas ideológicas del socialismo y la socialdemocracia.

En la doctrina socialdemócrata, endémica en el actual panorama político internacional, la justicia social se presenta como una finalidad ética suprema que trasciende lo meramente económico, y promueve la evolución de la sociedad hacia el socialismo mediante medios pacíficos y reformistas. Se enarbola como chantaje moral para callar la boca a aquellos que se oponen al poder coactivo del Estado para imponer un Estado del bienestar invasivo que ignore el respeto debido a la iniciativa de los individuos y los grupos intermedios, y que resulte en un recorte a la autonomía de las personas sobre sus vidas, familias, propiedades y libertades en general. Vemos cómo, dentro de la lucha por la justicia social, se incluye la promoción de políticas como el feminismo radical, la ideología de género, la emergencia climática, el adoctrinamiento en la enseñanza pública, el aborto, la «Agenda 2030» y subidas de impuestos sin otro límite que evitar la sublevación popular, para financiar todo esto y cualquier otra locura ideológica, electoralista o simplemente fruto de la corrupción que los gobernantes consideren imperativos éticos de la justicia social. Hoy, se entiende ampliamente que asegurar la justicia social es una responsabilidad primaria del Estado.

Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica, desde una antropología contraria a los colectivismos, explícitamente condenados (CIC 1885), sostiene que la justicia social debe fundamentarse en el respeto a la dignidad de la persona, la subsidiariedad, la solidaridad y el bien común, promoviendo un orden social que permita a cada individuo y grupo intermedio alcanzar su plena realización según su naturaleza y vocación (CIC 1928-1948). En estos 21 puntos dedicados a explicar la justicia social, no se indica en ningún momento que sea una responsabilidad del Estado o que éste deba jugar un papel relevante. El Catecismo señala que “la justicia social está ligada al bien común y al ejercicio de la autoridad” (CIC 1928). ¿Qué autoridad? De acuerdo con el principio de subsidiaridad, la autoridad primaria es la de los padres sobre sus hijos, seguida por las autoridades de los grupos intermedios, hasta llegar al Estado, que actúa como último recurso y se deslegitimaría si tomase medidas contrarias al orden moral (CIC 1902) o a los derechos fundamentales de las personas (CIC 2242).

La justicia social, tal y como la enseña la Iglesia, es una virtud moral que contrasta profundamente con “…esa fantasía del socialismo de reducir a común la propiedad privada, pues que daña a esos mismos a quienes se pretende socorrer, repugna a los derechos naturales de los individuos y perturba las funciones del Estado y la tranquilidad común” (Rerum Novarum 11). La Iglesia condena tanto la idolatría del mercado como la idolatría del Estado (así como cualquier otra forma de idolatría). Encíclicas como «Centesimus Annus», de San Juan Pablo II, subrayan la importancia de la iniciativa personal y la participación de las comunidades locales (CA 48, 57), advirtiendo contra los peligros del colectivismo (CA 41). La verdadera justicia social, según la doctrina católica, debe equilibrar la subsidiariedad y la solidaridad.

Sin embargo, no son pocas las voces, incluso desde las altas jerarquías de la Iglesia, bastión contra los colectivismos socialistas y comunistas y en defensa de la dignidad del hombre, que reclaman un mayor papel del Estado en la redistribución y la justicia social. Discurso que, aunque bien intencionado, choca con la enseñanza tradicional de la Iglesia que alerta contra los excesos del intervencionismo estatal y la centralización del poder.

¿Quién queda entonces para aclararle a Javier Milei, presidente de Argentina, que la justicia social no es “una aberración”, como repite en sus discursos contra el socialismo, sino una virtud moral guiada por los principios de solidaridad, subsidiariedad y bien común? Ante las corrientes dominantes, solo denuncia lo que percibe en uno de los países más castigados por la concepción socialista de justicia social. Es responsabilidad de obispos, teólogos, economistas, juristas y demás pensadores fieles a la doctrina de Cristo liderar la clarificación sobre qué es y qué no es la justicia social desde una antropología bien fundada. Deberían evaluar las propuestas y prácticas de justicia social, denunciar las desviaciones con valentía y sin los complejos de una supuesta superioridad moral del socialismo, y educar a la comunidad y a los líderes en un discernimiento informado y fiel a la Doctrina Social de la Iglesia. Mientras esto no suceda, y en esta batalla cultural siga prevaleciendo la visión de justicia social como el fundamento ético supremo de la socialdemocracia para la evolución gradual y no violenta hacia el socialismo, Javier Milei continuará denunciándolo, y no le faltará razón.

 

Apolinar

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