POR QUÉ FRACASAN LAS NACIONES – RUBÉN MANSO – OCTUBRE 2024

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 15 DE OCTUBRE DE 2024

 

El título de este artículo no es sino el de la edición en lengua española del famosísimo y brillante texto Why Nations fail?, de Daron Acemoglu y James A. Robinson, que ayer recibieron el Premio Nobel de Economía. Más sugerente, si cabe, es el subtítulo de dicho libro: los orígenes del poder, la riqueza y la pobreza. Todo junto tiene un eco con la obra de Adam Smith «Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones». Pero no voy a hacer yo una glosa de los paralelismos y las diferencias entre estas dos magníficas obras, que forman parte del acervo de cualquiera que quiera poder adjetivarse de economista.

La obra de los dos nuevos premios Nobel de Economía nos cuenta, sin citarla, por qué está fracasando España, porque están fracasando sus instituciones. Porque la tesis fundamental de Acemoglu y Robinson es esa: el crecimiento económico depende fundamentalmente de la calidad de las instituciones de la nación.

Y los números no dicen otra cosa: el PIB desde 2007 y hasta 2023 ha crecido en términos nominales un 39%, la renta per cápita, igualmente en términos nominales, lo ha hecho en igual periodo un 30%. La inflación en igual lapso de tiempo ha sido del 33,1%. La población ha crecido, siempre en igual periodo, en tres millones de habitantes, un 6,4%. Resumiendo, el PIB crece apenas lo que aumentan los precios y la población que, cada vez, es, por lo tanto, más pobre en términos de poder adquisitivo. No hay crecimiento por buena inversión y su correspondiente productividad. Todo ha sido lento pero constante y comienza a notarse en demasía.

Pero volvamos al fracaso de nuestras instituciones. En las políticas, especialmente en los últimos seis años, no se ha hecho otra cosa que luchar contra la debida separación de poderes, que tanta seguridad jurídica da a los que actúan. La separación de poderes asegura que uno no está al capricho del Soberano de turno y anima, por tanto, a tomar decisiones, en lugar de a ganarse el favor de aquél. El control parlamentario ha prácticamente desaparecido. No se aprueban presupuestos, que sería lo de menos, las mayorías parlamentarias funcionan como meras máquinas de refrendo de la voluntad del Presidente del Gobierno, y la oposición dormita como un heredero perezoso sin tiempo para leer, siquiera.

En las jurídicas, la regulación es prolija, confusa, contradictoria, caprichosa y siempre cambiante. Estamos inmersos en un marco jurídico que puede ser cualquier cosa menos sólido. Ni siquiera es líquido ya, es, simplemente, gaseoso y se mueve según respira el dictador provisional que padecemos. Se construye sobre algo que oponga resistencia. Así es imposible.

En las culturales, el ataque a los principios de respeto a la propiedad privada y la vida, como fundamentos de la libertad, es continuo desde el Poder. Un Poder que pretende el poder absoluto. Un Poder que ejerce de oposición a sí mismo, como modo de controlar los riesgos de la protesta. Antes de ayer, la izquierda se manifestaba en Madrid contra la situación del mercado de la vivienda que ha creado el propio gobierno de izquierdas. ¡Y a nadie le estalla la cabeza!.

Con estas fracasadas instituciones no hay incentivos a la inversión y la innovación, es imposible que los individuos puedan apropiarse de los frutos de esa inversión y esa innovación, que es la base del crecimiento de las naciones. Apropiación que, como nos demuestran los dos nuevos flamantes premios Nobel de Economía, es la base del crecimiento y la prosperidad de las naciones. Aquí hemos preferido que rija nuestros destinos el más falso de los doctores en la materia.

Rubén Manso Olivar
Doctor y Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Licenciado en Derecho e Inspector de Entidades de Crédito del Banco de España. Institución de la que solicitó su pase a la situación de excedencia para dedicarse a la Universidad y a la actividad privada. Es Presidente del Centro Diego de Covarrubias

 

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