LA FUNCIÓN SOCIAL DEL EMPRESARIO – PADRE ÁNGEL RONCERO – FEBRERO DE 2025

Estimados amigos,

Desde el Centro hemos publicado varios escritos sobre la función social del Empresario. La importancia de la Empresa en la creación de riqueza, que ya solo por existir, cumple una función social.

Hoy compartimos este texto del Padre Ángel Roncero, que fue escrito hace un tiempo y que sin embargo, sigue siendo muy actual y necesario. El padre enfoca y resume de manera brillante, clara y a la vez sencilla, el valor de la empresa por sí misma y el valor del capital humano y económico. 

Hoy además cerramos con una fantástica guinda de Avizor y su Pensando en Voz Alta: INTELIGENCIA ARTIFICIAL: EL INICIO

 

 

LA FUNCIÓN SOCIAL DEL EMPRESARIO 

Un pueblo con mentalidad empresarial tiene éxito. Aunque su tierra tenga pocos recursos naturales en el suelo o subsuelo, el hombre con mentalidad empresarial sabe producir riqueza y es capaz de hacer pan hasta de las piedras, para recordar la conocida frase del Evangelio. También sucede lo contrario. Aunque una tierra sea rica en recursos naturales, puede ser que sus habitantes vivan en la pobreza.

Es el caso, por ejemplo, de México y varias otras naciones de América Latina. México tiene más recursos naturales que Alemania y Japón juntas. Sin embargo estos dos países son muy adelantados y México aun sigue en vías de desarrollo, como tantas otras naciones del continente.

Naturalmente que un pueblo educado y desarrollado debo cultivar también otros valores humanos y religiosos, y los valores del trabajo, del ahorro, la honestidad profesional, el apego a la verdad, la justicia y la libertad individual. Y todo esto en el respeto a la persona y a la propiedad del prójimo. Con frecuencia sucede que los pueblos adelantados lo son precisamente porque han cultivado estos valores.

En América Latina sobra la mano de obra. Y el capital extranjero puede llegar si halla un clima social, político y humano favorable. Esto quiere decir que sea bienvenido, que esté seguro y que pueda tener rentabilidad. No debería ser tan difícil atraer los capitales, no regalados, sino en forma de inversión.

Pero el capital necesita buenos empresarios. Muy necesaria es la promoción de una mentalidad empresarial de éxito para que los pueblos puedan salir de la pobreza. Lo que más falla en América Latina son empresarios de éxito, que no fracasen, porque de lo contrario tienen que cerrar las puertas quedando sin trabajo y sin el sustento diario las familias que dependen de dichas empresas. Por empresarios de éxito entiendo aquellos que son capaces de competir para servir mejor al consumidor en precio y en calidad. El mercado (comprador – consumidor) es un plebiscito diario inexorable y sin compasión que premia con el éxito al empresario capaz y castiga con la quiebra al incompetente que no sirve bien a los consumidores. Claro que empresario de éxito, que triunfa, que gana y no fracasa, supone la exclusión de todo privilegio, «mordida», proteccionismo e intervencionismo estatal.

El proteccionismo o intervencionismo estatal en la vida y la actividad económica de los ciudadanos, en lugar de ayudar a los pobres, lo que hace es poner trabas e impedir que el pueblo pueda salir de la pobreza.

Lo que hace falta es que el gobierno deje a los ciudadanos. Con la separación de España se obtuvo la independencia nacional, pero no la libertad del pueblo. La razón y la experiencia histórica demuestran que solamente con la libertad, la responsabilidad individual (que supone la ética) y la libertad de empresa, pueden los pueblos salir de la pobreza. Además de que moralmente el sistema de libre empresa es muy superior al sistema de economía centralizada, planificada y controlada por los burócratas del Estado. Lo dicho sobre la mentalidad empresarial se refiere tanto a los grandes empresarios como a las miniempresas de campesinos, obreros, etc.

El libre mercado ayuda grandemente a practicar el concepto cristiano de la cooperación, colaboración, construcción, tan contrario a la destrucción, oposición o lucha de clases. Naturalmente, todas estas cualidades y virtudes humanas pueden ser animadas por un verdadero espíritu cristiano que da valor sobrenatural a todo lo que hacemos en esta tierra. Ofreciendo a Dios el empeño en mejorar el nivel de vida y crear un mundo mejor en esta tierra. Con sus actividades cotidianas de la vida ordinaria, el hombre puede obtener de Dios que lo conduzca a la participación en la misma vida divina a la cual está destinado desde su nacimiento.

Las objeciones a la libertad y responsabilidad individual como base para la solución de los problemas socioeconómicos vienen con frecuencia de prejuicios de tipo moral y religioso. Ya se va entendiendo que el sistema de libre empresa es más eficiente en la producción de riqueza para todos. Pero todavía hay quienes lo atacan como injusto, inmoral. Esto es debido al bombardeo ideológico contrario que todos los países han sufrido en los últimos ochenta años. Cuando se comprendan bien las leyes del mercado y se dejen actuar sin intervencionismo ni cortapisas (lo cual no quiere decir injusticia, ni opresión, ni explotación como tantas veces se dice) se verá que es la única manera para que los pobres salgan de su pobreza y entonces disminuirán los prejuicios.

Una de las fallas que hay que corregir es el preferir el proteccionismo del papá Estado en lugar de la responsabilidad y libertad individual para labrarse el propio futuro. Todo esto no excluye el bien común ni el bienestar de los demás, al contrario, lo promueve, aún sin pretenderlo explícitamente.

El empresario grande o pequeño, industrial o comerciante, obrero o campesino, buscando su propio interés y sin pensar explícitamente en el bien de los demás, pero que con su empresa grande o pequeña sirve bien al consumidor, automáticamente está beneficia al consumidor, automáticamente beneficia a los demás y triunfa. Y si no lo hace, quiebra.

Aquí no son las palabras ni las buenas intenciones las que cuentan, sino los hechos y los resultados. El pueblo no es tonto y sabe premiar con el éxito al competente y castigar con la quiebra al que no le sirve bien.

Como he dicho, para progresar con una mentalidad emprendedora hacen falta muchos valores como el trabajo, el ahorro, la honestidad natural y cristiana, el apego a la verdad, la cooperación y colaboración entre los empleados y empleadores, la libertad y la justicia, el sentido de familia. La función del empresario es invertir arriesgando para servir mejor a los consumidores, aumentando y mejorando la producción y la calidad y disminuyendo los costos. Y esta es la única manera para bajar los precios y subir los salarios.

El buen empresario, si quiere tener éxito, debe competir subiendo los salarios para poder conservar los buenos obreros y empleados. Y para conservar los buenos clientes y compradores también debe competir bajando los precios de los productos y servicios, de lo contrario sus compradores le van a comprar al vecino y sus empleados y obreros se van a trabajar con otro empresario. De esta manera el empresario sirve al consumidor bajando los 3 precios y sirve al obrero subiendo los salarios. Esta es precisamente la función social del empresario y la realiza automáticamente, inclusive sin pretenderla o sin quererla explícitamente. No necesita añadir una sobre estructura a su función empresarial o tener una  intención especial de hacer bien a los demás.

Resumiendo, el empresario tiene una función social muy importante, es de las más importantes entre las profesiones humanas, especialmente en lo que respecta a las necesidades materiales del hombre. Su función es servir bien al consumidor en precio y calidad. En un régimen de libertad, de libre empresa, sin proteccionismos ni privilegios para nadie, el empresario que triunfa, que gana y no quiebra, desempeña su función social automáticamente, incluso sin querer explícitamente hacer el bien a los demás. Buscando su propio interés de ganar, sirve al consumidor, porque si no le sirve bien, si no le da a ganar, tampoco el empresario ganará y quebrará. Ganando él y dando a ganar a los demás, realiza automáticamente su función social. En un régimen de libre empresa, el que desea enriquecerse debe enriquecer también a los demás.

 

PADRE ÁNGEL RONCERO MARCOS
Sacerdote salesiano, nacido en España y nacionalizado guatemalteco, Doctor en Teología Ecuménica por la Universidad Pontificia Salesiana en Italia y Licenciado en Filosofía y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco Marroquín. Es el fundador de la Facultad de Teología y de las carreras de Pedagogía, Historia Civil y Ciencias de la Comunicación Social de la UFM.

 

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II: INTELIGENCIA ARTIFICIAL: EL INICIO

Anda el gentío revuelto porque se ha percatado de que la IA tiene sesgo ideológico y temo la reacción de los usuarios de élite cuando comprueben que tiene sesgos cambiantes de toda clase y condición: políticos, ideológicos, antropológicos, éticos, religiosos, sexuales, culturales, geográficos, étnicos, raciales, cientificistas, tecnológicos, económicos, sanitarios, psicológicos, etc. Quizás, en ese momento, caigamos en la cuenta de que no hay nada tan genuinamente humano como un algoritmo escudriñando una base de datos y sacando «conclusiones», para bien o para mal, por lo que la inteligencia artificial puede llegar a convertirse en tontuna artificiosa en cuanto nuestra inteligencia natural se despiste, algo que le ocurre con cierta frecuencia al más pintado.

Si llegase el día en que la IA careciese de sesgos, supondría que, previamente, la especie humana ya no estaría compuesta de personas únicas e irrepetibles sino de un colectivo uniforme cual grupo de células procariotas, lo que sí sería verdaderamente preocupante, aunque posiblemente no tanto como ir de progre por la vida, la ajena, que no la propia. La actual fiebre por la IA me recuerda en cierta forma a la histeria mundial por el metaverso, todavía más ampuloso, inclusivo, sostenible, ecológico y resiliente que la inteligencia artificial fuerte o muy fuerte, un portentoso y prometedor metaverso del que ya casi nadie se acuerda. Vivir para ver o ver para vivir.

 

AVIZOR*
*no soy un robot  

 

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