LA ECONOMÍA DE LA HIPERLIQUIDEZ CRÓNICA SE ESTÁ AHOGANDO – AVIZOR – ABRIL DE 2025

 


Las crisis financieras provocadas por falta de liquidez se desencadenan de forma abrupta como consecuencia de afectar a un sistema de pagos cuya premisa de funcionamiento es la existencia permanente de un determinado nivel de liquidez en ese sistema. De ahí que la falta de liquidez sea siempre un problema de muy corto plazo, ya que se soluciona con una inyección extraordinaria del banco central. La dificultad para solucionar una crisis de liquidez se produce cuando no se identifica como tal, transformándola indefectiblemente en un problema de solvencia, que derive en una crisis sistémica y que puede agravarse por un cierre de filas arancelario, como ocurrió en 1929. Habitualmente la falta de liquidez en el sistema de pagos es resuelta rápidamente por la mencionada intervención en los mercados del banco central, sin perjuicio de que pueda estar asociada a una crisis de solvencia de ámbito limitado.

Sensu contrario, una crisis sistémica de solvencia que se manifiesta a través de una crisis de liquidez limitada al mercado interbancario, como ocurrió en 2007, se identificó como una falta generalizada de liquidez y no como una crisis sistémica de solvencia. Esa falsa identificación fue consecuencia de la incapacidad de las élites gobernantes para asumir sus responsabilidades por haber forzado al sistema bancario a elevar imprudentemente su riesgo crediticio, con su secuela de crecimiento exponencial de impagos y quiebras.

A partir de esa falaz interpretación de la realidad económica, los bancos centrales inyectaron en el sistema una ingente masa de liquidez que, al tratarse de un problema de solvencia y no de liquidez, se vieron obligados a mantener de forma indefinida, adaptando su volumen a cada coyuntura, pero manteniendo un exceso crónico respecto del valor de la economía real. Esas élites gobernantes se han limitado a gestionar la economía con medidas presupuestarias y fiscales, ignorando las profundas medidas estructurales que requería el nuevo paradigma económico de la sociedad globalizada. Ese crónico exceso de liquidez debería haber generado un notable proceso inflacionario, que no se produjo por la concatenación de los siguientes escenarios:

– Crisis de solvencia como punto de partida.
– Globalización de la producción y del comercio.
– Digitalización exponencial.
– Sustanciales ganancias de productividad.
– Espectacular desarrollo de la logística.
– Auge de la economía de servicios.
– Efectos contractivos de la COVID-19

Transcurridos veinte años de ficción económica, fruto de un proceloso océano de liquidez y de su corolario de inasumible endeudamiento, público y privado, la realidad económica y social empieza a mostrar signos del agotamiento de esa ficción y de vuelta a una incontestable realidad. La hipertrofia del gasto público, la inflación de los bienes de consumo y la sobrevaloración de los bienes de inversión, constituyen un universo de tal fragilidad, que ha bastado el anuncio de una regularización arancelaria, eso sí , drástica y a cara de perro, para ponerlo patas arriba. Por cierto, de erigir barreras arancelarias éstas debieran de levantarse entre democracias y dictaduras y no entre democracias, por aquello de las reglas de juego.

Resulta paradójico el que unas medidas de intervencionismo arancelario puedan llegar a suponer un acicate para fortalecer la economía real y debilitar la economía financiera, un vuelco imprescindible para encarar la salida del atolladero económico y social en el que nos ha sumergido el sistémico exceso de liquidez. Esa paradoja no sería tal si esas medidas de endurecimiento arancelario aplicadas a la crisis de falta de liquidez de 1929 fueron un agravante, pero aplicadas a la crisis de exceso de liquidez del primer cuarto del s.XXI, resultasen favorables para su resolución.

Nos enfrentamos, desde hace ya dos décadas, a una cronificada crisis de liquidez por exceso, que el poder político – financiero ha sido incapaz de corregir, pero que ya amenazaba con ahogar a propios y extraños en ese tormentoso océano. Confiemos en que haya salvavidas para todos los pasajeros de esta travesía y hasta para la tripulación, ésta última para ser juzgada por habernos conducido a una situación crítica en la que los más desfavorecidos serán, muy especialmente, los más perjudicados.

Avizor  

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