AMA A TU SUEGRA, NO SÓLO A ÁFRICA – MIGUEL ÁNGEL SANZ – NOVIEMBRE 2025
EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 04 DE NOVIEMBRE DE 2025

La reciente encíclica de León XIV [1] me ha recordado las homilías que escuchaba en Asturias a mediados de los años noventa.
Leo al Papa hablarnos del “compromiso” que debemos tener para “resolver las causas estructurales de la pobreza” y que debemos “llevarlo a cabo urgentemente”.
Le leo también recordarnos que “se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra”.
Y me acuerdo de cuando iba a misa en Gijón hace treinta años. Esas misas de los 90, con homilías que te mandaban de cabeza a África o te cargaban con una culpa que no sabías cómo descargar.
En aquellos años, de la mayoría de las iglesias salías con la idea de que, si no te ibas de misionero a África o si no dedicabas íntegramente tu vida a los más pobres de la sociedad, no estabas siendo buen cristiano. Y eso es un desatino. Porque lo que hacía la madre Teresa de Calcuta solo lo pueden hacer un porcentaje ínfimo de los cristianos.
No es que León XIV caiga en Dilexi te en ese desatino. El Papa habla también de la cercanía a los pobres, de la limosna, y ofrece consejos prácticos. Simplemente, su llamada al “compromiso urgente” con las causas estructurales me ha recordado esa culpa que genera dos salidas tóxicas: la parálisis (“no puedo, soy un don nadie”) o la limosna exprés (“doy cincuenta euros a una ONG y a dormir”).
Es contraproducente que un sacerdote te diga que te tienes que dedicar a los más pobres porque: O bien no lo puedes hacer -tienes familia, hijos, trabajo, obligaciones…- y entonces te deja vacío de ideas para ser mejor persona la tarde del domingo. Y para el lunes y el martes y el miércoles y el resto de la semana.
O bien te quedas con la idea de que, como hay que ayudar a los más pobres, vas y das dinero para el África. Y ya te quedas tranquilo en tu día a día.
Y el cristianismo, de lo que trata, es de que no te quedes tranquilo en tu día a día. De que te esfuerces por cambiarte a ti mismo cada día. Y dar dinero para los más pobres no lo es.
¡Qué increíble es lo que han conseguido algunas ideologías políticas! Convencerte de que, simplemente con que pienses que deberían admitirse más refugiadas de Afganistán en España, ya eres moralmente bueno. Tú, por supuesto, no acoges a nadie en tu casa, no. Es el Estado quien debe hacerlo y con los impuestos. Tú, no. Tú no tienes que hacer nada personalmente.
Pero hay muchos que solo con eso se sienten se sienten mejores personas, solo por pensar que deben admitirse más refugiadas o que debe atenderse a los más pobres. Con eso, ya se sienten mejores moralmente. Que vengan más refugiados y más inmigrantes. Y que se atienda a los pobres. Y que para ello se cobren más impuestos a los más ricos. Y ya te sientes buena persona. Pero no tienes que hacer nada personalmente, que es lo que te cambia y es para lo que está la vida: te haces mejor persona desarrollándote tú.
La madre Teresa, cuando alguien le decía que quería ayudar a los pobres de la India, le respondía: tú, trata bien a tu suegra, quiere a tu cuñado. Es decir, a quienes tienes a tu lado, te caigan mejor o peor.
“Es fácil amar a la gente lejana. No siempre es fácil amar a los que están cerca. Es más fácil dar un plato de arroz a un extraño hambriento que aliviar la soledad y el dolor de alguien no amado en nuestro propio hogar. Lleva el amor a tu hogar, porque ahí es donde nuestro amor por los demás debe comenzar.”[2]
El prójimo, en español, es en realidad el próximo, el que tienes al lado. En latín, proximus significa “el más cercano”. En inglés prójimo se dice your neighbour, tu vecino. Y tu vecino es quien está cercano a ti, con lo cual no te puedes escabullir, porque está cerca, te interpela, está ahí, como el hombre herido de la parábola del buen samaritano.
Y, ¿a qué prójimo debo ayudar? A todos los próximos que lo necesiten. El cristianismo te dice que todo ser humano, por el hecho de serlo, es hijo de Dios y merece tu atención, tu ayuda, tu generosidad. El cristianismo lo que te dice es que se lo merece todo el mundo por ser hijo de Dios, aunque sea un crápula o aunque esté en tus antípodas ideológicas.
La madre de Teresa lo ejemplificaba bien, porque decía “a los suegros y a los cuñados”, que no necesariamente te caen bien. No decía “a tus hermanos y a tus padres”, no, no. Decía: “a tus suegros y a tus cuñados”.
Con lo cual ayuda a todo el que lo necesite y a la vez esté cerca.
Esa ayuda, en la Iglesia Católica, ha cristalizado a lo largo de los siglos en las catorce obras de misericordia.
Obras de misericordia corporales:
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Dar posada al necesitado.
4. Vestir al desnudo.
5. Visitar al enfermo.
6. Socorrer a los presos.
7. Enterrar a los muertos.
Obras de misericordia espirituales:
1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que está en error.
4. Perdonar las injurias.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7. Rogar a Dios por vivos y difuntos.
Todas las obras de misericordia, salvo la última, se ejercitan con alguien que está cerca. Y no son para misioneros de élite, sino para el día a día de cualquiera de nosotros. No resuelven la pobreza global, pero te transforman a ti y a quienes tienes a tu lado.
[1] https://www.vatican.va/content/leo-xiv/es/apost_exhortations/documents/20251004-dilexi-te.html
[2] https://catholicweekly.com.au/how-mother-teresa-taught-us-to-strive-for-peace-in-the-home/
Miguel Ángel Sanz
Doctor Ingeniero Industrial por la Universidad de Oviedo, MBA por INSEAD y graduado en Teología por la Universidad de Deusto. Actualmente es Partner en Madavi. Es profesor en la Universidad de Navarra, Universidad de las Hespérides, y en la Escuela de Negocios de la la Universidad de Cambridge.
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