LA CARTA DE LOS MARTES – 31 DE DICIEMBRE DE 2019

LA CARTA DE LOS MARTES – 31 DE DICIEMBRE DE 2019

Don Jaime I el Conquistador falleció en Valencia, el 27 de julio de 1276, a los sesenta y ocho años de edad. En su sexto (y último, claro está) testamento dividió su reino entre sus hijos (Alfonso había fallecido) Pedro III (Aragón, Valencia y los condados catalanes) y el futuro Jaime II de Mallorca (Baleares, el Rosellón, la Cerdaña, Conflent y Montpellier).

Carta de los Martes del 31 de diciembre de 2019

Queridos amigos:

El 31 de diciembre de 1229, Jaime I el Conquistador se hizo, por segunda vez para los cristianos, con la ciudad de Palma de Mallorca. No fue sencillo ni rápido. Verán.

Jaime I de Aragón nació en Montpellier, hoy Francia, el 2 de febrero de 1208. Fue hijo de Pedro II el Católico, rey de Aragón y de María de Montpellier. Cuando tenía cinco años, su padre murió en la batalla de Muret contra los albigenses. Jaime quedó prisionero de Simón de Monfort, líder de los cátaros. El papa Inocencio III intervino para liberar a Jaime y éste quedó bajo la tutela de los Caballeros Templarios en el castillo de Monzón (Huesca). Ello desencadenó un fuerte carácter y su dominio de las armas. A los 10 años fue declarado mayor de edad y a los 11 heredó de su madre el Condado de Montpellier. Casó en 1221 con Leonor de Castilla. En 1235 lo hizo con la princesa Violante, hija del rey de Hungría.

Pero vayamos al asunto de la efemérides. En el año 903, Mallorca había pasado a depender del emirato de Córdoba y desde entonces se convirtió en un refugio idóneo para los piratas sarracenos. Era un puerto seguro para los berberiscos que atacaban con frecuencia los barcos cristianos del Mediterráneo occidental, obstaculizando los intercambios comerciales de la zona.

En este contexto de comercio y piratería, Ramón Berenguer y otros nobles organizaron en 1114 una expedición de castigo contra Mallorca para impidiera que los musulmanes siguieran atacando los navíos cristianos. No lo lograron. Más tarde, el rey Alfonso II, apoyado por buques de Sicilia, volvió a intentar la conquista de las islas, pero no tuvo éxito. En diciembre de 1228, don Jaime reunió a los nobles y acordó de nuevo la conquista del archipiélago balear.
Su ejército estaba integrado por 1.500 caballeros y 15.000 infantes. Embarcó en Salou. Desembarcó en Santa Ponsa y se enfrentó a los musulmanes en el interior de la isla de Mallorca. El ejército islámico alineaba entre 18.000 y 42.000 hombres y entre 2.000 y 5.000 caballos. El choque tuvo lugar en Portopí el 13 de septiembre de 1229. El triunfo cristiano fue completo. La huída el enemigo les franqueó la llegada a las defensas de Palma de Mallorca. El asedio de la ciudad duró más de tres meses. Finalmente, el 31 de diciembre de 1229, Jaime I logró tomarla.

Dicen las crónicas que, de los 50.000 musulmanes que habitaban la villa, 20.000 murieron y 30.000 escaparon. De ellos, 20.000 se agruparon en la comarca de Artá y en la sierra de Tramontana, desde donde continuaron la lucha. Poco a poco, aldeas y ciudades fueron cayendo. Los restos del ejército moro se retiraron a las montañas del norte de la isla de Mallorca y sólo a mediados de 1232 se rindieron los últimos reductos. Mallorca había sido completamente conquistada, aunque Jaime I había establecido ya en 1230 el Reino de Mallorca por medio de una carta de franquicia.

Jaime I hizo reformas en materia de Fueros. Los de Aragón, que sustituyeron los distintos códigos regionales, fueron promulgados en las Cortes de Huesca en 1247. Se produjeron distintas leyes, recogidas en el Libro del Consulado del Mar. Jaime I transformó las Cortes e instrumentó medidas que estimularon la economía y el comercio del reino.

Don Jaime I el Conquistador falleció en Valencia, el 27 de julio de 1276, a los sesenta y ocho años de edad. En su sexto (y último, claro está) testamento dividió su reino entre sus hijos (Alfonso había fallecido) Pedro III (Aragón, Valencia y los condados catalanes) y el futuro Jaime II de Mallorca (Baleares, el Rosellón, la Cerdaña, Conflent y Montpellier).

En Valencia y en Mallorca, Jaime I el Conquistador es considerado un héroe, el padre fundador y un referente histórico sin parangón local.

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Llevamos dos semanas hablando de los 30 sabios (españoles o al servicio del Estado español) que, debido a la ocultación de sus méritos por papanatismo o enemistad con España (no sólo de agentes exteriores) no son suficientemente conocidos. Hoy hablaremos de Domingo de Soto.

Nacido en Segovia en 1494, fue un fraile dominico español de orientación tomista. Llegó a ser confesor del emperador Carlos V. Es conocido por sus contribuciones en materia de Teología, Derecho, Economía, Física, Filosofía y Lógica, todo ello dentro de la Escuela de Salamanca.
En 1545 fue enviado al Concilio de Trento como teólogo imperial. En 1548 intervino frente a los protestantes en la Dieta de Augsburgo.​ El emperador le ofreció el obispado de Segovia. No lo aceptó. En cambio, sucedió a Melchor Cano en su cátedra de la Universidad de Salamanca.
No fue eso todo. Domingo de Soto fue el primero en establecer que un cuerpo pesado en caída libre experimenta un movimiento uniformemente acelerado[1].​ Cuarenta años antes, otro español, Diego Diest, había propuesto algo parecido, pero erró: sostuvo que la velocidad de caída de esos objetos era directamente proporcional al espacio recorrido, no al tiempo utilizado. Diest no estuvo solo en el error: Galileo Galilei se equivocó exactamente igual, pero gracias a las enseñanzas de Domingo de Soto, rectificó a tiempo. Sin ese descubrimiento, el posterior estudio de la gravedad por parte de Galileo y de Isaac Newton no hubiera podido tener lugar

Domingo de Soto analizó candentes problemas económicos como la usura, el intercambio mercantil, la determinación del precio justo y sus variaciones. En todos ellos, como miembro preclaro de la Escuela de Salamanca, determinó el camino correcto del análisis.
Domingo de Soto consideraba que el factor determinante del valor y del precio era – y es – la estimación del objeto efectuada por su demanda. Igual si Carlos Marx hubiera leído a los autores de la Escuela de Salamanca (como sí hizo Galileo en su área de trabajo) no hubiera incurrido en el error capital en la determinación del valor, la teoría de la plusvalía y su apropiación que constituye el núcleo de su tesis en El (error) Capital y nos hubiéramos ahorrado tantas decenas de millones de muertos[2].

El cosmopaletismo nacional (versión europea) ha recibido un fuerte impacto con la sentencia del tribunal de Luxemburgo en relación con la previa del Tribunal Supremo referida a ciertos asuntos internos que nuestra pertenencia al club ha distorsionado.

Los efectos secundarios están por ver, pero muy verosímilmente se situarán en las antípodas del filoeuropeísmo que parece sustentar la opinión general de nuestros conciudadanos. Así como ni todo el oro del mundo podrá cubrir las desnudeces del Rey del relato cuyos muñidores afirmaban que iba vestido del precioso metal, tampoco podrá ocultar las inadecuaciones de un constructo que va a la deriva con los criterios que aplica. Lástima. Mientras se limitó a ser un Mercado Común Europeo, la institución iba como la seda y todos sus miembros se beneficiaron de su pertenencia. Cuando los políticos al uso pusieron las manos sobre ella para convertirla en lo que los Padres Fundadores nunca quisieron que fuera, comenzó la deriva en la que nos encontramos.

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La frase de hoy es del Cardenal Robert Sarah[3]. Aparece en su último libro[4], que no he tenido ocasión de leer. Éste reviste la forma de una entrevista imaginaria, lo que sin duda facilita su lectura y la hace accesible al común.

“La tragedia de Occidente es siempre la misma. Dios ha desaparecido. Los Estados han ocupado su lugar”.

No he leído nada más cierto en el entorno cardenalicio. El Estado acromegálico[5] ha desbordado a la sociedad y la lleva a la desaparición. Ha sustituido a la familia y eso está llevando a Occidente al invierno demográfico[6], es decir, a su desaparición en diferido. Es la muerte de Dios la que llevará a Occidente a su propia muerte.

Saludos
CDC


[1] Expuso sus trabajos sobre Mecánica en su libro «Quaestiones» (1551).
[2] Este es un ejercicio de política ficción. No fue Marx (Karl) condición ni necesaria ni suficiente para que el Mal campara por sus respetos. Lo hacía antes, lo hizo después y lo seguirá haciendo mientras el mundo exista. Y lo hará tanto más cuanto más cedan y negocien las fuerzas del Bien.
[3] Robert Sarah es Cardenal de la Iglesia Católica desde 2010 (Benedicto XVI). Nació hace 74 años en Guinea Conakry. Es un hombre de gran claridad expositiva, un valor extremo y una Fe sin fisuras. No ha de callar.
[4] “Es tarde y anochece”. Editorial Palabra.
[5] “La acromegalia provoca desfiguración progresiva, especialmente de la cara y las extremidades, con tendencia al desarrollo excesivo de la mandíbula, frente ensanchada, abultada o con protuberancias, y crecimiento desproporcionado de manos o pies. Es común la aparición de manifestaciones sistémicas, por el agrandamiento de las vísceras y otros tejidos blandos, como el tiroides, el hígado, el riñón y el corazón. El paciente puede experimentar dolores de cabeza, musculares y articulares, entre otros síntomas Quienes la padecen generalmente no se percatan a tiempo, ya que algunos signos se confunden con el proceso de envejecimiento natural del ser humano, lo que puede causar complicaciones que lleven a la muerte”. A la muerte de la sociedad en el caso que nos ocupa, añado.
[6] Quien no haya leído el libro de idéntico título (por eso lo menciono) de Alejandro Macarrón, lo haga. Diagnostica con extrema precisión.
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