LA CARTA DE LOS MARTES DEL 14 DE JUNIO DE 2022

LA CARTA DE LOS MARTES DEL 14 DE JUNIO DE 2022

Queridos amigos:

Entre el 6 de junio y el 14 de junio de 1808 tuvo lugar la Batalla de la Poza de Santa Isabel, en la Bahía de Cádiz. Se enfrentaron la flota francesa del almirante François Étienne de Rosily-Mesros[1] y la armada española comandada por el almirante Juan Ruiz de Apodaca, apoyada por la artillería costera. El resultado fue la primera victoria española en la Guerra de la Independencia, en la que se dieron pocas acciones navales.

Casi tres años antes (el 21 de octubre de 1805), Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, al frente de la flota combinada hispanofrancesa, había decidido salir de puerto[2] para enfrentarse a la armada británica, comandada por el almirante Horatio Nelson, en lo que se llamó la Batalla de Trafalgar, una estrepitosa derrota para Francia y España. Cuatro días después de ese desenlace, el almirante François Étienne de Rosily-Mesros llegó a Cádiz con la orden de Napoleón Bonaparte de sustituir a Villeneuve en el mando de la escuadra combinada. No llegó a tiempo de evitar el error de Villeneuve porque éste se enteró de su relevo y salió del puerto a enfrentarse a Nelson, sufriendo la gran derrota que conocemos.

Después de Trafalgar arribaron a la bahía de Cádiz los navíos de línea Neptune (80 cañones), L’Algésiras (80 cañones), Héros (74 cañones), Pluton (74 cañones) y Argonaute (74 cañones), junto con las fragatas Cornélie (40 cañones) Hermione, Hortense, Rhin y Themis. Todos habían salido recientemente de los astilleros franceses y, aunque afectados por la batalla, fueron reparados rápidamente, pertrechados con los pocos medios disponibles en el arsenal de La Carraca, y sus tripulaciones completadas con los marineros supervivientes de los navíos hundidos. Por el contrario, los barcos españoles, con sus tripulaciones diezmadas, sin haber recibido la paga durante meses y con daños importantes tras el combate, quedaron a su suerte.

Durante los siguientes tres años, sólo las fragatas Hermione, Hortense, Rhin y Themis lograron burlar el débil bloqueo inglés[3] en febrero de 1806 y abandonar la bahía de Cádiz. Los restantes buques franceses no pudieron imitarles.

En febrero de 1808, la situación se adivinaba complicada, pero el vicealmirante francés tenía órdenes de permanecer en Cádiz para apoyar a las tropas imperiales que marchaban hacia esa ciudad[4]. A la vista de las cada vez más difíciles relaciones entre España y Francia, el almirante Rosily decidió intercalar sus propios barcos con los españoles para neutralizarlos, cosa que le permitía hacer su mayor poder de fuego. En mayo, tras el levantamiento popular en Madrid, empezó el hostigamiento en tierra contra los marineros franceses, quienes quedaron recluidos a bordo para evitar agresiones en puerto.

La junta sevillana envió a Cádiz a Eugenio Eulalio Palafox Portocarrero para ordenar un ataque inmediato a la flota francesa. Al saberlo, una multitud atacó al cónsul francés. En esa situación, Rosily fondeó sus barcos de la mejor forma posible para atacar a las posiciones españolas y envió botes para reconocer el caño del Trocadero, pero fueron detectados y el Gobernador hizo ocupar aquella posición.

Lo que no se pudo evitar fue que las masas asesinaran al propio Gobernador y capitán general de Andalucía, Francisco María Solano Ortiz de Rozas, quien por no atacar de inmediato a los franceses fue acusado de afrancesado[5]. De nada sirvió que publicara un bando explicando el riesgo de realizar el asalto sin tropas ni pertrechos suficientes. Una turba fue a la casa del gobernador, que se hallaba protegida por una pequeña guardia militar. Tres representantes entraron en la residencia para exigirle la renuncia al puesto. Al negarse, el Gobernador fue acuchillado camino del cadalso.

La Junta Suprema nombró gobernador al general Eusebio de Herrera y Rojas, con la orden de destruir o capturar la escuadra francesa, pero los gaditanos eligieron al capitán general Tomás de Morla y Pacheco como nuevo gobernador de la ciudad.
El 30 de mayo, las autoridades españolas, solicitando previamente permiso a Rosily, decidieron separar los barcos españoles de los franceses y prepararlos para el combate, aunque aún no habían comenzado las hostilidades. Para hacerles frente, las fuerzas españolas en la bahía estaban formadas por los navíos de línea Príncipe de Asturias (buque insignia, con 112 cañones), Terrible (74 cañones), Montañés (74 cañones), San Fulgencio (64 cañones) y San Leandro (64 cañones), más la fragata Flora (40 cañones), más diez faluchos, una gabarra, una balandra y doce lanchas o botes, todas embarcaciones artilladas, como fuerzas llamadas sutiles. Cuando se les sumaron las lanchas del arsenal llegaron a 45, organizadas en tres divisiones. La dotación de la escuadra española era de 4.219 hombres, en tanto la de la francesa sumaba 3.676 hombres.

Mientras que los navíos franceses se hallaban perfectamente pertrechados con víveres y municiones, los barcos españoles padecían de escasez de alimentos, uniformes y pólvora, además del impago de las soldadas. De estas limitaciones era consciente el asesinado Gobernador de Cádiz.

El 6 de junio, el presidente Juan Francisco de Saavedra[6], en nombre de la nación española y a través de la Junta de Sevilla, declaró la guerra a Napoleón. Al saberlo, el almirante francés movió su flota en la bahía para ponerla fuera del alcance de la artillería terrestre.

El nuevo Gobernador, Tomás Morla, comenzó por enviar dos mensajeros a los ingleses para cesar las hostilidades y establecer una alianza. El almirante Purvis ofreció introducir sus buques en la bahía para ayudar en la batalla. Apodaca lo rechazó[7], pero consiguió el préstamo de una importante cantidad de pólvora (400 kilos), municiones y la colaboración británica para asegurar que ningún francés escapara.

A partir de ahí, se instalaron nuevas baterías en el canal norte del Trocadero y se reforzaron las existentes en el perímetro de la Bahía[8]; se armaron dos buques para proteger el arsenal y se cerró el saco interno de la bahía con una cadena flotante. Morla no quería arriesgar los navíos españoles, de los que el Príncipe de Asturias era el único que estaba en verdaderas condiciones de combatir.

Cuando el vicealmirante francés observó la maniobra de la escuadra española, junto con las operaciones de refuerzo que se hacían en las fortificaciones, primero envió cartas a las autoridades al objeto de retrasar las actuaciones de éstas y acto seguido se dirigió hacia la Poza de Santa Isabel, una depresión circular de 300 metros de diámetro y 20 de profundidad ubicada en el centro de la bahía, a 500 metros de la boca de acceso al Arsenal de La Carraca, lo que le permitía amenazarlo con sus cañones. Para cortarle el paso era necesario cerrar el canal de La Carraca. Así se hizo, hundiendo allí mismo el navío Miño y la urca Librada.

El 9 de junio, Morla instó la rendición incondicional. Rosily se negó. El ataque[9] empezó a las 15:15 desde una batería de morteros. Veinticinco lanchas cañoneras españolas secundaron la acción. Los franceses lograron rechazar los ataques con el fuego de toda su escuadra, hundiendo dos cañoneras y dañando siete, con 5 muertos y 50 heridos. Con todo, los franceses centraron su fuego contra las baterías costeras. Al llegar la noche, cesó el combate. La flota francesa tuvo 12 fallecidos y 51 heridos, así como daños en cascos y arboladuras.

El 10 de junio, Rosily intentó negociar la salida de su escuadra de la Bahía sin ser atacado[10], pero no lo logró. Entretanto, a los españoles se les estaba agotando la pólvora y no les era posible operar como el primer día. Se instalaron nuevas baterías simuladas[11] y se sumó al combate el navío Argonauta, aunque no podía actuar porque también carecía de pólvora.

El 11 de junio, Rosily propuso entregar su armamento y arriar banderas a cambio de salir de la bahía con sus tripulantes, pero de nuevo se le negó. Los españoles instalaron 30 cañones en una batería adicional, alistaron nuevas cañoneras y amenazaron con usar balas rojas[12].

A las 6 de la mañana del día 14 de junio se volvió a intimar a la rendición a Rosily, ofreciéndole garantías de respeto a su vida y la de las tripulaciones. Rosily cedió[13], sustituyendo los pabellones franceses por españoles. El resultado final de la batalla, además de los muertos y heridos que ya conocemos, fue que España hizo 3.676 prisioneros y obtuvo 5 navíos de línea, una fragata, 442 cañones, 1.651 quintales de pólvora, 1.429 fusiles y otros muchos pertrechos, amén de provisiones para cinco meses. Los barcos capturados se incorporaron a la Armada Real. Estaban en casi perfectas condiciones.

La victoria reforzó el espíritu de lucha entre los ciudadanos españoles al vencer por primera vez a una Francia que se creía imbatible y permitió la entrada por Cádiz de fuerzas aliadas de España.

Fue la primera derrota de las fuerzas de Napoleón en la Guerra de la Independencia. La rendición de la escuadra francesa, junto a la derrota de Dupont en Bailén, supuso el comienzo del todavía lejano declive del imperio napoleónico. En reconocimiento a los servicios prestados, la Junta de Sevilla premió con el grado inmediato superior a los oficiales de Marina y del Real Cuerpo de Artillería que habían participado en la acción.[14]

Tras la victoria, Saavedra envió a Morla a Londres. El 4 de julio, el gobierno británico ordenó cesar inmediatamente las hostilidades con España e iniciar una alianza contra Francia.

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La noticia de esta semana https://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/el-conocimiento-sobre-la-sociedad-espanola-contemporanea-6897036/ está en un texto del maestro de generaciones Amando de Miguel, quien con su reconocida capacidad analítica pone el dedo en la llaga: no conocemos la sociedad en que vivimos, acaso porque tampoco sabemos mucho de aquélla que nos precedió.

De Miguel propone un marco histórico, contenidos específicos a estudiar (desgrana no menos de 17) y un método sencillo para aprovecharlos. No es difícil: basta tomar conciencia, poner los medios y nombrar responsables. El mayor problema para que esta razonable propuesta no se materialice está en las clases dirigentes, que desde hace siglos “han orillado lo concerniente al acopio de datos y observaciones sistemáticas sobre la realidad física o humana. En definitiva, continúa, para nuestra vergüenza colectiva, el desprecio por el conocimiento”.

Y termina de la única manera posible: “A rebelarse tocan”.

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El avance tecnológico de esta semana Stellantis se vuelca con la tecnología del hidrógeno (eleconomista.es) vuelve al hidrógeno. Parece que el futuro del vehículo eléctrico ya no es lo que era: costes altos, autonomía escasa, materiales de la batería difíciles de encontrar y tratar, enorme presencia de regímenes criminales (RP China) en su oferta, dificultades de procesamiento de los residuos, expectativas difíciles de cumplir, imposibilidad de las redes eléctricas para cargar las baterías … you mention it.

Con un suministro de crudo cada vez más comprometido en origen por (de nuevo) estar en manos de regímenes deleznables y chantajistas, en manos de un cartel miserable que lleva más de 50 años sangrando a Occidente y con lelos/malvados colaboracionistas obstaculizando la búsqueda y hallazgo de otras fuentes en todo el mundo, el hidrógeno aparece como el caballero blanco en dos versiones; cargando baterías mediane su mezcla con el aire circundante (pila de hidrógeno) y alimentando directamente motores de explosión.

Ya está más que presente en barcos, ferrocarriles y camiones. Ahora, los vehículos automóviles de turismo, pequeña distribución y usos rurales serán los receptores de una tecnología que reúne muchas más ventajas que inconvenientes. Y pronto dejaremos hasta de oir falsedades referidas al CO2, porque como son insostenibles, los intelectuales calentólogos pasarán directamente a la coacción sin argumentos.

Vaya favor que nos ha hecho – lejos de su voluntad estaba – el megalómano ruso chapado a la soviética.

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La frase de hoy es del 8 de junio de 2022, fecha en la que el Canciller alemán, Olaf Scholz, produjo una que resume las razones por las cuales Occidente está en cobarde y culpable renuncia en el mundo frente a las agresiones que sufre, siempre sin reaccionar en modo alguno, dejando indefensas a sus gentes. En la fase de preguntas tras una reunión con la Asociación de la Prensa Extranjera de Berlín, afirmó que “hay que evitar un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia”. Habla de cada país miembro de la OTAN, en concreto el que él representa, temeroso hasta de entregar armas a Ucraina para su defensa. Obsecuente ante al tirano rusosoviético, que tiene en su mano (el gaseoducto) el bienestar a corto plazo de una Alemania cuyas grotescas políticas energéticas la han puesto de rodillas, balbucea inerme. O acaso cómplice.

“Por evitar la guerra caísteis en el deshonor…” Pero es que tampoco habría guerra con Rusia, ese fiasco militar. Es pura y simple cobardía. Estos son los líderes que produce la partitocracia.

Cordiales saludos

José-Ramón Ferrandis

 

Le Neptune (1803)

[1] François Étienne de Rosily-Mesros (Brest, 13 de enero de 1748/París, 12 de noviembre de 1832) fue almirante de la Marina Imperial francesa. Napoleón le envió en 1805 a Cádiz para sustituir a Pierre Charles Silvestre de Villeneuve en el mando de la escuadra franco-española. Cuando llegó a Cádiz era un marino experimentado, con una larga hoja de servicios. Su anterior cargo era desde 1795 el de director del Dépôt de la Marine Française, encargado de la elaboración y gestión de la cartografía náutica.
[2] A pesar de la oposición de los mandos españoles.
[3] El bloqueo lo realizaban doce navíos de la marina británica bajo el mando del almirante Cuthbert Collingwood, a quien sucedió el contraalmirante John Child Purvis.
[4] Decrès, ministro de marina, le había ordenado esperar al ejército de Dupont que bajaba hacia el sur para rendir Cádiz.
[5] En realidad, el marqués temía que todo ataque mal planeado a la escuadra francesa acabara en un desastre. La junta de oficiales que se reunió en su casa el día anterior a su muerte (entre los que destacaban el anterior gobernador militar, Tomás Morla y el comandante en jefe de la escuadra en la ciudad, Juan Ruiz de Apodaca), le apoyó.
[6] Presidente de la Junta Suprema de España e Indias y Regente del Reino durante la ocupación francesa.
[7] No quería ser el responsable de un nuevo Gibraltar.
[8] Ello suponía crear una circunferencia artillada alrededor de la escuadra francesa.
[9] Para no arriesgar la escuadra española y ante la dificultad de maniobra para los navíos por la estrechez de la poza, se atacó con el cuerpo de fuerzas sutiles.
[10] Rosily procuró alargar el combate con la esperanza de recibir pronto la ayuda del ejército.
[11] Se derrochó apariencia de armamento operativo, lo que evitó que Rosily pudiera apreciar la verdadera debilidad española.
[12] Bala calentada al rojo, que de impactar con el buque de madera lo incendiaba rápidamente.
[13] No tenía escapatoria alguna y seguir combatiendo significaba la destrucción.
[14] Y a otros muchos que no lo habían hecho, pues el caos administrativo era enorme.

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