LA CARTA DE LOS MARTES DEL 28 DE JUNIO DE 2022
Queridos amigos:
El 28 de junio de 1914, en Sarajevo, un serbio llamado Gavrilo Princip[1] asesinó con un arma de fuego al archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono imperial, y a su esposa, Sofía Chotek. Este fue el detonante que desencadenó la Primera Guerra Mundial.
El Imperio austrohúngaro culpó a Serbia. El Imperio ruso apoyó a Serbia. Las alianzas políticas y militares se activaron, declarándose la guerra unos a otros. Por un lado se hallaba la Triple Alianza, formada por las Potencias Centrales: el Imperio alemán y Austria-Hungría[2]. Por otro lado se encontraba la Triple Entente, formada por el Reino Unido, Francia y el Imperio ruso[3].
Si el atentado de Sarajevo fue el detonante, sin duda había combustible acumulado. Veámoslo.
La globalización de la economía era creciente, generando los beneficios que todos conocemos. Sin embargo, cada imperio u organización política equivalente entendía ese proceso como una deseable autarquía (economía cerrada sobre sí misma) mercantilista, buscando cada vez mayores territorios que les permitieran la autosuficiencia y a partir de ahí, balanzas comerciales superavitarias, con ayuda de políticas arancelarias proteccionistas mutuamente destructivas. Aunque en esa época, Europa Occidental[4] era sin duda alguna el receptáculo de la primacía económica, financiera, demográfica, técnica y cultural, los EE. UU.[5] y Japón[6] empezaban a despuntar[7]. La tensión entre muchas de esas entidades era fuerte y en el caso de Europa y aledaños, había desencadenado un tejido de alianzas defensivas que terminaron convirtiéndose en una trampa.
La carrera por controlar territorios abocó a una mayor expansión colonial en África y Asia, que se aceleró a raíz de la Conferencia de Berlín de 1884, sobre todo entre Francia, Gran Bretaña y Alemania. Tuvo tintes económicos[8], pero también geoestratégicos y políticos. Los roces fueron inevitables. Los avances tecnológicos comenzaron a cambiar el orden de importancia de los imperios. Alemania[9] empezó a asumir el liderazgo comercial, financiero, industrial y naval que el Reino Unido venía ostentando desde la Revolución Industrial.
De las muchas guerras acontecidas en los años anteriores a la Gran Guerra, dos fueron decisivas: la franco-prusiana, con la anexión de Alsacia-Lorena por Alemania en 1780, y los choques entre Austria-Hungría y Rusia por la hegemonía en los Balcanes, estimulados por un nacionalismo paneslavo propiciado por Rusia contra los Habsburgo[10], en un contexto de creciente debilidad del Imperio Otomano. Estos y anteriores enfrentamientos abocaron a una intrincada red de alianzas entre las potencias europeas para mantener un cierto equilibrio. Como sabemos, las dos principales[11] se enfrentaron tras el asesinato de Sarajevo. Hubo otras: La Entente Cordiale (1904) entre Reino Unido y Francia, y la Entente anglo-rusa (1907).
El caldo de cultivo era denso: en el caso de Francia, desde 1870 había ansias de venganza en su ejército y gran parte de la población. Desde 1895, la carrera armamentista inicialmente desencadenada entre Reino Unido y Alemania se extendió a todos los países europeos. Los gastos militares se multiplicaron entre 1870 y 1913, en un 300% en Reino Unido y Alemania y en un 200% en Francia[12].
Finalmente, la prensa y los conglomerados militares e industriales[13] estimularon un nacionalismo excluyente que caló en las sociedades respectivas: los pueblos terminaron odiándose. Los países desencadenantes creyeron que se trataría de una guerra corta, seguida de una victoria fácil y demoledora para sus rivales. Se equivocaron. Y las consecuencias de la guerra fueron enormes, en todos los ámbitos. Lo veremos después.
En 1908, Austria-Hungría se anexionó formalmente la provincia de Bosnia y Herzegovina, antiguo territorio otomano ya ocupado desde 1878 por el Imperio Austrohúngaro. Serbia y el Imperio ruso desestabilizaron el área. Entre 1912 y 1913, la Liga de los Balcanes[14] y el Imperio otomano libraron dos guerras, en las que los turcos perdieron todas sus posesiones europeas salvo la antigua Tracia oriental. Para entonces, la región era conocida como “el polvorín de Europa”.
El asesinato de Sarajevo desembocó en un mes de movimientos diplomáticos entre Austria-Hungría, Alemania, Francia, Rusia y Reino Unido. Con la intención de terminar con la intromisión de Serbia en Bosnia, Austria-Hungría entregó a Serbia el 23 de julio un ultimátum intencionadamente inaceptable para justificar la guerra contra Serbia cuando no se cumplieran sus términos. Así fue. Y a partir de ahí, el 28 de julio, los austrohúngaros iniciaron las hostilidades invadiendo Serbia. Rusia se movilizó, Alemania invadió Bélgica (neutral) y Luxemburgo en su camino hacia Francia. La violación de la soberanía belga obligó al Reino Unido a declarar la guerra a Alemania.
Los alemanes fueron detenidos por los franceses a pocos kilómetros de París, y se inició una guerra de desgaste donde las líneas de trincheras[15] apenas sufrieron variaciones reseñables hasta 1917. En noviembre de 1914, el Imperio otomano entró en la guerra, lo que abrió frentes en el Cáucaso, el Sinaí y Mesopotamia. Italia y Bulgaria se sumaron a la guerra en 1915, Rumanía en 1916 y los Estados Unidos en 1917[16].
La guerra comenzó a descomponerse en marzo de 1917 con la caída del gobierno ruso[17] y la firma de un acuerdo de paz entre la Rusia de los soviets y las Potencias Centrales en marzo de 1918. Bulgaria firmó el primer armisticio (Tesalónica) el 29 de septiembre de 1918. El 30 de octubre, el Imperio otomano capituló (armisticio de Mudros). El 3 de noviembre de 1918, el Imperio austrohúngaro firmó otro (en realidad, dos) armisticio[18]. Alemania, en plena revolución[19], firmó el armisticio el 11 de noviembre de 1918 en un vagón de ferrocarril situado en el bosque de Compiègne. El 11 de noviembre de 1918, a las 11 de la mañana[20], entró en vigor el alto el fuego.
Tras seis meses de negociaciones en la Conferencia de Paz de París, el 28 de junio de 1919 los países aliados firmaron el Tratado de Versalles[21] con Alemania, y otros a lo largo del siguiente año con cada una de las potencias derrotadas.
Las consecuencias de la Gran Guerra fueron terroríficas. De hecho, no sólo están presentes las cuantificaciones que vamos a ver; con esa guerra se inició el suicidio de Europa.
En el político, dejaron de existir cuatro grandes imperios: el Imperio alemán, el Imperio ruso, el Imperio austrohúngaro y el Imperio otomano. Se acendró el período de revoluciones y guerras civiles en varios países, ya iniciado en 1917. La Revolución rusa llevó al poder a los bolcheviques[22], que en 1922 crearon la Unión Soviética. Los EE. UU. se revelaron como la primera potencia del mundo. Se creó la efímera Sociedad de Naciones, en un cándido intento por imposibilitar futuras guerras. Alemania se deslizó hacia la hiperinflación y el nacional socialismo.
En el social, murieron 10 millones de soldados, unos 20 millones fueron heridos[23] y en torno a 8 millones fueron hechos prisioneros y casi siempre recluidos en campos. El Imperio otomano trató especialmente mal a sus prisioneros de guerra. Unos 7 millones de civiles fueron asesinados[24]. Todo ello produjo un malestar social permanente, especialmente en los huérfanos y viudas. La pandemia de gripe norteamericana[25] (1918), iniciada en un cuartel de Kansas (EE. UU.) y diseminada por los soldados del destacamento norteamericano, se cobró la vida de entre 50 y 100 millones de personas[26] en todo el mundo. Hubo grandes desplazamientos de población al rediseñarse las fronteras europeas. Creció rápidamente la mano de obra femenina al tener que reemplazar a los hombres, que se hallaban en el frente. La superpoblación femenina fue una característica de la posguerra. Se redujo la natalidad. Los años de racionamiento provocaron que la mortalidad de la población civil aumentara. En el caso de Alemania el incremento alcanzó el 37 % en 1918[27]. Regiones de Austria-Hungría se sumieron en la hambruna.[28]
En el económico, muchos elementos de la infraestructura de los países europeos, en especial vías de comunicación, puentes, puertos y ferrocarriles, quedaron dañados o destruidos. Las estimaciones de gastos directos de la guerra[29] ascendieron a entre 180.000 y 230.000 millones de dólares (paridad de poder de compra de 1914) e indirectos, consecuencia de daños a propiedades, de al menos 150.000 millones. Los enormes gastos en que incurrieron los países beligerantes generaron grandes crisis financieras y deudas a largo plazo. Como consecuencia directa de la guerra, se dio un enorme deslizamiento en favor de la ampliación del poder del gobierno en Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Se crearon nuevos impuestos y leyes, con el efecto trinquete de que, tras la guerra, muchos de ellos no desaparecieron. La caída del PIB en las Potencias Centrales, Francia, Rusia y el Imperio otomano[30] contrastó con el incremento en los EE. UU., el Reino Unido e Italia. Alemania racionó el consumo de productos básicos desde noviembre de 1914. Sus casi 70 millones de habitantes recibieron cada vez menos alimentos según avanzaba la guerra.
En el territorial, como consecuencia de los tratados de Brest-Litovsk, Versalles[31], Saint-Germain, Neuilly, Trianón y Lausana, entre 1918 y 1923, Alemania perdió gran cantidad de territorios europeos[32] y todas sus colonias en África y Oceanía. El Imperio austrohúngaro se descompuso en cuatro Estados independientes: Austria, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia. El Imperio otomano desapareció y se llamó República de Turquía desde 1923, con una fortísima contracción territorial. El Imperio ruso implosionó y habilitó la independencia de Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia.
El resultado final de todo lo acontecido fue un tremendo deterioro de las condiciones de vida de las poblaciones involucradas.
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La noticia de esta semana Biden reiterates support for Roe v. Wade, radical LGBT policies during State of the Union – LifeSite (lifesitenews.com) pone de relieve la doblez y carencia de principios[33] del presidente norteamericano, Joe Biden. En una línea que respalda la casi totalidad del partido Demócrata, el incumbente respalda el asesinato de inocentes en el vientre de su madre. Lean si les parece.
Nada más que añadir, salvo que el día 24 de junio de 2022, el Tribunal Supremo de los EE. UU. revocó la sentencia del caso Roe vs. Wade: no existe derecho constitucional al aborto.
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El avance tecnológico de esta semana pone de relieve la enorme y creciente distancia entre las mejoras científico-técnicas, orientadas al bien general, y la penosa trayectoria sociopolítica de nuestros días, orientada satánicamente al mal con escasas excepciones. En un artículo se recoge otro avance contra la muerte Inyectan por primera vez un virus experimental que mata el cáncer (20minutos.es). Mientras la ciencia aplicada lucha por defender la vida, presidentes criminales la combaten desde su concepción.
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La frase de hoy se refiere al Imperio alemán. En la Gran Guerra, Alemania no consiguió ejecutar una guerra relámpago y eso la condenó. El príncipe heredero Guillermo de Prusia comentó entonces a un periodista norteamericano: “Hemos perdido la guerra; continuará por mucho tiempo, pero ya la hemos perdido”.
La Rusia de Vladimir Putin ha perdido la guerra desencadenada por la invasión a Ucraina. Más le valdría reconocerlo y negociar, pues la alternativa es mucho peor: Rusia va a desaparecer de su posición de potencia de segundo orden, y ello repercutirá fuertemente en sus patrocinados en todo el mundo. Esperen y verán.
Cordiales saludos
José-Ramón Ferrandis
El archiduque Francisco Fernando (1863-1914)