LA DINAMIZACIÓN DE LA ECONOMÍA – PROF. DR. JOSE CARLOS MARTÍN DE LA HOZ

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 17 DE OCTUBRE DE 2023

 

 

LA DINAMIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

 

Hace unas semanas hablaba con un profesional que trabaja en el desarrollo de varias fincas importantes en un país de Hispanoamérica, quien respondía fríamente a la pregunta acerca del futuro de ese país, que solo se le ocurría una solución: una bomba atómica y volver a empezar desde cero.

Con ese ilustrativo ejemplo venía a señalar las graves lacras de la corrupción que aqueja a todos los niveles y en todos los ambientes de una sociedad tan llena de dones naturales en la minería, en el campo, la ganadería, la industria, los recursos turísticos, culturales, etc.

Es difícil entender cómo el sistema democrático y la civilización occidental no ha podido vencer a la corrupción en ese país y en tantos otros lugares del entorno y, mientras, se dilata la solución a los gravísimos problemas de un lugar que debería estar a la cabeza del mundo.

Reconozcamos que la corrupción es una tentación muy humana, pero podemos pensar en algunos factores que pueden favorecerla, como la inflación galopante que impide el ahorro, la falta de valores en la sociedad, la pérdida del concepto de bien común o general, los sueldos escasos de los funcionarios que les impiden ganarse honradamente la vida, la pérdida del sentido del derecho o la desaparición de la confianza en las personas y las instituciones.

Precisamente, también en estos días, estaba leyendo la importante obra del ilustrado inglés Jeremy Bentham (Londres 1748-1832), En Defensa de la Usura, quien realizó un viaje a Rusia (en la actualidad sería Bielorusia) en el invierno de 1787 para visitar a su hermano ingeniero naval y redactó unas cartas en las que rebatía las regulaciones de los gobiernos de los tipos de interés en el préstamo del dinero.

Efectivamente, nuestro autor en vísperas de la revolución francesa, de la que era ferviente partidario, había fundado con esas cartas la denominada “corriente utilitarista” pues rebatía la conveniencia de fijar los tipos de interés y, asimismo, lograba un notable éxito tanto en Inglaterra como en el resto de Europa.

Es interesante que cuando nuestro autor busca el origen de esos bajos tipos de interés que existían en Europa, no haga ninguna mención a que en el comienzo se fijaron un tipos muy bajos, puesto que desde la expulsión de los judíos de España y, por tanto, del último país en hacerlo de Europa, los préstamos usurarios que eran enormes y fueron sustituidos por los préstamos en precario entre cristianos, que al ser de un interés bajo, correspondían a asegurar que el dinero que prestabas hoy valía lo mismo que el dinero que recibías de vuelta un año después por el incremento del precio de la vida.

Lógicamente, no hay apenas referencias a la expulsión de los judíos de España en 1492 en la obra citada, puesto que está situada varios siglos después de ese hecho y, según Keynes, nuestros economistas escolásticos habían logrado un gran crecimiento en la economía europea con esos préstamos en precario.

Seguidamente, nuestro autor señala que de la misma manera que “pretender regular los precios de todas las mercancías sería una tarea interminable”, se podría colegir que tampoco el Estado debería regular los tipos de interés de los precios. Lógicamente, se le argumenta que el estado fija los topes máximos para no tratarse con desconfianza y para evitar la ingenuidad (27).

Enseguida añadirá: “Todo el mundo sabe que las ventas forzadas siempre se hacen con pérdida y que, comparativamente, esa pérdida suele ser muy superior a la que pudiera seguirse de un tipo desmedido de interés” (30).

Volviendo al fondo de la cuestión, nuestro autor acudirá a la raíz de la sustitución de la usura por el préstamo en precario: “Pedir un precio exorbitante repugna a la conciencia, tanto en el alquiler de un caballo como en el préstamo de una suma de dinero; pero un equivalente razonable por el inconveniente temporal que el propietario puede resentir por prestarlo o por el riesgo de llegar a perderlo totalmente, no es más inmoral en un caso que en otro” (48-49).

Poco después, Bethan añadirá la siguiente afirmación: “Seguirle el rastro de un error hasta su origen, dice lord Coke, significa refutarlo; y son muchos los que, hasta que no han recibido esta satisfacción, por evidente que sea el error en cuestión, no podrán tenerlo como tal” (52).

Enseguida insistirá que una prueba de la predestinación al cielo, expresión típica del protestantismo calvinista inglés del siglo XVIII, era obtener abundantes beneficios en los negocios y comentará, recordando con Aristóteles que “todo dinero es por naturaleza estéril” para añadir que sí se puede lograr ganar dinero “prestándolo al 5%, pero los sabios de aquella época no consideraron el asunto bajo este aspecto” (55).

Finalmente, para fundamentar sus tesis citará a Adam Smith: “resulta una grandísima impertinencia y presunción de reyes y ministros el pretender vigilar la economía privada de los ciudadanos y restringir sus gastos sea con leyes suntuarias o prohibiendo la importación de artículos extranjeros de lujo. Ellos son, siempre y sin ninguna excepción, los máximos dilapiladores de la sociedad” (La Riqueza de las naciones, Libro II, cap. 3)

Terminaremos con otra cita de Adam Smith que aporta en apoyo de la tesis contenida en las cartas: “El conceder el monopolio del mercado nacional a la producción nacional, en cualquier arte o industria, equivale en alguna medida a dictar a los ciudadanos particulares la manera en que deberían emplear sus capitales, y en todos los casos resulta su intervención inútil o perjudicial” (libro 4, cap. 2).

-Jeremy Bentham, En defensa de la usura, ediciones Sequitur, Madrid 2023, 76 pp.-

 

Prof. Dr. D. José Carlos Martín de la Hoz
Doctor en Teología. Profesor universitario.
Miembro de la Academia de Historia Eclesiástica. Asesor de la Conferencia Episcopal Española.

 

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