EL CAMPO SE MUERE, PERO NO DE SED – ÁNGEL BARBERÁ GONZÁLEZ

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 13 DE FEBRERO DE 2024

EL CAMPO SE MUERE, PERO NO DE SED

 

Como explica Manuel Pimentel en su libro “La venganza del campo”¹, el mundo rural se muere ante la indiferencia de todos. La agricultura sufre el desprecio de una sociedad urbana acostumbrada por décadas a una alimentación abundante y extraordinariamente barata.

“Lo verde” se ha impuesto; del campo, la sociedad occidental sólo aprecia un paseo, un Instagram, turismo rural y naturaleza virgen.

Abrazados al ideal de la sostenibilidad, la protección del medioambiente es hoy pilar central de toda política. Una sostenibilidad necesaria, sin duda, pero mal enfocada si no va acompañada de sostenibilidad económica y social. Y no lo va.

Molestan los regadíos, los pesticidas, las granjas, los invernaderos, los ganaderos, las redes de pesca… Los agricultores roban agua, estabulan animales, degradan el medioambiente y son culpables del cambio climático. Y ya lo último, al parecer maltratan a sus animales de compañía. Sabemos que es mentira pero, como afirmó terroríficamente Joseph Goebbels², una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad.

Una mentira que ha calado profundamente en la sociedad. Los Ministerios de Agricultura pasaron a llamarse Ministerios de Medioambiente, los cultivos ecológicos crecen a ritmo de dos dígitos impulsados a golpe de Decreto Gubernamental, las empresas compiten comercialmente no por la calidad de sus productos, sino por la huella de carbono generada, las energías limpias que han usado en el proceso y la no generación de residuos, y los consumidores, cada vez más veganos, demandan alimentos SIN (sin azúcar, sin gluten, sin sal, sin lactosa, sin alcohol, sin nata, sin grasa…).

Hasta el Papa, disfrazado de autoridad científica, escribe encíclicas³ en defensa del medio ambiente y el cambio climático, producido por el rico y avaricioso hombre occidental sobre explotador de los recursos.

Y como molestan, hay que perseguirlos. La carga burocrática que recae sobre cualquier explotación agrícola es simplemente apabullante. Las prohibiciones, las regulaciones y las amenazas sancionadoras para un tejido empresarial atomizado y, muchas veces, precario en formación, tienen efectos demoledores, a pesar del enorme esfuerzo inversor en tecnificación y profesionalización llevado a cabo en los últimos lustros.

Así las cosas, ya nadie quiere trabajar en el campo y, menos aún, vivir en él. Lo llaman la “España vaciada”, un término muy cool para un drama muy serio. La criminalización del sector primario, y su escasa rentabilidad, está conllevando un vertiginoso abandono de explotaciones agrícolas y tierras antes cultivadas. Falta mano de obra. No hay relevo generacional.

Aumento de precios, paulatinos desabastecimientos y dependencia de terceros países. Estas serán las consecuencias, la cara B de esta sostenibilidad medioambiental mal dirigida.

No somos jardineros, somos agricultores” rezaba una pancarta de la tractorada de estos días. ¡Cuánta razón! La gente del campo no tiene formación académica pero tienen un sentido honrado de la verdad que no se puede aprender en ninguna escuela de negocios. Bien haríamos en escucharles más.

Nos equivocamos si pensamos que la globalización se encargará de suministrarnos una alimentación barata en el futuro porque la globalización no será lo que fue. La inercia proteccionista se está implantando en el mundo.

Y cuánta hipocresía, además, en esta sociedad tan exquisita que mira para otro lado cuando se permite la entrada de productos de otros continentes, más baratos sí, pero que no cumplieron ni de lejos lo que aquí sí es exigido en materia medioambiental y de seguridad alimentaria, además de la laboral, fiscal…

Urge un cambio de enfoque, pero radical. Si no, pronto nos ocurrirá lo que a aquél paisano, que un día lloraba desconsolado y extrañado al ver que su caballo, al que por fin acostumbró a no comer, de repente se murió.

La Unión Europea tiene su campo de acción, y España el suyo. Sobran muros, esferas y también recetas fáciles, rápidas o populistas. Solo servirá trabajar como en el campo, mucho, juntos, con la mirada en el largo plazo y con la verdad por delante.

El campo se muere, pero no por la sequía, sino por el abandono de una sociedad acomodada, embaucada y embarcada en una sostenibilidad medioambiental mal entendida.

 

ANGEL BARBERÁ GONZÁLEZ  
Estudió Ciencias Físicas (Universidad Complutense) y Administración y Dirección de Empresas (San Pablo CEU). Técnico Urbanista. Experto en olivicultura y elaiotecnia.

 

¹ Pimentel, M. (2023). La venganza del campo. Editorial Almuzara

² J. Goebbels fue un político alemán y ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945

³ Papa Francisco (2023). Laudate Deum

 

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