LIBERTAD CONQUISTADA: P. JOSE CARLOS MARTÍN DE LA HOZ

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS DEL 26 DE MARZO DE 2024 – SEMANA SANTA

En estos días de Semana Santa compartimos este profundo y a la vez sencillo artículo del Padre Jose Carlos M. de la Hoz.

Y os deseamos feliz descanso y muy feliz Pascua de Resurrección.
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LIBERTAD CONQUISTADA

Hace tiempo que no iba al cine, exactamente desde que me invitaron a la premier de “Encontrarás dragones” una película de Roland Joffé, dirección y guion, sobre san Josemaría Escrivá de Balaguer realizado por un equipo extraordinario de artistas que no tuvo el éxito esperado.

En esta ocasión, la película a la que había sido invitado a hablar en el debate posterior, “Nefarious”, sí que es un éxito de taquilla y público y toca un tema de perenne actualidad: la acción del Espíritu Santo en las almas y por tanto la batalla diaria del hombre, de cada hombre, por poner el don divino de la libertad recibido del cielo al servicio de Dios y de los demás y vivir lo más feliz posible en este proceloso valle de lágrimas hasta gozar eternamente de Dios.

En cualquiera de las dos opciones en las que pongamos el fin último de nuestras acciones intervendrán indudablemente la gracia de Dios, pero también, los ángeles buenos, nuestros custodios, facilitando el buen uso de la libertad unido con el regalo de la verdad.

También existirá la acción de los ángeles malos mediante el ejercicio constante de la desconfianza de Dios que es su principal tarea: provocar desánimo, desazón, hastío, rechazo de los planes de Dios para sugerir, en cambio, la búsqueda del camino que resulte al hombre más fácil y placentero o el camino de la violencia y el odio.

Indudablemente, Dios es el Señor de la historia y, como afirma san Pablo, nunca permitirá que “seamos tentados más allá de nuestras fuerzas” (1 Cor 10, 13) y siempre nos concederá su ayuda y su providencia para que salgamos adelante en todas las pruebas y dificultades de la vida como muestra la vida del santo Job.

El pueblo cristiano ha acudido habitualmente a la intercesión del arcángel san Miguel, quien en el momento de la prueba que acaece a cada criatura de Dios, puso la libertad en el servicio de Dios, la prueba de la fidelidad y ante la infidelidad de satanás exclamó: “¿Quién como Dios?” como significa en hebreo el nombre de san Miguel y quien arrastraría a la felicidad a la mayoría de los seres angélicos (Apoc 12, 7-9).

El hecho es que el demonio existe y actúa. Como recuerda el Concilio IV de Letrán (1215): «El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos» (DS, 800). Por tanto, se revolvió contra nosotros por la posibilidad del hombre del arrepentimiento y no cesa de tentarnos.

Asimismo, señala el catecismo de la Iglesia Católica (n. 395), el demonio está siempre sujeto por Dios y si no dejamos flancos abiertos no puede entrar. Además, siempre es expulsado por el agua bendita y por la oración, la penitencia y el ayuno.

De acuerdo con lo que hemos recordado, lo importante es huir de la ocasión y evitar el diálogo con el padre de la mentira, pues si hay diálogo, como se puede observar en la película, siempre vence. Es más inteligente y viejo que cualquiera de nosotros. Pero ante la confianza en Dios no puede hacer nada.

Precisamente, a lo largo de la historia, la Iglesia ha recomendado el trato habitual con el ángel custodio para contar con él y recurrir a su ayuda y consejo en las cuestiones ordinarias de la vida, Para lo extraordinario existe también la figura del exorcista en la diócesis.

Estas consideraciones me venían a la cabeza mientras preparaba “la hora santa” que debo predicar este año el Jueves Santo en la Parroquia del Cristo de Ayala donde debo recordar los pensamientos de Jesucristo en esa noche, es decir las intenciones de la segunda persona de la Santísima Trinidad encarnado en las entrañas de Santa María para ser verdadero Dios y verdadero hombre, y llevar a cabo la obra de la redención del género humano.

Ya en el siglo XII, el gran teólogo san Anselmo de Canterbury (1033-1109) se hacía la pregunta clave al llegar la Semana Santa y la dejó reflejada en uno de los grandes tratados de la teología católica: “Cur Deus homo?”, es decir: “¿Por qué Dios de hizo hombre?”. En la respuesta, el gran teólogo inglés hacía referencia a la justicia divina y cómo fueron necesarios los grandes misterios de la encarnación y de la redención para saldar una deuda eterna, pues como dice el viejo adagio medieval “la ofensa se mide por la persona ofendida” (cfr. Mt 18, 6).

Pasados los años, por directa inspiración divina y en continuidad con la oración teológica de la Iglesia, que medita periódicamente el misterio de la muerte redentora de Cristo en la Cruz, llegó la respuesta a la misma pregunta de san Anselmo, pero esta vez en la figura san Alfonso María de Ligorio (1696-1787), fundador de la orden religiosa de los redentoristas. En efecto, Ligorio haciendo la pregunta sobre el por qué de la redención de Jesucristo, escuchó de sus labios esta respuesta: “Por amor a cada uno de los hombres”. Es decir, exactamente lo mismo que afirmaba claramente el Concilio Vaticano II: “El hombre es el único ser creado querido por sí mismo” (Const. “Gaudium et spes”, n. 24),

Era, por tanto, preciso que el hombre recuperara la libertad para poder dar gloria a Dios libérrimamente, como era el deseo de Jesucristo en su primera predicación en Galilea: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos.» (Lc 4. 18).

El hombre da gloria a Dios con su voluntad libre cuando se dirige resueltamente a amar al creador sobre todas las cosas y a vivir el mandamiento recibido del Seños en la última cena. “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado” (Io 13, 34-35).

Asimismo, recordemos que Jesucristo ha vencido también al pecado y a la muerte de una vez para siempre, como describe magistralmente la epístola a los hebreros. «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.» (Heb 2, 14-15). Disfrutemos de la libertad que Cristo nos ha alcanzado con su muerte redentora y vivamos gozosamente su gloriosa resurrección.

 

José Carlos Martín de la Hoz
Doctor en Teología. Profesor universitario.
Miembro de la Academia de Historia Eclesiástica. Asesor de la Conferencia Episcopal Española.

 

José Miguel García, Resucitó, Encuentro, Madrid 2024, 174 pp.

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