EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS – 11 DE ABRIL DE 2023 – LEÓN GÓMEZ RIVAS – ¿QUIÉN ESCRIBE LA HISTORIA?

EL SEMANAL DEL COVARRUBIAS – 11 DE ABRIL DE 2023 – LEÓN GÓMEZ RIVAS – ¿QUIÉN ESCRIBE LA HISTORIA?

¿QUIÉN ESCRIBE LA HISTORIA?

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No siempre es cierto que la Historia la escriben los vencedores. En España estamos asistiendo a una peculiar reescritura de nuestra historia reciente, dirigida por los que perdieron la Guerra Civil.Ya sé que esta frase resulta provocadora para los sumisos a lo políticamente correcto… pero el dato empírico es que los sublevados junto a Franco ganaron aquella fatídica contienda. Otra cosa es la valoración moral de todo ese periodo; cuestión en la que no voy a entrar aquí.

Porque quiero mirar unos cuantos siglos atrás, hacia la época de los Austrias y el gran imperio de la Monarquía Católica. Me parece otro buen ejemplo de unos vencedores que tampoco hemos sabido escribir nuestro Historia: verán que ahora me incluyo, como heredero en cierta medida de aquel gran proyecto ‘ganador’ que fue el Siglo de Oro de las artes, las letras, la ciencia o la política hispanas. Ya en aquel tiempo se puso en marcha una formidable -y muy exitosa- campaña propagandística para enfatizar los rincones oscuros (que por supuesto los hubo) de casi trescientos años de hegemonía mundial. Hablo de esa Leyenda Negra que tanta difusión consiguió al poco de nuestra sorprendente hazaña civilizadora en América (civilizar es hacer ciudadanos, civis, algo que ni siquiera el Imperio Romano extendió a todos sus súbditos, como sí ocurrió con los nativos americanos y asiáticos de la Corona española).

Ingleses, franceses u holandeses gestionaron muy bien una propaganda antiespañola, pienso que con intereses bastardos (la rebelión de las Provincias Unidas fue una revuelta espuria contra el gobierno legítimo de su señor natural, el rey de España y Duque de Borgoña). Lo más lamentable, me parece, fue la cierta acogida que tuvo esa crítica negrolegendaria entre nuestros compatriotas, posiblemente en alguna ocasión incluso con buenas intenciones. Recordemos las críticas de un mundialmente famoso Bartolomé de Las Casas, como si no hubieran existido otros ‘defensores de los naturales’ (un cargo que el reino de Castilla justamente instauró en el Nuevo Mundo). Su Brevísima relación de la destruición de las Indias, aparte de ser en gran medida inventada o exagerada, refleja solamente esos rincones oscuros a los que me antes me refería. Pero es un clarísimo paradigma del triunfo de una Historia narrada por los vencidos, los envidiosos o los falsificadores. También resulta lamentable cómo ha perdurado tantos siglos ese relato, que en tiempos recientes se ha convertido en bandera iconoclasta de una progresía ignorante: no deja de tener su ironía ver a esos activistas californianos derribando la estatua de Junípero Serra, verdadero defensor de unos indios que luego mataron o recluyeron en reservas sus abuelos cowboys.

Otro ejemplo de nuestra escasa habilidad para destacar los grandes hitos del pasado español es la Escuela de Salamanca (lo conocen bien nuestros lectores de esta web, también por las actividades e importantes publicaciones del Centro Covarrubias). Es triste comprobar cómo quedaron en el olvido unos autores pioneros en la descripción de la Economía según sus formulaciones más actuales sobre los precios del mercado, la teoría del valor de los bienes, el problema de la inflación o la justicia impositiva. Aquellos teólogos, filósofos y juristas de los siglos XVI y XVII anticiparon además una organización política basada en la división de poderes, el consentimiento del pueblo o los límites al poder de los gobernantes. Sin embargo, han quedado en el olvido hasta hace muy poco tiempo: afortunadamente, están siendo reivindicados en España y todo el mundo desde la universidad (de Salamanca a Guatemala y Brasil, Roma o Luxemburgo), institutos como Juan de Mariana, Fe y Libertad o -por supuesto- nuestro Centro Diego de Covarrubias, hasta sorprendentes iniciativas como el prestigioso Max Planck Gesellschaft de Alemania.

Me refería antes al caso de Francia o Inglaterra, donde su hostilidad era principalmente debida a la hegemonía política y territorial de los Habsburgo. En los Países Bajos se añade también una circunstancia religiosa (como en Alemania): el rápido triunfo de la Reforma en aquellas tierras. Y de nuevo quiero lamentar esa mala imagen que tuvo la Corona española en su defensa del catolicismo: nuestros tercios y gobernadores han quedado para la posteridad como unos agresores violentos, que oprimieron la libertad de conciencia o de religión. Sin embargo, es conveniente reflexionar sin prejuicios que, en realidad, lo que trataban de mantener eran unas creencias de muchos siglos que profesaba gran parte de la población a la que se defendía; también se olvida la violencia del calvinismo en su quema de iglesias o asesinato de religiosos. Y otra sugerencia algo provocadora que no puedo dejar de proponerles: en esa dialéctica entre buenos (holandeses) y malos (españoles) sería muy interesante analizar cuál fue la responsabilidad de las autoridades religiosas de aquellos países -que extiendo por supuesto también a Inglaterra- ante la urgencia de una reforma en las costumbres que ciertamente era muy necesaria en la Iglesia (pienso ahora en Cisneros y su importantísima renovación espiritual en nuestro país). O todavía peor: con qué rapidez muchos clérigos y nobles católicos se ‘apuntaron’ al bando reformado para recibir propiedades, poder o privilegios. La esforzada hazaña de conservar para Roma al pueblo belga -que apenas se reconoce- es una de las más tristes constataciones sobre cómo la historia muchas veces la escriben los vencidos… y nos la creemos a pies juntillas.

 

León Gómez Rivas
Doctor en Historia Moderna y en Economía por la Universidad Complutense. Trabaja como Catedrático en la Universidad Europea de Madrid, impartiendo las asignaturas de Historia y Pensamiento Económico. Sus temas de investigación tratan sobre el pensamiento político y económico de la segunda escolástica española.


[1] Una primera versión de este artículo se ha publicado en la revista Alma Mater de la UFV.

 

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«PENSANDO EN VOZ ALTA» DE AVIZOR: DEL CAMBIO CLIMÁTICO
A LA DISTOPÍA CLIMÁTICA

La calificada como emergencia climática se perfila como el quinto jinete del Apocalipsis, cabalgando al galope y sin tregua para sustituir el progreso sustentado en la ciencia y la tecnología por el retroceso impuesto por la distopía neomaltusiana de reducción de la población y de su calidad de vida. En una coyuntura en la que el invierno demográfico y el económico son ya una amenaza real para una mayoría de la población, se pretenden implantar políticas que, sin lugar a dudas, agravarían sustancialmente el escenario de recesión global que se está gestando a medio plazo.

Ese proyecto distópico pretende implantar en las sociedades desarrolladas un proceso reaccionario contraevolutivo en el que las emociones más primarias se sitúen por encima de las razones de la civilización y en el que los intereses reales de la población, incluyendo los medioambientales, se sustituyan por unas pretendidas medidas de contención de un cambio climático derivado de causas naturales y nimiamente antropogénico. Ante un desafío climático que nos viene impuesto por factores ajenos a la actividad humana y no regulables, las medidas a adoptar debieran encaminarse a protegerse de las consecuencias negativas de esa variación del clima y no al despilfarro de cuantiosos recursos en un quimérico intento de querer controlar lo incontrolable.

La aplicación de ese programa defensivo debiera mantener su independencia respecto de la necesaria transición desde las energías fósiles contaminantes a las renovables no contaminantes, un proceso que debe ser de sustitución gradual, consensuado, globalizado y abierto, descartando procedimientos compulsivos, unilaterales, arbitrarios y cerrados como los que se pretende imponer. Al mismo tiempo, otros contaminantes de la biosfera procedentes de determinados procesos de producción de bienes o presentes en los propios bienes, que provocan unos perniciosos y acumulativos efectos en la salud de grandes sectores de la población mundial, son minimizados o silenciados. El acceso generalizado a unas condiciones de vida saludables pasa por la aplicación de políticas sanitarias, alimentarias y medioambientales que no dependen, en lo fundamental, de la evolución del clima.

Cuando la ciencia es canalizada a través de los angostos y sesgados cauces ideológicos o geoestratégicos y se la somete a apriorismos dogmáticos, sus resultados se acaban alejando peligrosamente de la requerida imparcialidad y, en consecuencia, del bien común.

 

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